Yo vivo en una ciudad abrazada por el Grijalva, así que desde el momento en que leí la contraportada del libro y que la protagonista se llamaba justo así, Grijalva, me interesó de inmediato esta nueva novela de Elisa de Gortari. Por si eso fuera poco, el escenario es una distopía tropical ambientada en un Veracruz postapocalíptico, y es de sobra conocido que amo las historias de ciencia ficción, y para rematar, abrí el ejemplar y al encontrar en el primer capítulo frases como Las noches anteriores a que un azar cósmico plantara una cicatriz luminosa en el cielo; La noche ya nunca se cierra por completo o Era como cargar contigo una ventana que daba hacia donde tú quisieras, supe que ese tono poético, que encuentra belleza en el caos, me tendría enganchada a la lectura y así fue.
Elisa de Gortari nos presenta en Todo lo que amamos y dejamos atrás una novela de transición y resurrección, de destrucción pero también de sobrevivencia, en esta entrevista para los lectores de La Gualdra, nos platica del proceso de escritura de este libro, sus lectores y de su regreso a la literatura.

Beatriz Pérez Pereda: Tienes una nueva novela publicada bajo el sello Alfaguara, sobre ella nos adelantaste que vamos a encontrar casa embrujadas, la llegada de las naranjas a América, una invasión de medusas, entre otras cosas, cuéntanos ¿cómo lograste que todo esto habitara en tu libro y de qué más va Todo lo que amamos y dejamos atrás?
Elisa de Gortari: Todo lo que amamos y dejamos atrás sigue a Grijalva, una periodista de la Ciudad de México, e Indiana, su hijastro. Ellos realizan una investigación en un pueblo llamado Tamarindo, donde los niños están enloqueciendo. Los niños no sólo enloquecen, sino que parecen recordar vidas que vivieron otras personas. El ambiente de la novela es inhóspito: la Tierra tiene anillos, como los de Saturno, y éstos modifican la vida de todos los habitantes: de pronto la luna ya no brilla, de pronto ya no existe la noche, por la enorme cantidad de luz que reflejan los anillos. Además, debajo de los anillos, en el ecuador, se forman glaciares que expulsan a los habitantes de esa región de Sudamérica.
Cuando me puse a escribir esta novela, en 2017, tenía claro que quería destruir Veracruz. Siempre soñé con una obra que destruyera mi ciudad, como en las películas de donde destruyen Los Ángeles o Nueva York o Tokio. Yo soñaba con esa destrucción para Veracruz.
Además, quería que el planeta tuviese anillos y quería que no hubiese luz eléctrica. En la novela se achicharran todos los celulares, pero la gente pronto aprende a cubrir sus necesidades: hacen jabón con manteca y cenizas, descubren cómo seguir comiendo comida mexicana que no depende de vastísima tecnología, más allá de la nixtamalización: los tamales, el huazontle, los tacos de chapulines, el queso de hebra, las mermeladas. Hay una gran variedad de inventos, muchos decimonónicos, que permiten vivir con una relativa comodidad, pero sin luz eléctrica. En algún momento el gran desafío para mis personajes es reproducir la música de viniles, pero incluso esto es en extremo sencillo con los conocimientos adecuados.
BPP: Qué representa para ti esta novela en este momento de tu vida y de tu carrera literaria, pienso que 2024 ha sido un año particularmente difícil para todos, en lo social y global, que evidentemente afecta lo particular.
EDG: Comencé a escribir Todo lo que amamos y dejamos atrás en 2017, el mismo año de mi transición de género. No se menciona ni una vez la palabra trans en toda la novela, pero es el libro que refleja esta época más bien triste de mi vida. Supongo que el momento ideal para escribir una novela sobre ser trans, sobre el rencor, la humillación, el rechazo. Pero todo lo que viví con mi transición lo dirigí a la novela. Con sus anillos y su cambio climático, Todo lo que amamos y dejamos atrás es la novela donde puse mi transición, los puntos amargos y los puntos dulces, porque en todo hay matices: salí adelante gracias a mi expareja, Marcela Santos, con quien viví fabulosos años, mientras vivíamos allá afuera horribles años. Todo tiene matices y es siempre un poco como el inicio de Historia de dos ciudades: era el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos.
