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viernes, 29 marzo, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

Del poeta latino Ovidio aprendí no sólo sus versos de artes amatorias, sino también aquello de que la gota horada a la piedra no tanto por su minúscula fuerza como por su gran constancia. Qué importa el mucho o poco vigor cuando se tiene terquedad, cuando el esfuerzo no encuentra pausa. Qué importan talentos, herencias, abolengos, cuando también la persistencia puede definirnos.

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Bendita la constancia, la tozudez. Los humanos somos criaturas con una magnífica y sorprendente capacidad de adaptación. Incluso una de las facetas del aprendizaje implica el ensayo, el error y el replanteamiento del ensayo.

Al respecto, accedo a la educación con gusto, con mucha curiosidad. Me adentro en todo contenido porque sé que a través del aprendizaje puedo transformar mi realidad. De hecho lo hago. Hace muchos años, para motivarme, mi madre me dijo que a quienes estudian mucho llegan a ofrecerles dinero a través de becas, y entonces yo me ilusioné no tanto por la paga, sino más bien por el reconocimiento que implica esa paga. Se me plantó una distinción que me sedujo. A partir de ese momento quise superar todo obstáculo para llegar a la meta.

Guttacavatlapidem: la gota horada a la piedra. Esa piedra puede ser nuestro cerebro calloso, anquilosado. Esa piedra puede ser uno mismo, adecuado tercamente por este mundo a sólo consumir y consumir. De Homo Faber, hombre hacedor o fabricante, evolucionamos a Homo Sapiens, hombre pensante… Ahora, para desgracia nuestra y quizá de las generaciones venideras, parecemos involucionar a Homo Consumens, hombre que se sienta frente a un aparato televisor para que ya no piense, para que sólo obedezca: Compra, No te pierdas a…, Búscala ya, Mantente atento a tu telenovela…, Corre por tu…, Haz esto y haz lo otro. Para qué ejercitar el cerebro si ya todo nos lo ofrecen masticado, con imágenes que apelan más a lo visceral que a lo meramente cerebral.

Me resisto a que tantas revoluciones naturales y sociales nos lleven a ser personas obesas, arranadas en un sillón con dos o tres controles remotos en la mano. Guttacavatlapidem: nuestro crecimiento es todavía una asignatura pendiente y más nos vale no acaparar comodidad alguna.

Creo todavía en lo mejor que existe en el humano. Nuestro avance en el conocimiento es tanto que hemos podido traer infiernos a la tierra, recordemos Hiroshima y Nagasaki, pero tan escaso que no hemos terminado de comprender el funcionamiento del cerebro humano.

Creo todavía en ese humano que escaló toda cima y bajó a toda sima. Creo en el que fundó ciudades y fomentó la artesanía. Creo en el fenicio que inventó el lenguaje, en el griego que se esmeró en la arquitectura, en el árabe que recorrió medio continente para expandir su cultura. Creo en el francés que buscó libertad, igualdad y fraternidad. Creo en el azteca que plantó sobre capas de tierra sostenidas por agua. Creo en los caxcanes que defendieron sus derechos humanos, aunque no sabían que se llamaban así.

Creo, sobre todo, que la gota cava la piedra. Lucho por lograr lo mismo, con la misma constancia, día tras día.

 

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