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miércoles, 24 abril, 2024
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Los primeros 75 años de mi Madre

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Soy afortunado por tener a mi Madre conmigo en estos sus primeros 75 años de vida. La veo feliz en su festejo; creo que nunca la había visto disfrutar tanto en compañía de mis hermanas, mis cuñados, los nietos y toda la familia. Al momento que suenan las mañanitas y partimos su pastel y, en lo que me aparta dos fresas, vienen a mi mente muchos recuerdos que han escrito nuestra historia. Oriunda de Jaral del Progreso, Gto., su niñez fue difícil pero siempre supo suplir las tristezas con generosas dosis de sonoras carcajadas, refranes y ocurrencias que rayaban en genialidades; qué decir de los apodos espontáneos que suele poner una vez que fija la mirada en determinada persona y los dichos que igual que arrancaban risas generaban ciertos disgustos; siempre logró ver el lado positivo de las cosas pese a todas las adversidades. Muy pocas veces la vi doblarse; sin duda ha sido una mujer fuerte, de carácter firme, de memoria histórica pues nunca olvida un desaire o un agravio. Mi Madre, supo sacarnos adelante junto con mi querido Padre con quien emprendimos la aventura de la vida, con muchos aciertos al igual que errores como cualquier familia, pues hasta hoy no conozco una perfecta. En la gran Ciudad de México sus pasos guiaron los míos por el rumbo del Zócalo, cuando llevábamos de comer a mi Papá quien trabajaba en una farmacia ubicada en la calle de Donceles; después el destino nos llevó a su querido pueblo y de ahí a Valle de Santiago Gto., más tarde a mi amado Zacatecas al que nunca se adaptó del todo. Recuerdo lo entonada que era para cantar, siempre lo hacía cuando realizaba las labores de la casa y sobre todo cuando lavaba la ropa, incluso ya en mi juventud silbaba las canciones de los KISS y otras rolas de mis grupos favoritos; amante del rock de los sesentas y de las plantas; ya si se podía, uno que otro pollo era criado en la casa y algunos pájaros con los que platicaba. Su buen humor contrastó con lo sólido de los chanclazos que me alcanzaron entre otros muchos que nunca atinó o no quiso darme, mismos que nunca superaron a sus caricias y a lo amoroso de sus abrazos. Férrea defensora de los intereses de sus cachorros, en la escuela era implacable ante alguna agresión a sus pollitos, siempre preocupada porque nos portáramos bien, nos educó como pudo y estuvo siempre durante mi niñez cada día, cada hora, al pendiente de nosotros. Nos enseñó a rezar y sus creencias orientaron nuestro desarrollo; no debió ser tan mala la educación que nos dio pues ninguno de sus hijos se fue por el mal camino, por el contario, tratamos de vivir con responsabilidad y honorabilidad nuestras vidas. Hoy puedo mirar de frente a mi Madre ya que pese a mis errores humanos he tratado de cumplirle, menos en aquella ilusión que tenía de que yo fuera sacerdote. Mi Madre sucumbe a mis bromas, reímos juntos de nuestras ocurrencias, veo su rostro con algunas arrugas, hechas más por risas que por el tiempo en el que he tenido el privilegio de ser su hijo. Aunque le he dado muchas satisfacciones también le he fallado, mi imperfección terrenal me ha llevado a pedirle perdón varias veces y, aunque así ha sucedido, tengo la fortuna de sentirme se consentido. Agradezco al Universo la fortuna de tenerla junto a mí, aunque también la he extrañado en ciertos momentos de mi vida, cuando ella ha preferido estar en su terruño querido con su gente, con sus amigas de toda la vida. Mi Madre es un alma libre y estos primeros 75 años han sido buenos solo espero que sean mejores, con buena salud, sorteando los achaques de la edad que desaparecen cuando baila su danzón o su cumbia preferida. Mi Madre ha sido una gran mujer, con defectos y extraordinarias virtudes; te amo tanto Madre, hoy te valoro más y agradezco lo importante que has sido en mi vida, pues la misma vida te debo. Gracias por brindarme la oportunidad de habitar en este Mundo maravilloso, dónde espero vivir muchas más aventuras juntos y poderte cumplir uno que otro gusto. Estoy convencido de que tu vida ha sido buena porque tú le has impregnado ese sentido positivo, no te has vencido pese a todos los retos que tuviste y, al momento en que te veo disfrutar con los tuyos el arribo a tu plenitud, no me queda más que agradecerte tantas cosas y le pido a Dios, nos deje convivir muchos años más. Te Amo.

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