María Dolores García Sánchez, psicóloga clínica y docente jubilada de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), es una de las figuras más estimadas y respetadas en la Unidad Académica de Psicología (UAP). Con una trayectoria de tres décadas, su esfuerzo constante de preparación y actualización ha influido en que generaciones de psicólogas y psicólogos en Zacatecas se decanten por un enfoque científico y humanista de la profesión.
A lo largo de su carrera, “la maestra Lolita”, como es conocida, ha sido testigo de la evolución de las corrientes psicológicas y de cómo estas han transformado el ejercicio de la profesión en México.
Desde los inicios de su formación en los años 80 en la Universidad Veracruzana, hasta su reciente jubilación, durante la cual continúa ofreciendo psicoterapia, García Sánchez ha vivido la psicología y la docencia como verdaderas vocaciones, caracterizadas por un compromiso ético profundo.
Al arribar a Zacatecas en años en los que la Unidad Académica de Psicología acababa de ser fundada, la veracruzana decidió continuar su preparación académica cursando la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas, formación que posteriormente le ayudaría a impartir la materia de Historia de la Psicología.
Posteriormente, realizó su doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona, especializándose en psicología de la salud. Durante este período, se enfocó en investigar la calidad de vida y las estrategias de afrontamiento en personas VIH positivas con lipodistrofia, abordando también las diferencias de género en este contexto.
Mirando hacia atrás, Dolores García destaca la evolución que ha presenciado en la disciplina a la que ha entregado su vida. Durante sus años como estudiante, la formación de la psicología en México estaba centrada en el conductismo y el psicoanálisis. Con el tiempo, se han añadido corrientes como la gestalt, el enfoque cognitivo-conductual, y terapias de tercera y cuarta generación.
Esta diversificación, sin embargo, puede conducir al eclecticismo: una mezcla de métodos sin una base teórica clara que resulta en tratamientos inconsistentes o poco efectivos, y en un uso superficial y contradictorio de técnicas psicoterapéuticas.
Un ejemplo de esto sería un terapeuta que, en una sesión, invita a su paciente a reflexionar sobre su infancia y explorar significados inconscientes de sus miedos (enfoque psicoanalítico), mientras que en la siguiente le pide identificar y desafiar pensamientos irracionales mediante registros escritos (enfoque cognitivo-conductual).
Consciente de estos riesgos, la doctora Lolita siempre promovió la mejora de la formación profesional, impulsando planes de estudio actualizados y rechazando la improvisación en sus clases, una práctica que la destacó durante sus décadas al frente de grupos.
La pasión de la doctora en psicología por la docencia se hace evidente cuando afirma que nunca se presentó al salón sin haber preparado cada sesión. Con una filosofía clara –»si yo no disfruto mi clase, mis alumnos tampoco lo harán»–, convirtió cada lección en una experiencia única y dinámica, comprendiendo que el aprendizaje en psicología es un viaje constante y en evolución.
Para aquellos que buscan una atención psicológica de calidad, María Dolores enfatiza la importancia de que los profesionales brinden una explicación clara del enfoque terapéutico y de los objetivos del tratamiento. En su experiencia, esta “psicoeducación” es fundamental para que los pacientes comprendan la naturaleza del proceso y no generalicen una experiencia negativa a toda la profesión.
Como defensora de una psicología ética y profesional, considera que uno de los mayores retos sigue siendo la «charlatanería». Observa con preocupación la práctica del coaching y del intrusismo profesional por parte de personas que no consideran importante tener una formación en la disciplina, para anunciarse como psicoterapeutas.
Por otra parte, como docente siempre alentó a sus estudiantes a seguir una formación de posgrado antes de dar psicoterapia, mostrando su preocupación por la práctica de quienes abren consultorios sin la preparación adecuada, atendiendo todo tipo de problemas y poblaciones (adultos, jóvenes, niños), sin especializarse.
“No se puede jugar con la confianza de un paciente; una mala práctica puede hacer que esa persona se aleje de la psicología para siempre y que pierda la confianza en el proceso”, enfatiza.
Dolores García formó parte del primer cuerpo académico de la UAP y junto con colegas como Oliva Erendira Luis Delgado, Javier Zavala Rayas, Juan Martín Sánchez Bautista, Georgina Lozano Razo, y Silvia Miramontes Zapata, abordó temas como la salud mental de mujeres en zonas migratorias, la percepción infantil de la migración y las pérdidas a lo largo del ciclo vital en adultos mayores.
Sus publicaciones y temas de interés dan cuenta de un compromiso constante con la investigación aplicada, enfocándose en problemáticas relevantes para la comunidad zacatecana y contribuyendo al desarrollo de intervenciones psicológicas basadas en evidencia.
Entre sus logros personales, María Dolores encuentra gran orgullo en los estudiantes a quienes asesoró en sus tesis. Muchos de ellos han continuado sus estudios en psicología y hoy son profesionales destacados, algunos incluso regresando a Zacatecas para contribuir al desarrollo de sus comunidades en varios municipios. Estas relaciones de mentoría son para ella el “fruto de un trabajo sembrado”.
La trayectoria de la “maestra Lolita” refleja no una pasión por el conocimiento, y una dedicación constante a brindar una atención y enseñanza de calidad, marcadas por la integridad y la responsabilidad hacia sus estudiantes y pacientes.
«Si volviera a decidir qué estudiar, elegiría psicología», afirma la entrevistada, mostrando que su amor por la disciplina sigue intacto. Esta declaración resume su compromiso inquebrantable con una profesión que ha sido más que una carrera: un proyecto de vida que sigue escribiéndose.