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lunes, 27 mayo, 2024
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El canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

Crisis

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Para aumentar nuestra desgracia, en este país nos han enseñado a temer a la palabra “crisis”. La historia reciente nos ha enseñado a relacionar la palabreja con el ámbito económico, y ahí te vamos con la devaluación del peso y los recortes de personal y la fuga de capital y la huida de inversiones.

Si consideramos que el temor es el novio perfecto de la ignorancia, ya valimos medio cacahuate a la hora de escuchar la palabra “Crisis”. En efecto, si tuviéramos la costumbre de analizar las palabras y su origen, mejor gallo y destino nos cantarían.

Vamos, pues: la palabra griega “crisis” tiene multitud de traducciones al español. Es discernimiento, decisión, juicio, separación, distinción, sentencia, disputa, resolución, preferencia, acusación, explicación y resolución, entre otros sustantivos más. Estamos hablando de una situación específica y muy apremiante.

“Crisis” se refiere ante todo a un momento decisivo. Esto es: un momento en que se hace preciso analizar lo que sucede, porqué sucede y cómo hacer que deje de suceder de ese modo, si es que así se quiere. Para dejarlo más claro, algunos etimologistas insisten en que la crisis “es el momento en que la rutina ha dejado de servirnos como guía y necesitamos optar por un camino y renunciar a otro”.

“Crisis” es definido como todo lo contrario a aceptar un destino aparentemente inevitable. Cuando en la noche más reveladora el príncipe de Dinamarca se plantea “Ser o no ser” enuncia lo que conlleva una crisis. Debe elegir “entre sufrir de la fortuna impía el porfiado rigor o rebelarse contra un mar de desdichas y, afrontándolo, desaparecer con ellas”.

“Crisis” son las que afrontamos en la adolescencia, cuando nos expulsan de un trabajo, cuando hay una emergencia médica pero no hay dinero, cuando la vida de un familiar corre peligro, cuando se derrumban nuestros planes y hay que actuar ya. La crisis, dicen los que saben más que uno, es el momento en que la valentía y la inteligencia se toman de la mano y hacen nacer a la decisión.

La crisis es el momento del crecimiento. Juan Rulfo decía algo así como: “Al hombre le suceden dos o tres veces en la vida, no más, oportunidades que lo van a marcar para siempre. Si ese hombre no las aprovecha es un pendejo, porque dejó ir esas oportunidades y ya nunca van a regresar. De eso es de lo que tiene que hablar la literatura”.

Las crisis no se piden, pero si ya están en tu plato debes afrontarlas como el que más. Seré sincero con mis lectores: yo no pedí la crisis que ahora me tiene ocupado, más que preocupado. Existen tipos muy estúpidos y cerrados a cuya estupidez y cerrazón debo yo agradecer que me obliguen a sacar fuerza de la flaqueza. La crisis llega a preguntar quién soy y cómo voy a reinventarme, y cuánto amor tengo para seguir dando y cuánto odio puede tocar a mi cuerpo sin que lo atraviese.

“Bendito pecado que nos dio tal salvador” dice la liturgia católica en la noche del Sábado Santo. “Bendita crisis que obligó a que vuelva a salvarme” tengo que rezar de nuevo, con mejor ahínco, con mejor semblante para seguir dando lo que puedo mientras llega la hora de mi muerte.

 

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