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lunes, 18 marzo, 2024
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Pinocho, de Guillermo del Toro

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 554 / Cine

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En más de una ocasión se ha mencionado que, en el cine moderno, siempre se está contando la misma historia. A veces, en la estructura, el conflicto y en el desarrollo de los personajes; en otras ocasiones, se narra, literal, el mismo relato que ya es conocido casi de manera universal por chicos y grandes.

Lo que se vuelve innovador y realmente memorable, es cuando los cineastas logran hacer algo diferente con esas historias, cuando se permiten escarbar en sus rincones más profundos y que tal vez son desconocidos para muchas personas. Algo de esto ocurre, en diferentes medidas, en Pinocho (2022), el más reciente filme de Guillermo del Toro, codirigido por Mark Gustafson y que supone su primera incursión en el cine animado. En este caso, animación en stop motion, una técnica profundamente alabada por el realizador mexicano.

La película arranca con la narración en voz en off de Sebastian J. Cricket (Ewan McGregor), un grillo que viaja por diferentes partes del mundo, siempre escribiendo en papel aquello de lo que es testigo. En uno de sus viajes, este peculiar personaje se encuentra con Geppetto (David Bradley), un carpintero que sufre por la muerte de su pequeño hijo Carlo. En medio de un arranque de dolor, angustia y mucho alcohol, Geppetto construye a Pinocho (Gregory Mann), quien posteriormente cobra vida y se vuelve una suerte de hijo sustituto para el anciano.

Es de lo más interesante notar que en esta versión del clásico cuento del niño de madera, el cineasta tapatío no pierde la oportunidad de verter su estilo particular y sus obsesiones recurrentes. Es bien sabido que Del Toro utiliza elementos de lo fantástico e inexplicable como un espejo del contexto, a veces doloroso, en el que se desenvuelven los personajes.

En este caso, el espacio donde se desarrolla la historia es la Italia de Mussolini, en pleno auge del fascismo. Una vez más, el mexicano señala que donde la realidad se vuelve monstruosa e ilógica, son las criaturas fantásticas que rompen con la norma, las que terminan salvaguardando nuestra verdadera humanidad.

En ese sentido, el Pinocho de Del Toro es una alegoría hacia la desobediencia y un cuestionamiento hacia la autoridad. Esto da como resultado un tono irónico y un sentido del humor atípico en el estilo del realizador, que casi rozan la sátira, pero que se perciben genuinos a la vez que enriquecen su visión.

Aunado a esto, la película orbita sobre temáticas como la pérdida, el duelo y, la muerte, al mismo tiempo que reflexiona sobre la propia existencia y sobre aquello que nos hace humanos. Todas estas cuestiones son establecidas y desarrolladas sin condescendencias y con enorme madurez.

La versión de Del Toro, tal y como el niño de madera, adquiere vida propia, resonando de manera trascendental como un bellísimo relato sobre empatía, aceptación y el valioso regalo de la vida. Es también un potente argumento del realizador sobre los alcances del cine de animación, en cuanto a sus técnicas y en su complejidad temática, y que no se debe limitar, únicamente y de manera errónea, hacia el público infantil.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra554

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