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jueves, 18 abril, 2024
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Cecilia Vázquez y las resonancias de los deseos

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Jugar con los espacios. Así sean abiertos. Así sean cerrados. De entrada parece una muy buena aventura-propuesta pictórica. Quien sabe de los espacios en cualquier propuesta de cualquier exposición artística sabe a lo que me refiero. Y hasta de algunos vasos comunicantes. Pienso ahora mismo en las estructuras de las escenografías teatrales. En los juegos que se equilibran sobre los vacíos. En los juegos que se cuelgan de las ausencias como mero lenguaje poético. Agreguen más de 25 años que Cecilia Vázquez (México, 1967) lleva conjugando distintas expresiones artísticas. Una selección de 29 piezas que exploran, desde distintas temporalidades, su propuesta para una “pintura desde el deseo”. Eso: el deseo. Sin duda uno más de nuestros vasos comunicantes. Eso es lo que Cecilia nos presenta en “Reflejos: resonancia del deseo”, muestra que se presenta en la Ciudad de México en la Galería 526 del Seminario de Cultura Mexicana, ubicada en Presidente Masaryk 526, Polanco y la cual permanecerá hasta el 30 de junio.

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Ahora miren alrededor y admiren cuánto deseo permea nuestra vida, los rasga, los marca, como una ignota e imborrable señal que llevamos en la frente y que en algún momento dado alcanza el lienzo. Cecilia lo sabe. Vamos tras de algunas pistas: deseo y poética. Y es así que Cecilia nos ofrece su propuesta poética, porque “a mí me parece que una poética de la creación siempre es lo más importante en cualquier obra artística; si no hay poética, no hay arte”. Pienso ahora en el deseo a través de una imagen del libro “El Arco y la Lira” de Octavio Paz. Pienso en unos ecos distantes y llenos de posibilidades. Una edición de “El Arco y la Lira” con reproducciones de Cecilia Vázquez. Paz agradecería el detalle, estoy seguro. Cecilia quedaría, quizás, encantada, pienso, porque no solo su obra, sino toda ella, parece asegurarnos que el deseo existe mientras uno consiga admirarse, reflejarse, saciar una sed remotamente entrañable. Por eso es inevitable no asociar la imagen de Cecilia con su propuesta, y quizás esta sea la mejor de las corduras y el equilibrio entre el artista y su obra.

En un muy buen texto para el periódico “Milenio”, Magali Tercero nos presenta unas líneas desconcertantes y hermosas, tan luminosas, inquietas y atrevidas como la obra de Cecilia Vázquez se podría presentar a sí misma: “Flores, intestinos e hígados forman parte, finalmente, del vocabulario plástico de Cecilia Vázquez: una combinación arriesgada y real para ir más allá del lenguaje”. Y más allá de las emociones, nos comenta Cecilia Vázquez en entrevista vía WhatsApp (y su voz, el timbre, la tonalidad, también son parte de un recóndito deseo): “si no hay poética, no hay arte; ahora bien, si entran o no las emociones, ese es otro tema, ya que hay propuestas artísticas que están basadas simplemente en ellas y mi trabajo no es así, aunque sí, mi obra está permeada por emociones, desde luego, porque somos seres no solo pensantes sino emocionales, pero en mi obra hay más que nada un diálogo con otro tipo de situaciones ‘intrapictóricas’, por así decirlo, que van creando esa poética a la que tú te has referido. Yo diría que mi trabajo está basado en experiencias visuales, en todo ese bagaje que todos tenemos y que asociamos de distintas maneras”.

Pero también la muerte y la vida como ejes transversales de una propuesta que parece no ir en busca de una voz propia, de una originalidad sino ya encontrarse en ella, moverse en ella, situarse en una propuesta sólida, construirse como la muerte, sí, pero alcanzar procesos sublimes de destrucción como en la vida: “he procurado construir justamente una poética que sea muy propia, muy personal, que no haya visto en otro lado, y que se compone, esencialmente, de elementos como han sido la naturaleza muerta, y dentro de ella, muy especialmente, el vanitas o el momento mori, que aluden a momentos que a su vez nos señalan que tanto las cosas como la vida son pasajeras; pero también, dentro de esta misma construcción, entran registros espaciales de distintas naturalezas y temas, muchos sistemas, ¿de dónde nace esto?, de la naturaleza, ya que cuando nosotros vemos nuestro mundo natural lo que vemos es un sistema que está perfectamente organizado y vemos que ciertas formas se repiten y se proliferan, entonces mi poética es propiamente una poética de la celebración: una celebración de la vida, una celebración a la pintura”.

Generosidad con el espacio, apertura, diálogo, tensiones y expresiones, propuestas visuales inciertas, interacción, reacción y planeación, propuestas aventuradas, certeras, es mucho de lo que el espectador podrá encontrar en esta muestra que se constituye como todo un reto para Cecilia: “lo que nos hemos planteado es que la galería misma sea un espacio de lienzo, por así decirlo, me refiero a que toda la museografía y la curaduría están pensadas como si la galería fuese ese lugar donde se compone, por lo que en esta exposición no se busca que las piezas sean leídas una tras otra en forma lineal sino que toda la obra tome el espacio con la finalidad de brindar al espectador una experiencia más inmersiva: aprovechamos los largos tiros de vista que tiene este espacio que es maravilloso, también el adentro y el afuera, porque tiene un jardín y un patio enorme con un diseño de jardinería hermoso, entonces hacer ese diálogo entre las piezas externas y las piezas internas, de tal modo que donde esté el espectador parado tendrá muchos puntos de vista y, sobre todo, muchas relaciones entre las distintas piezas, por eso es que me emociona tanto trabajar en este espacio, aprovechando esa generosidad que tiene espacial para poder jugar y conjugar en el espacio mismo con las obras que presento”.

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