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jueves, 24 abril, 2025
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Al “fajador” Peña lo quieren dejar solo

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Por: ISRAEL GUERRERO DE LA ROSA • admin-zenda • Admin •

■ Palíndromo

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Los políticos viven de la palabra, de la confianza que se deposita en ella, de las acciones que sustentan sus palabras. Las de Enrique Peña Nieto están más que devaluadas.

Frustrado, agotado políticamente, sin atinar a conectar con la sociedad, con una estrategia mediática que no ha dado resultados, es la imagen que ofreció hace días el presidente Peña Nieto a través de su desafortunada y envalentonada frase de que ningún presidente se levanta pensando “en cómo joder a México”.

Desorientado, Peña Nieto llegó a la presidencia sin entender la evolución del país. Imaginando que llegaba al México de los años 70 y 80. Fantaseaba que regresaba el presidencialismo con todo y los dogmas rancios del priismo anquilosado, suponía, o lo deseaba por lo menos, que la maltrecha democracia mexicana respetaría, como se mofaba Soledad Loaeza, las advocaciones del presidente.

Aturdido y embriagado por la aprobación de las reformas aprobadas al inicio del sexenio y sintiéndose muy “salsa” se sintió intocable, los aduladores hicieron su chamba y lo embaucaron en otra realidad.  Craso error. Sin embargo, la “resaca” ha resultado parafraseando a José Woldenberg en un túnel lóbrego y en su insoportable pesadez del ser.

Ya en anterior colaboración señalábamos que Peña Nieto era el pararrayos voluntario o involuntario de su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, sin embargo, va más allá; el jefe del ejecutivo federal ante la ineficiente política comunicacional -que también se ha basado en la confrontación- y la incapacidad de sus colaboradores de arroparlo y protegerlo, opta por volverse su propio defensor de oficio, se avienta nuevamente como “fajador”, sin éxito.

Peña Nieto como cualquier camorrero de barrio ha buscado confrontar a sus críticos y sólo consigue mantenerse bajo el escarnio del “círculo rojo”, del “círculo verde” y de las redes sociales. Incluso en la “opinocracia” los leales cada vez son menos. Al presidente Peña  le gusta pagar por “los platos rotos”, tanto los propios como los ajenos.

Las encuestas reafirman la difícil posición del presidente; muestran el resentimiento  por la manera en la que ha llevado su gobierno en temas como la economía, la seguridad, la corrupción, entre otros.

La encuesta del Reforma publicada a inicios de agosto de este año le da el 23 por ciento de aprobación ciudadana al presidente, mientras que el 74 reprueba su acciones. Es según este medio, la tasa de rechazo más alta a un presidente desde 1995.

Mismo caso se presenta con la casa encuestadora de Parametría, quien señala que 7 de cada 10 ciudadanos desaprueba el trabajo de EPN y sólo 3 lo aprueban.

El Peña Nieto no ha entendido que entró en una espiral donde prácticamente cada declaración que hace, fuera de los lugares comunes del discurso, lo “jode” como una especie de karma.

El linchamiento mediático es de manera particular, sino es que exclusiva, contra el presidente. De redentor a villano favorito.

En el PRI las luces de alarma están encendidas, no sólo tienen que cargar con los casos de corrupción de Borges, Javier Duarte, Cesar Duarte y de Aristóteles Sandoval entre otros,  ahora deben de cargar con la marcada animadversión hacia el presidente.

La “sana distancia” entre partido y gobierno que enterró Manlio Fabio Beltrones, no resultó como se esperaba, ahora los negativos entre Peña y el partido se transfieren. La vinculación ha sido directa y el daño se percibe irreparable. Las acciones ya difícilmente van a enderezar el rumbo, lo que se busca es evitar que se hunda más.

Al interior del tricolor y como tanteando el terreno hablan ya de la necesidad paulatina de deslindarse del Gobierno, de deslindarse de EPN. Comienzan a explorar que el control del PRI lo tomen ciertos grupos ajenos al presidente, y ahí los gobernadores volverán a jugar un papel relevante al interior del PRI, quienes además azuzados por el propio Manlio mantienen ya sus reservas hacia el ejecutivo federal.

Quizá la apuesta campechana del presidente y su equipo cercano sea que la crítica de los círculos y las redes sociales se queden en las redes, sin una afectación mayor, que se afiance la analogía entre Trump – Andrés Manuel para desprestigiar al tabasqueño y colocarlo nuevamente como un peligro para México, y que tanto el PRD y el PAN se hagan pedazos en las internas.

Finalmente, y lo más irrisorio del asunto es que todo esto puede ocurrir y articularse a  a favor del PRI. Mientras tanto, mientras tanto nosotros nos leemos en la siguiente entrega de Palíndromo, de izquierda a derecha y viceversa. ■

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