El ruido gris, aunque suene contradictorio, se considera como “el verdadero ruido blanco”, es decir un ruido que no expresa nada, el cual se podría describir como “el verdadero ruido del vacío”, paradójicamente emanado de un artefacto que dice todo: la televisión.
Aunque en estos años se ha convertido en “uno azul” (con las pantallas de los celulares), la narrativa de ciencia ficción de Pepe Rojo sigue vigente, la cual se refleja en su escrito Ruido gris de manera universal y atemporal.
En primera persona y de manera introspectiva, el autor nos cuenta la historia de un personaje sin nombre, quien trabaja como un “reportero ocular”; es decir, un tipo de periodista que se convirtió en un cyborg con el objetivo de documentar y grabar las 24 horas acontecimientos sociales, como choques, asaltos o suicidios para darle rating (como se refiere en el texto) a una cadena de televisión de noticias.
Nacido en Chilpancingo, Guerrero en 1968, Pepe Rojo es un ensayista y editor que define su estilo como un “realismo mediático mash-up” ya que califica sus escritos dentro de los tropos “cuerpo”, “tecnología” e “identidad”.
Ruido gris es una de sus obras más conocidas con la que ganó el Premio Kalpa 1996. Es fundador de la editorial Pellejo/Molleja a la que pertenecen las revistas Número X, Sub y Golem.
Rojo también ha hecho cine como Breve comentario sobre el amanecer, con que le otorgaron en 1991 el Premio al Mejor Cortometraje y una mención honorífica como director en animación, por Cortinillas de noticiero, en el I Festival de Artes en Comunicación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Estado de México (ITESM, CEM). En 2020, Ruido gris fue reeditado por Fondo de Cultura Económica para la colección Vientos del Pueblo, e ilustrado por Bernardo Fernández (BEF).

La tecnología despoja al cuerpo de la identidad
El reportero ocular tiene que lidiar con dificultades a raíz de una operación a la cual se sometió para convertirse en un cyborg, punto donde su identidad se fragmenta a través de la tecnología. Desde los 18 años, comenzó a grabar cualquier acontecimiento que le pidiera el noticiero a través de indicaciones de un director de programación, quien se comunica directamente con él.
A pesar de que las herramientas son fabricadas por la humanidad para facilitar más sus tareas cotidianas y mejorar la calidad de vida, en Ruido gris, la tecnología no beneficia al personaje ni a la sociedad.
Aunque el periodista sí obtiene una remuneración económica por el trabajo que realiza, en los demás aspectos de su vida termina deshumanizándose, así como el contenido que transmite para la televisión.
La primera noticia que documenta fue el suicidio de un hombre. Recién había terminado de su operación, el periodista se concentra en realizar las mejores tomas y grabar en vivo el momento exacto cuando la víctima se deja caer desde el edificio, acción que genera bastante rating, pero que comercializa la desgracia humana.
Rojo nos muestra una realidad que no ha caducado: la audiencia consume ese contenido y al hacerlo, lo olvida casi al instante, sin importar quién era la persona que sufrió de ese final, ni tampoco quién fue el que lo grabó.
Otro aspecto en donde se puede ver la relación fragmentada del cuerpo, individualidad y tecnología es en la descripción de la vida de otros reporteros oculares.
La historia cuenta el ejemplo de Toynbee, uno de los colegas del protagonista, que fue sometido a ver una pantalla mientras transmitía en vivo, situación que lo engancha y por la sobrecarga de estímulos, su cerebro se dañó causándole el Síndrome de Exposición o Secle.
La trágica historia de Toynbee se pudo haber evitado, sin embargo, las imágenes de su dolor estuvieron en vivo en cadena televisiva por el rating de ese espectáculo. En ese momento, él ya no existe, sólo se convierte en contenido.
El texto muestra cómo los propios cyborgs se deshumanizan con tal de tener más prestigio en su campo, ya que se describe que muchos de ellos se sometían a situaciones de riesgo para documentarlas. La individualidad de una persona se pierde para ofrecer un espectáculo a través de una herramienta, que en vez de mejorar su cuerpo, lo consume.
Rojo sentencia en su obra el único final para todos: un camino depresivo para cada uno de sus actores, a través de la retrospección del reportero ocular que con sus pensamientos, pasado e inquietudes, va hilando el mundo distópico en el cual se desenvuelve y del que no puede cambiar o huir.
Sin embargo, aunque el escrito se publicó hace más de 28 años, la relación del cuerpo, tecnología e individualidad sigue vigente en la sociedad de mediados de la década de los 20 ‘s del siglo XXI. Y lo más probable, es que cada vez sea más deshumanizador.