En cuanto a mi carrera, por aquel entonces yo pensaba que no volvería a publicar. Después de las experiencias que viví en mi entorno inmediato al salir del clóset, pensé que mi vínculo con el medio cultural estaba roto. Entonces esta novela se estuvo escribiendo sin la menor intención de ser publicarla. Las cosas cambiaron en 2021 cuando la UNAM lanzó la Tutoría de Novela y mi expareja insistió en que me inscribiera. Ahí la novela entró en un espacio idóneo para evolucionar, profundizarse y recibir comentarios de gente brillante.
Hubo muchos nombres posibles para esta novela, pero al final opté por Todo lo que amamos y dejamos atrás porque es una referencia a una canción de Converge, un grupo de hardcore. Es una canción de despedida muy agria que refleja cariño, pero también remordimiento. Creo que esa letra encapsula a la perfección lo que transitan mis personajes y, también, lo que viví de 2017 para acá. En ese sentido, este libro para mí representa una resurrección.

BPP: Te sigo en redes y me pareces una lectora estupenda, muy plural y entusiasta, concentrada, ¿cómo es la relación de la lectura respecto a tu escritura? Escoges los libros que lees porque expresamente te servirán para lo que estás escribiendo o la elección es puro azar y placer.
EDG: Casi siempre es puro azar y placer. He descubierto con mucho agradecimiento en el último par de años que alguna gente sigue con interés mis recomendaciones de libros en Instagram. A mí me gusta mucho compartir mis impresiones como lectora, sin ser una crítica literaria y sin tener el papel de una divulgadora en la industria. Leo de todo porque me interesa todo, los libros buenos y los malos, los bestsellers y los de editoriales pequeñas, los libros de economía y los de ciencia.
Eso sí: no suelo hacer valoraciones negativas en mis recomendaciones, porque muchas veces los libros que no disfruté, de entrada, ni los comparto en redes. Sostengo que pueden interesar a alguien, porque los gustos son variados y nadie tiene un gusto superior al otro.
Leo principalmente en el transporte público: la oficina queda a veinte kilómetros de mi casa. Todos los días viajo un par de horas desde las afueras de la Ciudad de México hasta el Centro Histórico. Como resultado tengo mucho tiempo para leer en el Metro y en el camión, ya sea con libros físicos o en el Kindle. En ese sentido, vender mi coche fue la mejor decisión que he tomado porque todos los días que pasé detrás del volante fueron días en que no estuve leyendo.
BPP: Este año fuiste becaria FONCA, cómo fue tu proceso, qué cosas te interesan ahora, qué sigue en tu escritura.
EDG: Mi primera novela se publicó en 2015, la segunda tardó casi una década en gestarse y salir y creo que dilatar tanto un proyecto puede ser desgastante. Por eso este año me hizo muy feliz haber tenido el FONCA y recibir el consejo de tres tutores magníficos. He terminado una novela nueva ya, aunque es algo más breve que Todo lo que amamos y dejamos atrás. No será publicada pronto y la dejaré descansar, pero me ha dado tranquilidad haber terminado un nuevo libro que no se parece en nada al anterior y donde atiendo preocupaciones muy distintas.
Mientras escribía esta nueva novela, sentí la enorme necesidad de retroceder en mis lecturas y volver a las cosas que leía en mi adolescencia, sobre todo los libros que frecuenté en el último año de bachillerato, en el CCH Sur de la UNAM. Tuve un profesor de literatura, Arnulfo Sánchez, que manejaba un programa de lecturas brutal. En aquel año leímos a Haruki Murakami, a Alberto Fuguet, a Soledad Puértolas, a Bolaño, el Rey Lear, las obras de Emilio Carballido. Leímos mucha poesía de los Siglos de Oro. Y ahora reconozco lo mucho que influyeron aquellas lecturas en mí. Busqué a mi antiguo profesor hace poco y por desgracia ya falleció. Lamento no haberle agradecido lo mucho que hizo por mí.