El legado de María Moliner ante la barbarie (a partir de la puesta de Enrique Singer)

La puesta en escena del Diccionario de Manuel Calzada Pérez, dirigida en México por Enrique Singer y protagonizada por Luisa Huertas como María Moliner es una obra excepcional cuya trama gira en torno a las peripecias del Diccionario de uso del español de la erudita bibliotecaria. El montaje de la Compañía Nacional de Teatro se ha efectuado con éxito discreto en espacios nacionales. Aunque ha suscitado comentarios diversos, el montaje me parece bien estructurado: guion, actuación, escenografía, iluminación, todo configura un espacio poético entre la resistencia de la palabra y el silenciamiento impuesto por el franquismo en una sociedad española falocéntrica. No es una obra fácil, exige del espectador sensibilidad con el amor a la palabra. ¿Por qué una obra excelente con magistrales actuaciones no ha tenido el éxito que debería tener? Este ensayo merodea tal interrogación. Sin dejar de desconocer las especificidades de cada región, la recepción de dicha obra teatral tiene que ver con una atmósfera que sustituye la palabra escrita por imágenes.
1. Un diccionario puede ser una estrategia de control socio-político, pero también preservar tradiciones ligadas a formas de experiencia. Entre dominación y libre comunicación, Moliner pudo crear un diccionario vivo; sabía que el lenguaje potencia la libertad humana en su máxima expresión –según afirma Calzada Pérez, autor de El Diccionario. La obra es más que el mero relato de una de las grandes intelectuales opositoras al franquismo español, juega con la creación autobiográfica de El Diccionario de uso de español a partir del eje dramático de oposiciones entre pasado y presente: María joven metódica ordenada y María vieja achacosa desmemoriada. La corrosión progresiva del escenario deconstruye la memoria colectiva e individual. El juego de flashback que va desde las primeras fichas que escribió en su Olivetti hasta la llegada del franquismo y su declive. La pérdida de memoria de la María real se difumina con la pérdida de memoria de la María proyectada por Huertas entremezclando biografía, política y poesía. El Diccionario libro se yuxtapone al Diccionario obra, generando un juego meta-textual de espejos. El espectador-lector tiene en mente la obra escrita que hace cortocircuito en la memoria del público. La obra teatral es tan deliciosamente erudita como la obra escrita por Moliner, no en balde se ha convertido en el diccionario predilecto de muchos escritores. Quizá junto con el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas, otro erudito y luchador social– la obra de la filóloga sea fruto del amor absoluto a la palabra humana en condiciones precarias. Corominas y Moliner desafían el orden establecido por la Real Academia, la cual se desquitaría negándole su ingreso; tal acontecimiento muestra la política de exclusión de la lengua. Para Enrique Singer, director de la obra, “esta puesta en escena es un tributo a una mujer que dedicó su vida a las letras; representa la voluntad humana llevada al extremo”. Durante más de 15 años, trabajó de sol a sol en una obra imposible. La obra homenajea a la mujer y a la lengua como convivencia humana libre. El uso magistral de la palabra que hace Huertas transmite el amor incondicional de la erudita por las palabras.
2. María Moliner desde niña mostró su amor por las palabras. La creación del Diccionario comienza en 1952, cuya primera edición es de 1966, y que al morir en 1981, deja una obra perfectible y admirable. Alguna vez el escritor García Márquez –quien amaba palabras y diccionarios– dijo que Moliner escribió a mano sola en su casa el diccionario más completo, útil y más divertido de la lengua castellana. José Álvaro Porto, experto en lexicografía, considera que constituye uno de los mejores diccionarios en su género, pues atiende y entiende a la perfección las perspectivas lexicográficas fundamentales bajo las que se puede considerar el léxico de una lengua: “la semasiológica, por la que el usuario, partiendo del conocimiento de la palabra, averigua sus posibles significados, junto a la onomasiológica, por la cual a partir de una determinado significado se llega a otros más precisos”; en la obra de teatro la protagonista se burla de las definiciones circularesde la Real Academia. Diccionario de uso porque está provisto de ejemplos concretos particulares y configura una estructura arborescente; cada palabra nos remite a otras palabras hasta mostrar la densa e intensa trama de la lengua española. Si alguna vez expresara Nietzsche que las palabras son metáforas gastadas que han perdido su valor, la tarea de Moliner fue retrotraer las palabras a su fuente primigenia: “Ir de la idea a la expresión”. El Diccionario reconstruye la vida rizomática de la lengua.
3. El Diccionario-libro como el Diccionario-obra de teatro nos sitúan en el umbral de un estado de ruina. Los diálogos de la obra confrontan mundo interior y sociedad donde sus protagonistas hacen frente a la corrupción política en tantocorrupción de las palabras. El Diccionario corrige las definiciones oficiales de términos como dictador, matrimonio y cura. Inmaculada de la Fuente en El exilio interior la llama mujer adelantada. Recordarla hoy retoma el sentido ético-político de la palabra humana. En nuestro país urge recuperar el sentido verdadero de las palabras, en medio de tanta sofistería y retórica hueras. De ahí que resulte ejemplar que una mujer en las condiciones más adversas pudiera un buen día levantarse a las cinco de la mañana, dividir una cuartilla en cuatro partes y ponerse a escribir fichas de palabras sin más preparativos que la más férrea tenacidad. Cuando el lenguaje en lugar de comunicar incomunica y aísla, las palabras pierden su fuerza expresiva de religación, entonces reivindicar el rostro de la humanidad perdida es construir significados ante la barbarie, religar en otra humanidad a víctimas y a verdugos. ■