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sábado, 19 abril, 2025
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‘El niño y la garza’, de Hayao Miyazaki

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 606 / Cine

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En Se levanta el viento (2013), proyecto que en su momento se anunció como el último del legendario Hayao Miyazaki, se narra la vida del ingeniero japonés Jiro Horikoshi, quien, en su profundo amor por la aviación terminó diseñando el modelo A6M, el cual se utilizó en las misiones kamikazes durante la guerra.

Por medio de este relato, Miyazaki meditaba sobre la forma en la que las fantasías más descabelladas acaban siendo desoladas por los horrores de la realidad y cómo se tiene que aprender a vivir con eso. Ésa parecía ser, en el fin de su carrera, la conclusión a la que llegaba el cineasta responsable de algunas de las películas animadas más bellas que se han realizado; una despedida difícil pero honesta, relacionada con la creación artística sin perder de vista la posibilidad de una reconciliación con el mundo real.

Estas reflexiones posiblemente fueron el principal impulso de Miyazaki para trabajar en una cinta más: El niño y la garza (2023), como se le conoce de este lado del mundo a su última producción; su título original es ¿Cómo vives? (Kimitachi wa Dō Ikiru ka), extraído de la novela homónima de Genzaburo Yoshino (1937). Esta interrogante se mantiene presente a lo largo del filme.

La película narra la historia de Mahito, un niño de 12 años que pierde a su madre a causa de un incendio durante los bombardeos a Japón ocurridos en la Segunda Guerra Mundial. Tiempo después, el joven protagonista se muda a una casa en el campo, alejada de las grandes urbes. Ahí vive con su padre, quien ha contraído matrimonio con la hermana menor de su madre. Mientras Mahito sigue sufriendo por su pérdida reciente, también tiene que lidiar con la presencia de una extraña garza parlante, que le da indicaciones sobre una travesía en la que se debe embarcar.

El realizador se aleja del tono elegíaco de su cinta anterior y se orienta de lleno hacia el género de la épica. En ese sentido, el viaje que emprende Mahito, además de ser físico y mental, también es uno de pruebas que sortear y lecciones por aprender. Similar a su trabajo en El viaje de Chihiro (2001), aquí Miyazaki centra su atención en la pérdida de la inocencia y en los cambios de sus protagonistas, representados en el entorno y en los personajes que los rodean. Como la memoria y las emociones, los seres que crea Miyazaki no se limitan a una sola forma, van mutando con el paso del tiempo.

Esto da como resultado una galería de personajes y paisajes abstractos, de una animación apabullante, llenos de lecturas e interpretaciones que serán develadas con cada nuevo visionado. El cineasta abraza esa falta de claridad y apuesta por una narrativa recargada en el aspecto emocional. Dentro de su singular propuesta, el director reflexiona, además, en torno a los balances necesarios entre la ficción y la realidad, así como en la aceptación de la muerte como algo natural en la vida.

Al final no queda del todo claro si con su última película, Hayao Miyazaki, a sus 83 años, ha logrado responder la interrogante sobre cómo se debe vivir; está más interesado, al parecer, en la ambigüedad que puede otorgar el arte, reflejo de inquietudes tan antiguas como la humanidad misma. Lo que sí queda claro, y que se reafirma con El niño y la garza es que, gracias a sus maravillosas películas, el mundo real se ha vuelto un sitio menos oscuro para habitar.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra606

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