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viernes, 29 marzo, 2024
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Carlos Castaneda o el aprendiz del maestro chamán

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Por: SIGIFREDO ESQUIVEL MARÍN •

La Gualdra 568 / Filosofía

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Como muchos de mi generación he leído las Enseñanzas de Don Juan. Una forma Yaqui de conocimiento (México, FCE, 1974) y la secuela de obras subsiguientes. Los libros de Carlos Castaneda pueden leerse en diversos momentos de la vida con diversos fines. Luego he regresado varias veces al autor por los más inconfesados motivos. Mi interés en Deleuze y Guattari me llevó a leer varias veces Mil mesetas (Valencia, Pre-textos, 1994), en particular, la meseta “1730. Devenir-intenso, devenir-animal, devenir-imperceptible”, ahí viene un apartado titulado: “Recuerdos de un brujo” donde habla del devenir animal, de cómo el devenir animal siempre está en manada, constituye una multiplicidad. Si a la ciencia y al estado le interesa clasificar o dominar a los animales, separándolos de la cultura y la humanidad, a nosotros los brujos, dicen Deleuze y Guattari, nos interesan los modos de expansión, propagación y contagio.

El devenir transgrede todas las fronteras, los sexos, las identidades. El devenir animal crea los más diversos contagios y agenciamientos. Los brujos siempre han sido anómalos y anormales. El devenir conlleva una mutación de la subjetividad y un cambio de percepción. Se trata según Deleuze y Guattari de cambiar la percepción, abrir líneas de fuga y de ruptura del orden. Las plantas de poder y el chamanismo posibilitan agenciamientos que transforman mundo y sujeto. La generación beat hablaba de una revolución molecular, luego vino lo que odría llamarse según Deleuze y Guattari: “la gran síntesis de Castaneda”. Hay todo un trabajo rizomático de percepción, para decirlo con los pensadores franceses. Donde la droga aparece como un agente del devenir. De forma muy especial habría que destacar las micro-percepciones moleculares y los estados de conciencia no ordinaria. Empero, también habría que tener mucho cuidado de las percepciones erróneas, según Artaud y Michaux, de los malos viajes. Para los jóvenes, y algunos no tanto, habría que advertir también que la droga no asegura la inmanencia. El drogadicto no viaja, se hunde en un hoyo negro de percepciones confusas, los drogadictos no han elegido la buena molécula, el agenciamiento vital, todo lo contrario, se hunden en la noche, la confusión sin fusión sagrada.

Fruto de un trabajo iniciado en la Universidad de Arizona y las lecciones de etnometodología de Harold Garfinkel de la UCLA, las Enseñanzas de Don Juan constituye una obra absolutamente singular donde el investigador científico se convierte en discípulo de un viejo maestro yaqui, don Juan Matus y ahí inicia una experiencia que va a cambiar por completo su vida: “una revolución cognitiva total, cuya obra constituye un trampolín para saltar hacia nuevos horizontes de cognición”.

Obra enigmática, inclasificable, en los límites de la ciencia y la ficción, la obra despliega, por lo menos, dos grandes bloques de enseñanzas, un primer bloque tiene que ver con el diálogo de saberes entre las ciencias occidentales y los saberes indígenas ancestrales, el antropólogo deja de ser el sujeto que sabe para convertirse en aprendiz de brujo y de chamán. La otra gran enseñanza es el camino de una sabiduría chamánica ancestral, no exenta de peligros, de riesgos, de mistificaciones. El devenir-brujo, el devenir chamán. Don Juan es un navegante del infinito. Decía que para navegar en lo desconocido se necesita pragmatismo ilimitado, cordura inmediata, agallas de acero.

Castaneda a través de Juan Matus y Genaro Flores (chamanes yaqui y zapoteco respectivamente) logra trascender la experiencia ordinaria de la realidad para acceder a una experiencia chamánica de las cosas. El chamán accede a un conocimiento iniciático de la realidad y también atisba las fuentes de poder y de sabiduría. El chamán conversa con las plantas de poder, les canta, les pide ayuda e intercesión por su comunidad. Después de varias décadas de aprendizajes colectivos, podemos decir que el chamanismo amerindio implica todo un sistema-médico-espiritual-cósmico integral que tiene diversas funciones y dimensiones: terapéuticas, psico-sociales, culturales, estéticas, religiosas, ontológicas, políticas. El chamanismo abre un canal de comunicación y de comunidad entre lo sagrado y lo profano, lo invisible y lo visible, el más allá y el más acá. Las plantas de poder son solamente el medio no el fin. El chamán es el mediador entre diversos intermundos.

Para algunos seguidores de Castaneda y Eliade como Michael Harner el viaje chamánico permite entrar a un estado alterado de conciencia que conecta con una realidad que escapa a la razón. Consideran que el chamanismo nos regresa a nuestra naturaleza humana originaria donde podíamos hablar con plantas y animales. Técnicas o hermenéuticas de subjetivación que permiten otra realidad, una realidad aparte que está en el corazón de lo real, una súper-realidad como dirían los surrealistas de Breton y Bataille. El chamanismo y la medicina tradicionales de los pueblos originarios constituyen aportes universales de medicina alternativa y de sabiduría, sus cosmovisiones complementan nuestra maltrecha perspectiva occidental.

Carlos Castaneda es un gran maestro iniciado que anticipa mucho de los estudios culturales, subalternos y decoloniales contemporáneos. Sus obras son parte del patrimonio de la humanidad, su estilo singular, su narrativa delirante y poética atrapan a lector y siempre le dejan algún tipo de enseñanza, como todos los saberes iniciáticos su divulgación ocasiona riesgos y peligros si no se sabe asimilar con cuidado y atención. Castaneda anticipa también el diálogo actual de saberes de cara a la debacle de la modernidad capitalista y la crisis terminal del Antropoceno. Tarea que reúne a los más grandes pensadores de nuestro tiempo como Gilles Deleuze, Félix Guattari, Isabel Stengers, Bruno Latour, Eduardo Viveiros de Castro, entre otros, y saber, que muchas de las ideas e intuiciones ya fueron atisbadas por ese enigmático aprendiz de chamán que se difuminó en las penumbras del secretismo para no volver no solamente nos emociona, sino que nos obliga a su relectura. La obra de Carlos Castaneda, como la de todos los auténticos clásicos, resulta infinita.

 

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