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martes, 23 abril, 2024
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El “Mijis” la aventura de la devastación y el sortilegio

Historia y Poder

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Ha muerto Pedro Carrizalez, el “Mijis”, sosegado nunca, progenitor del desmane, hijo del barrio, nunca flojo, nieto de la gleba más populachera que tuvo por contrato denunciar lo que a la juventud mexicana le dolía, le achacaba en las drogas, la violencia, la miseria y sus muchedumbres hambrientas.

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Su muerte se suscribe al mismo ritmo frenético de su vida en la que siempre estuvo el desbordarse, la defensa propia del barrio ante el abuso policiaco, la proyección misma de ser por vez primera en la historia de la legislación nacional un diputado pandillero en el más estricto sentido literal de la palabra y eso despertó la admiración nacional y mundial como un hecho de izquierda y más aun, en la polémica, nunca la decoración, siempre lo insumiso.

A los retraídos, timoratos y bonachones les endilgaba su servilismo y adulación ante el resplandor de un poder que sermoneaba los dineros y los puestos sacralizados como el ser “diputado”,  al que sólo debía aspirar el ser licenciado,  o  el adulador de sindicatos corruptos y esquilmadores, políticos de casta ladrona, represores y censuradores de la prensa independiente, chapulines expertos en vivir del presupuesto y ante esos indecoros, el orgullo de traer carros y joyas, la hazaña de salir de jodido. Pedro Carrizales rehuyó a ello. Más que un mérito, un deber.

Oriundo del barrio bravo de Las Julias en la capital potosina, donde sobrevivir es cosa seria, pues el alto índice de homicidios, suicidios, matanzas de pandilleros, policías violentos y el incremento incesante de muertes por drogas baratas, jovencitas prostitutas, calles sucias y feas, muy populosas, muy llenas del mundo mexicano, el insondable, el perdido quizás para siempre, le dio el poder de organizarse, de tener respaldo, de ser invitado por bandas, vecinos y hasta por partidos donde logró ser el diputado que la nación conoció por sus historias y propuestas.

De ese barrio disponible para todas las enfermedades del mundo, el “Mijis” cargó con una diabetes marca indulgencia, pero también la furia, la dignidad y el asombro de escalar y ser apremiantes, siempre ante la asamblea popular de las juventudes pandilleras donde tuvo como tatuaje el respeto y la admiración de propios y extraños.

Se va un respingón de las solemnidades, un implacable en la disputa, la reyerta, el escándalo.

Dios lo tenga en su lecho y en su fama peregrina.

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