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viernes, 29 marzo, 2024
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¿A qué nos oponemos? Un contexto

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Estas páginas han llegado a su aniversario 13, la libertad ha tenido en ellas un espacio donde refugiarse y la tolerancia un lugar donde desarrollarse. Esa convicción al diálogo libre, es hoy indispensable. Felicidades.

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El pasado domingo cinco de mayo se realizaron en distintas ciudades del país, marchas de personas que se oponen al presidente López Obrador. Más allá de discutir su número (pues no creo que una manifestación deba valorarse en términos de cantidad, sino de calidad de las exigencias), llama la atención las posibles consecuencias que este tipo de movimientos podrían tener en el ámbito de lo político.

La política, en su sentido más amplio, está cambiando en el mundo. La concepción de lo público vive una transformación quizá apenas comparable con los cambios que tuvieron lugar como consecuencia de la primera revolución industrial. Los avances en materia tecnológica, especialmente los que tienen que ver con el trabajo y la comunicación, han venido a revolucionar por un lado, las preocupaciones de la población y por otro, las estrategias, los contenidos y las campañas políticas mismas.

En nuestro país, lo anterior además, tiene otros factores de impacto: la crisis institucional de un régimen que formalmente ha venido cambiando hace cincuenta años, pero que en el fondo no termina de mutar; una transición que apenas se consolidó pero cuyos beneficios apenas son sentidos por el grueso de la población (aunque son muchos, tanto económica, como social y jurídicamente), y tres fenómenos que impiden que la nuestra sea una democracia, porque sin Estado de Derecho, la democracia es apenas un término discursivo: la corrupción innegable e imparable; la violencia, incontrolable, feroz y dolorosa, y la desigualdad que cede apenas decimales de dígitos, a un ritmo insuficiente para causar impacto.

Es en este escenario que acudimos el pasado julio a una elección sin precedentes en nuestro país: una formación política, apenas naciente, logró hacerse de la mayoría suficiente para controlarlo todo en los órganos del poder: la cúspide de nuestra pirámide institucional, la Presidencia; las cámaras legislativas, incipientes controles al poder ejecutivo, las legislaturas de los estados, meros ecos de las decisiones del centro. Lo lograron por la coincidencia del análisis anterior, que el resto de las opciones políticas no logró entender: la alianza encabezada por Ricardo Anaya ofrecía un futuro que nadie podía ver más allá del círculo de los grupos en los que se consolidó su candidatura; el candidato oficial, José Antonio Meade, ofrecía la misma receta, sin lograr convencer sobre los beneficios que treinta años de la misma política habían traído, ni una estrategia que convenciera sobre los necesarios ajustes para que fuera funcional más allá de los informes y las estadísticas, por demás, insípidas los más necesitados, en este país, la mayoría.

Desde mi punto de vista, este es el contexto que hay que atender sí se quiere hacer frente al presidente y su naciente régimen. Más allá de sus formas aliberales, las decisiones que ha tomado, las políticas públicas que ha anunciado, su discurso y los primeros resultados de su gobierno, no parecen estar conjugados con las soluciones que prometió a estos tres graves problemas (corrupción, inseguridad y desigualdad), y por lo que la ciudadanía le brindó su confianza, amén de castigar a un régimen que no entendió el cambio de paradigma en la política.

La marcha del domingo no carece de importancia, pero no convocó, desde mi punto de vista, sustancialmente a la oposición que necesita este país, respecto al presidente (una oposición que no está en los partidos políticos, por cierto), puesto que no abanderó la demanda de soluciones, más allá del discurso, la ocurrencia y la suma ineficiencia que ha mostrado los primeros meses de su gobierno, a los grandes problemas del país.

Ésas son pues las demandas que debiera hoy abanderar toda oposición, ésas son las causas que podrían convocar a un número mayor de mexicanos a las marchas, ésas son las preocupaciones por las que la oposición podría recuperar la credibilidad, pero también, las que unen a más mexicanos que a cualquier otra denuncia. Más que las fórmulas de la democracia liberal, lo que a la ciudadanía hoy le urge, son soluciones a problemas del contexto mexicano actual. Yo estoy seguro, que una opción ciudadana organizada, podría aproximarlas. Esa es la oposición que necesitamos, hasta que nuestros partidos salgan de su letargo postelectoral. ■

@CarlosETorres_

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