Autor: Raúl Rivera Orta
Residencia: Matlapa, San Luis Potosí, México
Desde Rulfo hasta Sabines,
hasta Paz y Carlos Fuentes,
se fueron sin previo aviso,
ya que le escribieron a la Muerte.
Entre hojas y cigarro,
escribían sin permiso,
pero la Calaca es envidiosa
y los mandó sin dudarlo
al paraíso.
De uno en uno se van yendo,
sean escritores o maestros,
pa’ la Calaca no hay evolución
y siempre hay retroceso.
Pero allá van los escritores,
con la adarga bajo el brazo
y un puñado de canciones
y el corazón hecho pedazos.
No tienen tiempo de Horales ni Comalas,
mucho menos laberintos,
que la vida siempre pasa en breve
y la muerte es algo irremediable,
bendito.
Siguen su camino bien cansados,
uno más viejo que otro, sin prisa,
a escribir allá en la muerte
a la soledad y una que otra caricia.
Se van los escritores, sin reclamo,
atizando al vaivén de su sonrisa,
para que llegue la noche y se nos parta en un milagro
y repartirnos alegría,
y que la vida no nos cueste tanto
como para morirnos de la risa…