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viernes, 11 julio, 2025
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Recuerdo de Maricruz Patiño

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Por: Mario Alberto Medrano •

La Gualdra 676 / In Memoriam/ Literatura

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El pasado 1 de julio, se dio la noticia del fallecimiento de la poeta Maricruz Patiño. La conocí entrado a mis 24 años y fue determinante su enseñanza de la poesía. Siempre aguerrida, directa y con profunda sensibilidad para guiar los primeros poemas de quienes comenzábamos a escribir. 

Si bien mi primer encuentro con ella fue en las instalaciones de Héroes del 47 en Sogem, la viví y aprendí en su casa de Valle de Bravo. Fue un viernes de fiesta con un grupo de amigos que decidimos viajar a su casa para tener un fin de semana de tallereo. Maricruz nos recibió con el gusto de quien ve a sus nietos de nuevo: con cierto tono de ternura. Aquella ocasión éramos 4: Joana, Daniel, Alejandro y yo. 

Todos teníamos la idea fija de ser poetas y de escribir poesía. Por mi parte, por aquel entonces escribía un libro que quería titular “Navegar es necesario”, y que intentaba ser un diálogo con Pessoa -quien, bien se sabe, decía que navegar es preciso-. Y si alguien conocía por su nombre interno al mar, ella era Maricruz. 

También por ese tiempo estaba leyendo Árati, su libro de poesía ganador del Premio Efraín Huerta. Las imágenes que me ofreció el vasto mar de Maricruz me animaron, aunque también tuve la sensación de que no lograría escribir versos tan pulidos, tan limpios y hechos de luz como los de ella. Por ejemplo, el fragmento IV de “Visiones del mar”, donde hay un preámbulo de esa “piel oscura del océano”:

 

El desbordamiento del río
arrastra piedras con suave furia
y los verdes del follaje hablan del amor
                      profundo de la tierra
Raíces
          hojas del plátano sudando
cristalinos países
gotas tibias que se derraman
en la epidermis del fango

susurros delirantes del trópico
zumban insectos que buscan nuestra sangre

las serpientes ku-kus atraviesan el arroyo
entre troncos                         remolinos
ritmo de metales y el fagot de las burbujas
                      que anida entre las rocas

En los poemas de Maricruz se advierte su gusto por el ritmo, por la musicalidad, apuesta mucho al sonido y suele tejer imágenes claras y muy entendibles. Gran lectora de Bachelard, Maricruz encontró en la ensoñación y el agua (cuyas todas las imágenes son de pureza, decía el mismo Bachelard) dos pilares para su propia creación. 

Me voy a unir a lo que decía Alejandro Espinosa: a ella le debo la lectura de La prosa del transiberiano, de Blaise Cendrars, pero también La nube en pantalones, de Mayakovski, el análisis del Cementerio Marino, de Valéry, la relectura de Paz y la dimensión justa de un poema en particular: Canto a un dios mineral, poema que me deslumbró en una lectura en voz alta hecha por ella.

Maricruz solía decir “cómo no nos van a decir a los latinoamericanos que somos barrocos, si nos toca describir un mango”, palabras más, palabras menos. Y en ella hallé, acaso, lo contrario: una poesía muy clara y acendrada. Entendí que ella puso el acento en la música, pero no abandonó las imágenes:

He aquí la noche con sus sombras cansadas
silencio de grillos saltando entre la hierba…

Eduardo Casar atinó a decir que la poesía de Maricruz “tiene una enunciación rítmica, nunca se cae, si se puede asociar a música está bien, pero también al baile, porque el poema se sostiene sobre sus dos pies y ésos se deslizan desde los primeros versos hasta los últimos”. 

Recuerdo que después de los tallereos, le envié mi libro de poesía “Navegar es necesario” y me leyó con paciencia y mucho tino. Me ofreció palabras de aliento y reconoció versos bien logrados y esencia poética. Me emocionó, y lo agradecí. 

Tiempo después, no coincidí más con Maricruz, pero nunca le perdí la pista. Supe de ese gran trabajo editorial que fue la Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica; estuve en su homenaje en Bellas Artes, pero no atiné a saludarla. La leía a la distancia. 

Maricruz fue fiel a sí misma, transparente y frontal. Incomodó. Emprendió excelentes proyectos culturales, especialmente en Valle de Bravo, y fue maestra de varias generaciones de poetas y de poemas. 

No intento hacer una biografía suya, pues ya habrá quien se encargue de ellos, los premios y libros de poesía, la gestión cultural y las clases en escuelas. La recuerdo a la distancia y bajo la sombra del inmarcesible privilegio de la memoria. 

Descansa en paz, Maricruz. 

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