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martes, 23 abril, 2024
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Felipe Garrido Reyes, su autoridad impecable

Historia y Poder

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Si hay una autoridad moral e intelectual y de experiencia dentro de la literatura mexicana y mundial, lo es sin duda, el jalisciense Felipe Garrido Reyes, es la joya proverbial de los lenguajes académicos y de las traducciones, de la buena poesía en brazos de la gente, de las ediciones espectaculares, es decir, los prodigios reales de un escritor dentro y fuera de toda comprensión en este mundo de complicaciones y sortilegios.

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La vida nos da señales, la vida está hecha de pactos y señales y muchas señales de plano no las vemos, aunque a veces nos inunden, la trama es descifrar y encontrar dichas señales que nos enseñan qué rumbos retomar, qué decisiones armar, qué pasos a seguir. El Maestro Felipe es uno de esos deparadores de señales que orientan a las muchedumbres y sacando cada quien sus propias conclusiones.

Es dueño de una vastísima escalera de premios, medallas, distinciones en todos los órdenes, ha pasado por facultades, escuelas, academias y asociaciones y dejando huella profunda en traducciones que alumbraron los senderos para tener argumentos y aprender – no sólo el disfrute y gozo de la literatura que nos eleva- a ser lectores ejecutantes, lectores maestros, lectores dicharacheros y habladores en un mundo de silencios y también -no lo dudemos- de poses que sólo dañaron el papel del literato en un mundo bestial de analfabetas que poco les importa si el poeta está enamorado o el cuentista muy aterrado con sus gatos negros en el tejado.

¿Qué hace ahora el Maestro Felipe Garrido Reyes? ¡?A qué se dedicará si ha cumplido como profesor en altos círculos que depararon las diásporas de escritores de impacto y que fundaron editoriales, periódicos, revistas populares, libros en las escuelas y bibliotecas populares¡?, Seguido mantenemos comunicación, el maestro es popular en las redes y tiene siempre el tino de contestar correos, de hacer preguntas difíciles, de corregir y de pedir seriedad en las audiencias.

Hay en nuestro país infinidad de poetas jóvenes y también de poetas de edad madura, acaso alguno sirva para alentar a su comunidad para que esa huelga gane su justa demanda, para que la escuela se alce briosa como la mejor declamante en las fiestas patrias, también los que escribieron en los muros de las cárceles enloquecidas que tenían ganas de aguantar al cien los castigos merecidos por haber sido homicidas, feminicidas, ratas de gran caño, sembradores de incendios en los hogares proletarios y toda una gran gama de pesticidas que se ganaron a cuño haber sido odiados por sus círculos familiares y vecinales.

La poesía y el cuento, la novela y el ensayo, el artículo periodístico y la columna, el cantautor y el dramaturgo han de tener la razón para distraerse del mundo o ilustrarlo, las crónicas magnificas más deslumbrantes del mundo como el encuentro entre Moctezuma o Cortés y que fueron catalogados dichos encontronazos como de los más trascendentales en la historia de la humanidad, el diario de navegación de Colón ante el veedor del Rey, las crónicas estrafalarias de Pigafetta con Magallanes en el sur del mundo muy bien atascados en tormentas de nieve y de miedo y en fin, un torrente de sucesos que el hermoso idioma castellano dio nota y pompa y circunstancia.

Felipe Garrido Reyes nos ha enseñado, desde hace muchos años, a través de sus libros y prólogos y enseñanzas todas, a creer en el milagro diario del lenguaje que es capaz de hasta emitir juicios con todo el temor a equivocarse y aventarse al ruedo del entendimiento humano, todo es poesía diría el albañil beodo un sábado de pulque, todo es un cuento asentaría algún profesor jubilado con temor a quedarse calvo y con diabetes y sin el apoyo de su sindicato y todo es, parte del entramado de la gran literatura popular que se festeja en el habla, las fiestas del barrio, las ceremonias religiosas y hasta el discurso aburrido del cura.

Todo ello me evoca el gran privilegio que es tener en nuestro México a el maestro Felipe Garrido y su constante devenir dentro de las letras mexicanas y universales, su certidumbre de que el idioma español encontró en México el más digno baluarte para confirmar la intuición de que nunca estaremos perdidos, de que lograremos mediante libros y revistas, poemas diarios en redes y en pintas de las calles, el sabor de nunca ceder, de continuar la algarabía, la sentencia de Bacon: leer no para refutar ni para creer, sino para pensar y considerar.

Nosotros lo consideramos un maestro en el sendero que se bifurca.

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