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martes, 19 marzo, 2024
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Los doce conceptos de Mayflower para el mundo

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Por: DANIEL SIBAJA* •

La Gualdra 577 / Aniversario Gualdreño 12

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“Y tú ¿qué estás haciendo?”, llegamos los perros a las doce con quince. “Y tú ¿qué haces?”, lanzamos varias preguntas. Las cortinas se movieron, el espejo estaba empañado y los cigarrillos seguían escondidos. Era viernes, a mitad de su primera hora, y el Sabueso de Mayflower contó los segundos. “Ellos son los violentos y sin carácter”, se dijo orgulloso, mientras sus dientes mordieron lenguas y las moscas rodearon su cabeza, en sus propias heridas.

Atendió su rabia en su reflejo. Una camisa a cuadros, unos tenis rotos con el cordón estirado, y con unas cuantas grietas, el cinturón. “Si sonríes de repente, Sabueso, y te vistes con tus doce mudas de ropa, despertarás distinto, o no serás de nuevo el de antes”. Era todavía jueves cuando recién se levantó. Con el verbo interrumpir, cocinó un plato de huevo con jamón y cebolla. Ese desayuno le supo a escombro.

Pero la perdió un miércoles, y los doctores le dijeron “animal”. Los dos días siguientes fueron un infierno, tembló, rompió latas y se rajó las palmas de la mano. Llenaría el piso con su sangre. Recordaría, siempre a las doce, que los maltratos son invisibles ante los perros en plena oscuridad, y ladran en vano, o ladran poco, sin embargo, las ambulancias toman siempre su ritmo común. En casa ocultó a esa mujer preñada que lloraba por su dolor en el vientre y…

—¿Tú qué estás imaginando?, lo confieso, la desbaraté, ahora me toca ajustarme. Ella lo sabe, por eso huyó, lloraba de dolor y su vientre era una tumba. Sería igual a su madre, con sus ojos prestos, alocada, o quizá corta de mecha.

Escuchó al doctor señalarle: “Eres doce veces diferente”. Entre dobleces de cortina, miró al sol a través de marrones y magnolias en dibujo, y él estaba descalzo. “Sabueso de Mayflower”, le dijimos, “tu cara vibra con emociones doce veces distintas, escribirlo tan depresivamente pudo llevarte más abajo que la tierra, pero hoy te damos esta luz”.

—Doce veces otro, no lo soporto ni lo acepto.

Esa noche lo vimos entrar por su propia cuenta, movía la cola y se rasgaba más allá del estómago, por debajo de su torso y entre los muslos. Hueca la cabeza, rompió los cristales de la pared y las imágenes de él eran, por evidencia, los conceptos añicos de la cordura para el mundo.

 

*Mérida, Yucatán, 1997.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/577

 

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