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jueves, 28 marzo, 2024
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2015, y “la delgada cresta sobre la que debemos caminar” (segunda parte)

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Por: RICARDO BERMEO •

Después de perfilar tres posibles direcciones a seguir en 2015, la primera -por default-, es la hegemónica (neoliberalismo armado), la segunda, la disruptivo funcional, donde se puede situar a mi juicio los que sueñan con una salida por la vía armada (más las teorías foquistas, y no a los procesos de “autodefensa comunitaria”), también, de otro manera, los que plantan la alternancia electoral, o la izquierda social no electoral (movimientos y organizaciones civiles), pero cuyas posiciones no representan una efectiva “ruptura democrática” con el régimen actual. Finalmente, la tercera, disruptivo alternativa, donde entrarían diversas posiciones, en donde situaría diversas experiencias de democracia radical. Entre ellas, la Asamblea Nacional Popular (ANP), con los planteamientos acordados en su séptima asamblea, uno de cuyos puntos centrales, es la posición ante el proceso electoral de este año: abstención y boicot electoral en 2015, junto a un conjunto más amplio de demandas. Aparece una oposición al régimen actual,  dividida, con menor fuerza, salvo quizás, a nivel regional (especialmente en Guerrero, y/o en aquellos municipios con formas de democracia directa y participativa, etc.). Tres líneas de fuerza, en este 2015.

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Ahora, por razones personales, me encuentro fuera de base, así que, en espera de poder dar continuidad al análisis, me limitaré a compartir con ustedes el texto de Cornelius Castoriadis, del que tomé la frase para titular el artículo. Vale la pena señalar de paso con Emmanuel Profummi, que… “El greco-francés es, probablemente, uno de los mayores filósofos del siglo pasado, y casi seguramente, el mayor filósofo político que el 900 pueda reclamar, junto con Hannah Arendt”. No para reforzar la larga cita que a continuación transcribimos, tratándola como un “argumento de autoridad”, sino, para sensibilizar a las mentes inquietas a aproximarse a una obra que sigue esperando, en gran medida, a ser descubierta, especialmente valiosa, para quienes, nos reconocemos –según modos que es necesario elucidar permanentemente- como responsables de la transformación de la historia en curso. Vayamos al texto.

“Queremos instaurar una sociedad autónoma, y si lo queremos es evidente que la juzgamos preferible a toda otra forma de sociedad actual o concebible, […] por lo tanto superior. Pero sabiendo lo que es la autonomía y lo que presupone, no se nos pasaría por la cabeza querer imponerla por la fuerza a los otros, sería una contradicción en los términos. Hay una cresta delgada sobre la que debemos caminar tanto en el presente como en un provenir menos deplorable que esté presente: afirmar el valor de la autonomía, de la libertad, de la justicia, de la libre reflexión, de la libre discusión, del respeto a la opinión del otro, sin por lo tanto tratar como subhombres a aquellos que no comparten esta concepción. Sólo podemos tratar de convencerlos razonablemente. Hecho que parece, evidentemente, una tarea casi imposible, pues a partir del momento en que el otro se refiere a un libro sagrado que contiene una revelación divina, convencerlo razonablemente no quiere decir casi nada, puesto que para él, el criterio último no es carácter razonable de lo que se dice, sino su conformidad con el lenguaje divino.

Pero lo que se cuestiona también, es la identidad de esta colectividad que se define por su referencia a la autonomía: pues esta autonomía no tendría existencia ni valor más que si somos capaces –si fuese indispensable- de defenderla al precio de nuestra propia vida. [De todas maneras, el punto de referencia de esta identidad colectiva, sin la cual el ser humano no puede socializarse, no tendría que ser un “territorio”, ni un pasado seudohistórico “imaginario”, sino el proyecto mismo de autonomía individual y colectiva, anclado por cierto en una historia y una tradición –pero que sería la historia y la tradición de esta lucha por la autonomía y por la libertad.]”

Algunas preguntas hacia ese movimiento –plural y diverso- generado en solidaridad con -y a partir de- Ayotzinapa: ¿Evitamos, o, por el contrario, caemos, en el contrasentido que implicaría… imponer [la autonomía] por la fuerza a los otros? ¿Afirmamos los valores ligados a la autonomía, sin rebajar a subhombres a quienes no los comparten? ¿Mediante qué formas de paidea (pedagogía, educación democrática), y de política (actividad colectiva reflexionada y lúcida), estaríamos convenciendo razonablemente a las mayorías sociales, indispensables, para conseguir la anhelada transformación de nuestro dolor/país? ¿De qué modo…queremos convencer razonablemente, a quienes, lo que proponemos no quiere decir casi nada, por ejemplo los “ya convencidos” por los medios de comunicación masivos? ¿Estamos dispuestos a defender el proyecto de autonomía al precio de nuestra propia vida? ¿Cómo anclar nuestra identidad colectiva en ese proyecto y en esa tradición?

Hagamos votos para que, dentro del movimiento plural y diverso, sea un año de felicidad pública, (para Zacatecas…en el amor del tiempo). ■

 

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