La Gualdra 341 / Séptimo Aniversario Gualdreño
Si hay un número que me sigue como sombra ése es el siete. Mi padre fue el mayor de siete hermanos, mi madre la mayor de siete hermanas; nací un 25 (2 + 5 = 7), de séptimo mes en la década de los 70. Eduardo, tiene siete letras, igual que Campech y Miranda. Muchos acontecimientos en mi vida han sido en alguna fecha con múltiplo de siete (7, 14, 21, 28) o en el resultado de la suma de sus dígitos (16, 25, 2005…). Ha sido difícil desvincular esa cifra de mi vida. Durante el bachillerato compartí anécdotas con los siete amigos que nos reuníamos.
Uno de ellos tenía interés por las cuestiones esotéricas. Así nos hablaba del significado del siete en la concepción hebrea y la tradición judeo-cristiana (los días de la creación, los siete pecados capitales, los siete sacramentos, los dones del Espíritu Santo, los Jinetes del Apocalipsis, las cabezas de la bestia en el mismo libro, las referencias bíblicas, las vueltas para derribar los muros de Jericó, el candelabro litúrgico judío). Pero también de otras manifestaciones espirituales: los siete chakras, los siete cielos del Islam, el número de la suerte según la cultura china.
El resto éramos más mundanos y menos doctos en esoterismo y religión. Para nosotros el siete no pasaba de ser una cantidad: los colores del arco iris, los días de la semana, las notas musicales, las maravillas del mundo, las bellas artes, los enanos de Blanca Nieves, los cuervos y los cabritos de los cuentos de los Grimm, las vidas de los gatos, las tribus nahuatlacas. También eran siete las materias a las que no asistíamos, la hora de entrada al plantel, las materias que reprobábamos. Un siete de septiembre buscábamos ovni’s en el cerro del Grillo. Acabamos en Vetagrande.
Años después sabría de las Siete Noches de Jorge Luis Borges, aquel fragmento de “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”: “Siete caídas sufrió el elote de mi mano…”, canté “Siete crisantemos” de Joaquín Sabina, recordé que “siete vidas tiene un gato” en voz de Antonio Flores. Rompí un espejo y ya no encuentro el momento en que se cumplan los siete años de mala suerte.