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viernes, 19 abril, 2024
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Despenalizar la mariguana: el principio de la esperanza

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

En toda la historia de la humanidad hay uso de sustancias para lograr estados alterados de conciencia. Entre los usos más destacados están las utilizadas en el trance de las religiones chamánicas. Pero también existen para meros fines medicinales y en la contemplación estética. No hay cultura alguna que no haya usado algún tipo de sustancia de alteración, que ahora denominamos ‘droga’. Sin embargo, es notorio también que a estas sustancias extraídas de plantas, cactus, hongos, flores o semillas, en todas las culturas, se les cuidan sus usos y abusos. Si vemos uno de los textos paradigmáticos del consumo del peyote en la contracultura de los años sesenta y en relación con las tradiciones religiosas yakis: las Enseñanzas de Don Juan, del antropólogo Carlos Castaneda, donde el Chamán Yaki previene contra el uso torpe de “mezcalito”; porque así como sirve para “el despertar”, puede servir para perder al consumidor. Es decir, las sustancias de alteración en sí mismas no son malas, sino que pueden tener un uso benevolente o prudente y abiertamente destructivo. Muy parecido al vino de nuestros tiempos: puede ser el mejor maridaje para una excelente comida, o puede convertirse en una adicción que destruye a la persona. Como podemos observar, las plantas o cactus no son en sí mismos malos, sino que dependen del uso que se les dé.

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Pero ante el riesgo del uso vicioso de dichas sustancias las autoridades decidieron prohibirlas, sobre todo después de la década de los cincuenta bajo la presión del gobierno norteamericano. La hipótesis causal que motiva esa política era pensar que la prohibición se iba a convertir en nulidad en el consumo. Pero esta hipótesis ya demostró ser completamente falsa: el prohibir su comercio no disminuye su consumo, por la sencilla razón de que la oferta no es motivo de su consumo, sino que este último tiene por causas factores de corte social y psicológico. Y por el contrario, no se resolvió el riesgo del consumo vicioso, pero sí se creó un problema nuevo que no existía y de mucha mayor malignidad que la adicción de algunas personas: el fenómeno del narcotráfico. Y no sólo, la hipócrita política norteamericana creó un monstruo a partir de combinar simultáneamente dos ingredientes que juntos resultaron altamente explosivos: la prohibición de las drogas, junto a (o con) la venta liberalizada de armas. Emergieron organizaciones interesadas en la venta ilegal de drogas con la ventaja de acceder fácilmente al mercado norteamericano de armas. ¡Y Pum! El fenómeno del narcotráfico se hizo socialmente tóxico. Por ello, se debe volver atrás y replantear el problema desde sus orígenes. Despenalizar el consumo recreativo de la mariguana es un excelente paso en la orientación correcta. Puede llevarnos a la fórmula para resolver efectivamente el problema social del narcotráfico, y darnos al mismo tiempo, recursos económicos y capacidades institucionales para enfrentar el problema original del posible uso vicioso de las sustancias que provocan estados alterados de conciencia. Siempre es mejor pensar atados a la realidad, que vagar en prejuicios infundados que nos llevan al desfiladero.

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