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jueves, 28 marzo, 2024
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Elecciones 2018: el derrumbe del PRI y las incertidumbres del nuevo escenario

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

El proceso electoral próximo traerá consigo cambios importantes en la estructura política del país y el estado de Zacatecas. Es muy probable que el PRI se vea disminuido al grado de pasar al margen de la acción política. Una consecuencia de un gobierno nacional desastroso: políticas de seguridad sin pies ni cabeza, amplitud de empleo pero precario y de mala calidad, una reforma educativa no sólo de pésimo diseño sino de peor implementación, las modificaciones laborales (todas) en contra del trabajo, asfixia de la educación superior y de los pequeños productores agrícolas; y claro está, más de 20 gobernadores (del anunciado nuevo PRI) con acusaciones escandalosas de corrupción. Todo junto hace una bomba de hartazgo social. En el manejo político también ocurrieron cosas: un grupo hegemónico acaparó el mando y bloqueó la distribución del poder entre las diversas expresiones de las élites, con lo cual observamos que los grupos desplazados buscaron su integración en Morena. Es notorio el caso de los empresarios que tienen tomado al Estado: un pequeño grupo concentró la incidencia, los que justo ahora hablan desde las cúpulas de la Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) (y evitan exhibir sus nombres personales). Otros grupos empresariales se pasaron con Obrador. En suma, este último logró aglutinar a una buena parte de las élites desplazadas por la concentración de poder del Peñismo. Concentración que se vició muy rápido: impunidad y avaricia excesiva que no midió las consecuencias políticas de ello.
En suma, estamos ante una elección que puede significar un cambio de élites. En 2000 tuvimos cambio de operadores pero no de élites. Las élites económicas que se enriquecieron gracias a la acción ocupada del Estado están reaccionando con violencia porque el crecimiento de sus fortunas depende en mucho de los apoyos, facilidades y garantías que tienen del Estado. Su poder de incidencia y ventajas absolutas se verá cortado y sustituido por otras élites. En las regiones y los estados pasa algo similar. Ahora bien, nos referimos a la hegemonía de ciertas élites económicas. En los grupos políticos, la dinámica es un tanto distinta. Morena no creció con nueva militancia, así que lo hizo con equipos que migraron de otros partidos, muchos de ellos del PRI. Por tanto, se configuró en un partido que no parte de identidades programáticas. Los equipos políticos importados se fueron con sus mismos intereses e ideas. Así las cosas, el resultado en el Congreso de la Unión será una composición que, me parece, tendrá una recomposición temprana de alianzas. Una cosa son las alianzas para la elección, y otra serán las alianzas ante la definición de la agenda legislativa. Si emergen temas en torno a las libertades civiles, las derechas se distanciarán de los morenistas y petistas históricos. En política educativa, puede haber acuerdo en la eliminación de las puntas afiladas de la Ley del Servicio Profesional Docente, pero en cuanto se discuta el contenido de una nueva reforma educativa, las diferencias volverán a emerger y conformar otra geometría política. Como las alianzas electorales no se hicieron en base a criterios programáticos, entonces es predecible que al momento de topar con los contenidos de las agendas de cambio, se van a recomponer.
¿En qué momento ocurrirá eso? Tal vez muy pronto. Si el nuevo presidente no da señales inmediatas de transformaciones en el tiempo del entusiasmo del triunfo, pues corre el riesgo de que cunda la decepción. Un riesgo de las promesas de cambio de este tipo,es que provocan altas expectativas, y si estas no ocurren en un tiempo razonable, viene la desilusión con enormes consecuencias políticas en las elecciones intermedias. Por ello, la ambigüedad como estrategia para atraer voluntades en las elecciones, termina al momento de las definiciones que se expresan en el presupuesto y la agenda del congreso. El tiempo de la ambigüedad es corto.
Así las cosas, hay que apostarle a un proceso que cambie las élites. Sin embargo, que eso no lleve a pensar que las nuevas fuerzas harán de este país un lugar mejor. En este último asunto soy pesimista. El cambio no vendrá como producto de que Obrador tome el poder de la presidencia. Eso es pura ingenuidad: madre de la desilusión. El cambio vendrá si con la coyuntura se constituyen y emergen movimientos sociales que empujen algunas agendas estratégicas, como los presupuestos progresivos, protección de los derechos laborales o la justicia para el campo. El cambio ocurre si los actores se organizan y aprovechan la coyuntura para provocar un movimiento social alrededor de la distribución presupuestal, recuperar los derechos laborales perdidos o cambiar la política para el campo. La fuente del cambio es el movimiento social, no el Estado. Este último es un ámbito de equilibrio entre fuerzas sociales, y actúa de acuerdo a las fuerzas que tengan poder de incidencia. El Estado es operador, no sujeto de cambio social. Quitar al PRI da la ventaja de la posibilidad de cambio, pero si no emerge movimiento social, no ocurrirá dicha transformación. Y las élites nuevas se acomodarán a formar su nueva hegemonía. La alternancia no garantiza nada, es sólo un espacio de posibilidad.

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