Cincuenta semanas de establecimiento de la sana distancia y aunque muchas cosas han cambiado, parece que todo sigue igual, pero con cubrebocas y mucho gel callejero y medidas extremas en las casas. Contra todo lo esperado, parece que no se ha asimilado con precisión de parte de la ciudadanía, que lo de cambio de valores hacia aquellos que están relacionados con la bonhomía y la empatía y con patrones generales de comportamiento que tiendan hacia formas cooperativas para la solución de problemas que afectan a la ciudadanía, desde la intimidad del hogar hasta los esquemas más complicados de organización social.
En las últimas dos entregas se ha mencionado que hay usos y costumbres que la sociedad arrastra como lastres que permitan autonombrarse en vías de educación y culturización ambiental. Más bien, en los últimos años sean perdido múltiples oportunidades para desarrollar un buen sistema preventivo que permita la prevención en la producción de basura. Como siempre, en esta aportación editorial se ha mantenido el principio único de que la mejor basura es la que no se produce. Y, por el contrario, la gente genera cantidades inmanejables de basura con casi el 75 por ciento arrojada a tiraderos a cielo abierto, a las corrientes, cuerpos de agua y finalmente al océano. Una buena parte se queda a vivir en las calles en detrimento de la higiene y el paisaje urbano rural y a campo abierto.
Y a todo mundo le vale un cacahuate, nunca voltean a ver a dónde va la mugre de la que se despegan. Se cree que alguien debe hacerse responsable, por regla general los gobiernos municipales y en algunos casos empresas privadas, pero nunca queda claro a dónde van los residuos de todo tipo y mucho menos, cuál es su destino final. Afortunadamente, no todo mundo está en babia y hay gentes que se preocupan desde hace mucho tiempo en la desgastante tarea de promover una sociedad sin basura y en su caso, qué hacer cuando esta existe, tomando como visión general el manejo integral de residuos, que no es poca cosa. Uno de estos ejemplos es la que promueven a través del Centro de Investigación sobre Biodigestión, Residuos Urbanos, Agua, Composta y Energía Verde (CIBRUC), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Azcapotzalco y la ONG México, Comunicación y Ambiente, AC, que preside el Ing. Carlos Álvarez Flores, incansable luchador por los derechos de la naturaleza y fuente de información y conducción hacia soluciones de problemas relacionados con la contaminación, de todo tipo de tratados y leyes sobre la materia, rematados con una indomable presencia en todos los ámbitos donde estas voces deben ser escuchadas. Su inconformidad con todo tipo de tendencia gubernamental en lo referente a la política es legendaria.
En fin, para contrarrestar esta forma de atarantamiento social (para decirlo en bonito) crearon el modelo de separación ecológica de residuos (S. E. R.), cuya función es educar al ciudadano usuario para la correcta gestión de los residuos en el hogar. Han creado una aplicación (App) para orientar a quien quiera instruirse al respecto, para que la puedan descargar en sus celulares o aparatos de cómputo. Siempre será bueno saber por dónde empezar y esta guía puede ayudar a la gente a diseñarse una vida más agradable si aprende a eliminar la basura de su vida. Otros capítulos de la información orientan sobre el manejo adecuado de los residuos peligrosos y los biológico infecciosos. La información también incluye consejos sobre el uso adecuado del agua y otra información que otorga una visión amable hacia la naturaleza sin renunciar al “progreso”. Con el permiso de sus creadores se pone esta información para los fines educativos y de aplicación en la búsqueda de un mundo mejor.
Libre de basura, cuando menos.
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