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viernes, 29 marzo, 2024
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Abarca no alcanza

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Suponen que capturado el chivo (expiatorio) se acaba la rabia, la digna rabia, como le llaman los zapatistas, la que recorre todo el país, la que incomoda a embajadores mexicanos en sus conferencias en Europa, y la que persigue secretarios de Estado inclusive en la lejana India.

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Con la detención de José Luis Abarca y su esposa esperan la calma que no dio el tiempo, más de un mes, la que no se obtuvo ni con 100 mil pesos que ofrecieron a familiares, ni con los discursos de Peña Nieto, o las conferencias huecas de Murillo Karam. La apuesta por la desmemoria esta vez, perdió.

El arresto de Abarca es hasta ahora el máximo logro de un gobierno que ha sido incapaz de encontrar a 43 estudiantes. 6 mil 800 soldados, 900 marinos, 110 peritos, 300 investigadores, mil 870 agentes de fuerzas federales y 50 ministerios públicos federales que según reporta Marcela Turati buscan a los estudiantes desaparecidos, no han servido para encontrarlos. Los aparatos de inteligencia del Estado, los avances tecnológicos, “todos los juguetes” que compró Felipe Calderón nada han valido.

El debate discurre en si tenemos un gobierno criminal o incapaz. La gente se pregunta si no presentan a los jóvenes porque están muertos y temen a la furia social, o si como dice Solalinde no hay nada que presentar porque fueron quemados, o metidos en ácidos. ¿Será que no saben siquiera si son los que encontraron en las fosas porque la torpeza en la exhumación arruinó la evidencia como denunció el comisionado de la ONU? ¿Estarán vivos y retenidos por alguna fuerza del Estado con intención de acabar con el “semillero de guerrilleros”? ¿Están vivos y retenidos por un grupo delictivo intocable porque sus habilidades superan a las del Estado, o porque sus cómplices los encubren para procurar su silencio?

La detención de José Luis Abarca no acalla las preguntas, la indignación no cede, y la organización aumenta. Después de la noticia del arresto tuvo lugar en Zacatecas un diálogo público en Zacatecas con Omar Pérez Sánchez (estudiante de la normal rural de Ayotzinapa, sobreviviente a la masacre del 26 de septiembre), Felipe Arnoldo Rosas (padre de Felipe Arnulfo Rosas, desaparecido desde el 26 de septiembre), Rafael López (padre de Julio Cesar López, desaparecido desde el 26 de septiembre), Emeterio Mario y Carlos Rivera (profesores egresados de la Normal Rural de Ayotzinapa). Originalmente se planeó que el encuentro fuera en el teatro Calderón, sin embargo el espacio fue insuficiente y el evento se cambió a la Plazuela Goitia, que estaba a reventar.

A pesar de las aprehensiones de los policías municipales, del ex alcalde de Iguala y su esposa, de la renuncia de Ángel Aguirre, ninguno de los oradores se daba por satisfecho, exigían la aparición con vida de sus compañeros, de sus hijos.

Reiteradas veces en sus palabras había reclamos sociales diversos. Hacían recuento de sus condiciones de miseria, de lo mucho que trabajan y lo muy poco que ganan, contaban que no tuvieron oportunidad de estudiar, de la vulnerabilidad en el campo, de cómo las esperanzas de toda una familia se depositaban en el hijo profesionista, maestro, gracias a de una de las muy pocas escuelas que permiten estudiar a personas en condiciones tan adversas.

La única mención a José Luis Abarca fue para narrar que antes de los acontecimientos del 26 de septiembre, ya había asesinado a un luchador social que exigía fertilizante para los campesinos. “¿Es eso un delito?” preguntaba el normalista. Denotaba en ello que el problema no son sólo los cuarenta y tres que hoy nos faltan.

Los padres, con su voz quebrada y su sencillo hablar, retrataban la situación de injusticia que desde antes de los hechos de Iguala vivían. Uno, con el poco español que apenas hablaba hizo entender su mensaje: “Padre de familia no puede dejar a su hijo. Por eso voy a esperar todos los días”, luego en mixteco, su lengua natal, se explayó más cómodo. El otro padre en su relato retrataba el México neoporfirista que vivimos, contaba que además del campo, trabajaba como transportista en las noches, lo habían asaltado varias veces, todavía no acababa de pagar un camión porque se lo robaron con un equipo de sonido.

El último testimonio fue el de una mujer que estrujó al público apenas comenzó a hablar “mi hijo no era normalista, era trabajador universitario y está desaparecido desde hace cuatro meses aquí en Zacatecas”.

El evento terminó con el llamado a luchar, como cada quién pudiera, como cada quién decidiera, pero unidos. También a contribuir, de ser posible, con el comité de padres de los alumnos de Ayotzinapa en la cuenta Bancomer número 2871742051 a nombre de Cristina Bautista Salvador tesorera del movimiento.

Mientras tanto en Twitter se colocaba por tercera vez la renuncia de Peña Nieto como uno de los temas más hablados. Parte de la prensa lo reporta, la nacional y la extranjera.

No, la detención de Abarca no calma. Seguimos esperando a los 43. ■

 

@luciamedinas

 

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