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viernes, 10 mayo, 2024
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La esperanza cambia de manos: Xóchitl Gálvez

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Por: Mauro González Luna •

La democracia siempre implica un riesgo, pero siempre vale la pena correrlo a la luz de la esperanza, de los límites legales de todo poder legítimo, de las libertades. Los elegidos por un periodo de tiempo tienen la oportunidad de responder al pueblo que pone en ellos la confianza con su voto.

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Unos elegidos responden con un buen gobierno que resuelve problemas; que respeta constitución y leyes; que trabaja para que haya concordia, paz, mayor cultura, salud pública de calidad, justicia social, educación de excelencia, trabajo bien remunerado; que gobierna para todos sin distinciones facciosas; que reconoce errores y rectifica para bien del país; que es humilde en la victoria. Y entonces, la patria se los agradece.

Otros, no responden de esa manera, y pierden de plano la oportunidad que les brindó la democracia y el pueblo. Y, entonces éste, el pueblo, apuesta en la siguiente jornada electoral por otros, pues ningún grupo político es indispensable, y menos el que no supo responder con aciertos políticos en lo fundamental; y entonces, la esperanza cambia de manos por lógica implacable, y la patria agradece a los que, con gallardía y grandeza de alma, aceptan la derrota, dejando el camino libre a los nuevos gobernantes.

Esa es la historia y el funcionamiento del mecanismo democrático, aceitado siempre por el anhelo de libertades y justicia. La libertad siempre es un riesgo, y el no correrlo condena a los pueblos a la servidumbre, a los naufragios humanos, personales y colectivos, a la ceguera política.

El éxito se esperaba en 2018 a raíz de la elección presidencial, con entusiasmo arrollador, pero la realidad después de largos 5 años ha frustrado el hacer historia, ha defraudado la esperanza en lo esencial, lo que nos duele y entristece. Suerte común esa de muchos regímenes políticos que desaprovechan las oportunidades únicas que ofrecen las circunstancias; regímenes al fin y al cabo integrados por seres mortales de carne y hueso, con virtudes y defectos.

Por ello, esa esperanza cambia hoy de manos, en un nuevo comienzo, en un nuevo esfuerzo común con miras a reedificar pedazos rotos de la patria, en una nueva independencia que libere a la nación de odios, insultos, mixtificaciones, errores y resentimientos, y que recobre la concordia, el perdón, la comprensión de la vulnerable condición humana, el anhelo de verdad, la paz, la amistad cívica, la pluralidad y la unidad de México.

Ojalá que en buena lid se lleve a cabo la contienda presidencial por el bien de todos, por el bien de México. Ojalá que el debate de ideas y de propuestas supla el insulto y la descalificación gratuita. Ojalá que el amor genuino por la patria sepulte mezquindades, bajezas y trapacerías.

Ojalá que sea una contienda en que prevalezca la grandeza de ánimo, y se respete, sin regateos, el triunfo de quien el pueblo elija. Ese respeto irrestricto a la voluntad popular garantizará el puesto que ocupen los políticos todos en la historia por venir, en la memoria de las futuras generaciones de mexicanos de buena voluntad.

Que la Virgen de Guadalupe, patrona de México, ilumine a la patria y a los contendientes.

Dedico este artículo con afecto a viejos amigos que hoy militan en Morena, y que ayer fueron compañeros de luchas democráticas y de huelgas de hambre, como Fernández Noroña, como Octavio Romero, deseando que su conducta política en la venidera contienda electoral esté a la altura de la gravedad histórica de los tiempos que se viven. El que esto escribe no pertenece a partido político alguno, pero siente especial simpatía por Xóchitl Gálvez, por su historia, su sencillez, su inteligencia práctica y su cercanía sincera y demostrada con el pueblo, con todos y todas.

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