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viernes, 29 marzo, 2024
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■ El Péndulo

La devaluación del peso que no llegó

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Hace medio siglo, en octubre de 1973, la OPEP tomó la decisión de no exportar crudo a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra que libraba con Siria y Egipto, lo que, unido a la gran dependencia que tenía el mundo industrializado del petróleo, provocó una fuerte inflación y una reducción de la actividad económica de los países afectados. Antes del embargo, el Occidente industrializado solía disponer de petróleo abundante y barato que se pagaba en dólares estadounidenses, con los precios también fijados en dólares. Puesto que en condiciones normales, las fluctuaciones en la demanda del petróleo son pequeñas (cuando sube el precio sólo se compra un poco menos), los precios tenían que subir drásticamente para conseguir que se redujera notablemente la demanda, y así poder establecer un nuevo nivel de consumo impuesto por la oferta. Gracias al embargo se consiguió este objetivo. El control del gobierno estadounidense, pensado para mantener el precio a unos niveles aceptables, acabó aumentando el impacto económico debido a los cortes de suministro. Como consecuencia, se inició una prolongada recesión y aumentó notablemente la inflación. 

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Los mexicanos recordamos que, a mediados del sexenio de José López Portillo (1976-1982), Pemex descubrió varios yacimientos de petróleo, entre ellos el de Cantarell, que sería uno de los más grandes del mundo, lo que animó al gobierno a endeudarse para incrementar sustancialmente la producción y exportación de crudo, y aprovechar los altos precios internacionales provocados por la crisis. JLP llegó a afirmar que el gran problema del país sería, a partir de su gobierno, administrar la abundancia. Sin embargo, las medidas adoptadas por el mundo occidental redujeron sustancialmente los precios e incrementaron las tasas de interés de los créditos, con lo que, de repente, México se encontró en el peor de los mundos: altamente endeudado y sin ingresos suficientes para pagar el servicio de la deuda; hubo una brutal fuga de capitales, el país declaró su insolvencia y se desató una espiral inflacionaria permanente durante todo el sexenio de Miguel de la Madrid, que aprovechó el momento para aplicar las políticas neoliberales: disminución salarial, privatizaciones con corrupción, apertura comercial, etc. Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) profundizó ese camino y el tipo de cambio pasó de $2,290.00 por dólar a $3,410.00, por lo que decidió eliminar tres ceros y crear el nuevo peso, de manera que el tipo pasó a 3.4 nuevos pesos por dólar (N$3.41). El 1 de diciembre asumió el poder Ernesto Zedillo y se produjo el llamado “error de diciembre”, que provocó otra estampida de capitales y una brutal devaluación del peso, que sólo amainó con el embargo de la producción petrolera por el gobierno de E. U. a cambio de su apoyo financiero. El tipo de cambio pasó de N$3.41 a $9.36 y, al finalizar el sexenio, aprobaron el Fobaproa. Por esa experiencia traumática los mexicanos asociamos la devaluación del peso con el peor de los mundos. 

Esa es la razón por la cual la mafia del poder siempre ha utilizado la advertencia apocalíptica de que «el peso se devaluará ante el dólar si gana AMLO», como eje principal y sistemático de la propaganda sucia contra él. En 2006, el presentador de Tv Azteca, Jaime Sánchez Susarrey, publicó un libro donde se dedicó a especular absurdos sobre qué pasaría si AMLO ganaba. Su principal presagio era que «el dólar subiría a 40 pesos». El pinochetista Pablo Hiriart, en el mismo programa de Tv Azteca, dijo lo mismo. La propaganda en TV del PAN se dedicó a repetir que AMLO provocaría una crisis económica y se sufriría una devaluación. Los ideólogos del odio de Letras Libres comparaban a AMLO con Echeverría y sus “expertos” calculaban la tremenda salida de capitales que vendría si ganaba. En 2018, Leo Zuckerman y Carlos Loret llamaron a quien pudiera, a comprar dólares porque el peso se devaluaría a partir del 1 de diciembre. 

Todos los días, en la mayoría de los medios de comunicación, se difunden mentiras evidentes y no opiniones equivocadas, producto de un análisis precipitado. Son mentiras que se repiten todos los días, a todas horas, en la mayoría de los espacios de noticias o de análisis esperando, cuando menos, sembrar la desconfianza. En democracia, la crítica es fundamental, y seas opositor o no, se vale incluso equivocarse, pero no es el caso. Siempre inventan lo que AMLO piensa, “México será como Venezuela”, pero nunca han revisado con seriedad lo que el gobierno que encabeza AMLO realmente está haciendo. No se cansan de mentir: “Se peleará con Estados Unidos”, «va a reelegirse», «va a desaparecer el INE», «va a reprimirnos». Por eso vaticinan una dictadura apoyada en los militares o transforman un saludo en público a la madre de El Chapo Guzmán en un contubernio con los narcos o afirman el absurdo de que la credencial para votar desaparecerá, sólo porque se aprobó una reforma electoral que disminuye los abusos con los recursos públicos, hoy destinados a colmar de privilegios a un grupo de funcionarios públicos que no asumen que no son superiores a la gran mayoría. Parecen no entender que las mentiras no los sacarán del pantano en el que se encuentran.

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