Un número notable de pensadores y filósofos ha prestado una enorme atención a la pintura de Vincent Van Gogh, Los zapatos, de 1886, en donde se muestra un par de zapatos viejos y gastados, vistos de frente y con las agujetas sueltas, salidas de su orificio, como una especie de trampa vacía, preparada para atraparnos. ¿Por qué Van Gogh pintó dos zapatos viejos?, ¿cuál fue su intención?, ¿qué significan? Estas interrogantes de Heidegger y otras desataron una polémica, no por su fidelidad en la reproducción; el lienzo exhibe un juego de colores, pinceladas gruesas, relieves, texturas, tonos intermedios, superficie, profundidad y una cierta irregularidad de las formas.
En esta ocasión puntualizamos tres elementos: Primero, los zapatos del cuadro aparecen en una desnudez desprovista de utilidad, exhiben un desgaste excesivo que no ha caído en el olvido. Segundo, no se puede imponer un significado único a la imagen del cuadro, el arte opera como un reflejo simbólico de la realidad. Tercero, con esta pintura la idea del arte como vehículo de acceso a un lugar superior queda rebasada, Van Gogh nos invita a valorar lo que tenemos más próximo, a establecer un vínculo con el pensamiento crítico, con la experiencia de vida.

Frente a Los zapatos de Van Gogh, pre-texto para un diálogo, descubrimos Modelo rojo, de René Magritte; advertimos un par de botas en el suelo, alguien se las ha quitado, un par de pies desnudos les brotan y sobre un terreno pedregoso una moneda (trozo de papel) y una colilla de cigarrillo representan lo poco que se obtiene del arduo día de trabajo. La alienación del cuerpo confunde el pie con el zapato.
¿Es la bota la que en su parte delantera se transforma en pie o bien son los pies que por la parte de arriba se han convertido en botas? ¿Será que el zapato-pie enfrenta la naturaleza del hombre con la fuerza alienante de las convenciones sociales? En Magritte se trata de lo que está ausente, de la libertad que es ausencia; en sus Escritos, “subraya la importancia del papel que tienen en la vida los ojos del cuerpo humano; siendo el sentido de la vista, en efecto, el único que se interesa por un cuadro”. El misterio del sentido es algo inesperado e inseparable de los sentidos mismos, la mano, la oreja, la boca se unen entre sí y nos convocan a saber que, cuando vemos algo, no se habla, tampoco se oye, pero sin el concurso de los otros sentidos no se puede ver nada. Ninguno de los sentidos puede funcionar aislado de los demás. En realidad, sólo vemos cuando el sentido de la vista implica y convoca al resto del cuerpo.
En fin, tanto en las obras de Van Gogh como en Magritte, pensar no es únicamente representar al mundo, tampoco es solamente explorarlo, es asemejársele… es: ser el mundo.
* UAEH-UAZ.