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viernes, 29 marzo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / ‘Control’ (2007), dirigida por Anton Corbijn

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Para esta ocasión, deseo hacerles la siguiente recomendación cinematográfica:

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Control (2007), dirigida por Anton Corbijn

La existencia ¿qué importancia tiene? Existo en la mejor forma que puedo. El pasado es ahora parte de mi futuro. El presente se me ha ido de las manos – Ian Curtis.

En esta ocasión, me gustaría platicarles sobre una de las películas más interesantes que he visto últimamente. Me refiero a la biopic, o película biográfica, de origen británico producida en 2007 Control, ópera prima del fotógrafo Anton Corbijn, nombre que seguramente a muchos les será desconocido, pero cuya trayectoria se ha caracterizado por fotografiar algunas prominentes figuras del rock y del séptimo arte, y posteriormente, por dirigir videoclips musicales de una importante cantidad de bandas de rock, entre las que encontramos a Nirvana, Metallica, U2, Red Hot Chili Peppers y Depeche Mode, y muchas otras más.

La cinta, a su vez, está basada en la obra bibliográfica Touching from a distance, escrita por Deborah Curtis, viuda del líder de la desaparecida y emblemática banda de rock Joy Division, y que en el filme es magistralmente interpretada por la actriz Samantha Morton. Es decir, encontramos dos fuentes importantes de las que se nutre la película, por un lado, Deborah o Debbie, quien vivió en carne propia toda la trama que se describe de modo tan fino en esta obra de arte, y el propio Anton Corbijn, quien, podríamos decir, fue el fotógrafo oficial de la citada agrupación.

Ciertamente, Control no recrea la biografía de Ian Curtis, el aludido líder y vocalista de Joy Division -llevado a la pantalla, también de manera impecable, por Sam Riley-, sino de los últimos años de su existencia, periodo en el que el artista (en toda la extensión de la palabra) lideró la banda, conoció y contrajo matrimonio con Debbie, se hizo padre y conoció a Annik Honoré, una supuesta reportera venida a grupiie, quien movió el tapete de su aparente estabilidad a Ian. Cabe señalar que este último personaje (Annik) es representado, con la misma calidad que los anteriores y que el resto del elenco, por Alexandra Maria Lara.

La película, realizada en blanco y negro, pero con una fotografía envolvente y profunda, más bien poética, nos narra las disyuntivas a las que Ian Curtis tuvo que enfrentarse, tales como su degenerativo problema de epilepsia; el intempestivo crecimiento y éxito de la banda, la cual, sin pretenderlo, dio voz a una generación que no encontraba el sonido que definiera sus identidades, y de la cual él, Ian, era el alma indiscutible; también aborda el profundo amor que sentía por su esposa Debbie; su sentimiento de impotencia ante una paternidad que se le presentó sofocante, y su relación con Annik, por quien se sentía culposamente atraído.

Vale mencionar que si bien la película no representa una apología de su protagonista, tampoco cae en el juego, más bien morboso, de Oliver Stone, al dirigir la cinta de otra legendaria agrupación, ésta californiana, The Doors, en la que se nos muestra a un Jim Morrison holgazán, violento y perdido irremisiblemente en las drogas. No, Control guarda un, podríamos decir, exquisito equilibrio, donde vemos a un Ian Curtis humano, demasiado humano, con sus vicios y sus virtudes, con sus blancos y sus negros, tal como lo es el filme.

De hecho, hay que decir que incluso en los momentos más difíciles de la cinta, el director tuvo un cuidado impecable. Otro detalle que debo comentar es que no es necesario saber quién fue Ian Curtis o la banda Joy Division para poder disfrutar, de forma más plena, de Control; es más, me atrevo a afirmar que quizá pueda resultar, en un momento dado, más provechoso verla, ignorando ese detalle; aunque de algo sí me atrevo a advertirlos, de que al final de la película ustedes tendrán, mínimamente, la curiosidad por conocer más a detalle esta paradigmática agrupación que marcó un antes y un después en la manera de crear, pensar y escuchar el rock.

También hay que destacar que nos referimos a una bien ambientada película de época, poseedora de una interesante banda sonora en la que escucharemos temas de David Bowie y de Sex Pistols, a los que Curtis admiró profundamente, así como de Iggy Pop, de New Order y, por supuesto, de la propia Joy Division. Aunque en este punto hay que señalar que fueron los propios actores quienes ejecutaron de modo directo los temas de la banda tributada, lo que sin duda le da un plus a esta producción filmográfica. Eso, sin mencionar los diversos premios y menciones honoríficas a los que se hizo acreedora en varios festivales internacionales.

La película nos mantiene atentos de principio a fin, y pese a que no cuenta con los sofisticados recursos de la tecnología, contiene una trama que transcurre ágil con momentos, de verdad, memorables, como aquellos en los que se nos deja ver a Ian escribiendo sus canciones, así como las circunstancias que las inspiraron; sus actuaciones en el escenario, o aquellas en las que confirmamos que el personaje era un poeta en toda la extensión de la palabra. Se trata, pues, de un filme que nos muestra a un hombre de carne y hueso, con sus cualidades y sus virtudes; a un artista atormentado por sus sentimientos, que supo sublimar sus vivencias a través de sus composiciones, así como el entorno y las eventualidades que le tocó sortear, mismas que lo superaron un 18 de mayo de 1980, cuando aquel joven cantante de voz profunda y seductora optó por el suicidio a sus escasos 23 años de edad.

Lo único que me queda, pues, es invitarlos a disfrutar de esta obra maestra del séptimo arte, con la certeza de que si en realidad se jactan de ser amantes de las mejores expresiones cinematográficas, la disfrutarán de manera plena.

 

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