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martes, 22 abril, 2025
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Cuentas falsas

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 661

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Desde hace años soy administradora de un grupo en Facebook en el que se comparten cotidianamente eventos culturales en Zacatecas. De unas semanas a la fecha, hemos recibido una gran cantidad de solicitudes de cuentas falsas para ingresar y publicar en el grupo; como las solicitudes nuevas están sujetas a aprobación por los administradores, nos damos cuenta de que se trata de cuentas recientemente creadas (muchas de ellas el mismo día de la publicación que desean sea autorizada). Todas, invariablemente, son noticias o notas de apoyo de índole político; y todas, por supuesto, han sido rechazadas. Pero les cuento un poco del por qué.

Primero deseo hacer un recuento de cómo el grupo Eventos Culturales Zacatecas se creó. Hace por lo menos una década, existía uno similar que daba cuenta de lo programado en la capital y ciudades vecinas y era ahí donde nos enterábamos de qué obras de teatro, presentaciones de libros, exposiciones y conferencias ocurrirían en fechas próximas, hasta que un día, de buenas a primeras, el administrador empezó a publicar cosas que nada tenían que ver con la agenda cultural, como cuestiones relacionadas con candidatos a ocupar puestos políticos; también, nos dimos cuenta que de la noche a la mañana el grupo creció y cambió de tema, por lo que, para no entrar en discusiones se creó uno nuevo en el que me invitaron a ser administradora.

Una de las primeras cosas que hicimos fue establecer que sólo se publicarían asuntos relacionados con arte y cultura y que los temas políticos -sobre todo- quedaban fuera; de ahí que establecimos un filtro de aprobación para nuevos integrantes. Nos hemos topado con hordas de cuentas falsas -con nombres extranjeros-, que en la medida de lo posible hemos tratado de bloquear para no desvirtuar el objetivo del grupo que ha funcionado hasta ahora: que las personas que tengan un evento cultural que promover lo hagan gratuitamente y que quienes estén interesados en estos temas puedan recurrir ahí a enterarse de lo que habrá; de esta forma se ha construido una comunidad muy interesante que va aportando información nueva constantemente. No somos muchos si nos comparamos con otros grupos, apenas alcanzamos los 18,700 integrantes; pero, sabemos que quienes lo son acatan las reglas y es la manera como esto ha funcionado.

Comento esto aquí porque usted sabe que de por sí los recursos asignados a la promoción de la cultura y las artes son pocos; muchos de los esfuerzos no sólo para la difusión, sino para la producción, son de particulares que generalmente no cuentan con apoyos institucionales. Por eso resulta bastante incómodo que, en un grupo nutrido y creado por la ciudadanía, un sinnúmero de cuentas falsas -probablemente administradas por bots- pretendan fomentar opiniones favorables a decisiones y actos políticos a fuerza de repetir cosas como “agradecidos con…”, “qué bien por…”, “estamos con usted”, “bendiciones para…” (ponga aquí el nombre del político que se le ocurra, porque son varios).

Y más allá de manifestar aquí la queja, toda esta situación me lleva a plantear una reflexión sobre los alcances del uso de las redes sociales y cómo pueden alimentar al gran monstruo de la desinformación, la violencia y el odio en esta época de profunda polarización. Ojalá que, así como se organizan ciertos grupos para trolear, acosar en línea a quienes no están de acuerdo con una postura, o denostar a quien les estorba, pudieran enfocar sus esfuerzos a algo más positivo y real (porque alabar a quien hace mal las cosas no lo convierte en eficiente ni bueno como por acto de magia).

Imagine usted una campaña ciudadana en redes sociales para promover que se visiten los museos, para proporcionar información sobre los artistas y para dar contexto sobre las obras allí exhibidas; o para fomentar la lectura, la asistencia a talleres, conferencias, obras de teatro, exposiciones, presentaciones de libros… para hablar de lo mucho que se hace bien en nuestro Estado, sobre las delicias de nuestra comida, lo rico de nuestras tradiciones, sobre la importancia de conocer y conservar nuestro patrimonio cultural edificado y la urgencia de promover respetuosa y firmemente que no retiren a nuestro centro histórico de la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, sólo por mencionar algunos ejemplos. Y que conste, hablar de las cosas buenas no es negar todo lo malo que nos ocurre (que es mucho, pero para difundir eso ya hay organizaciones completas). 

Imagine también que de ser eso posible, menos gente dedicaría su tiempo a pelear y discutir en línea y se enfocaría a cuidar y disfrutar lo bueno que aún tenemos. Soñar no cuesta nada. Por lo pronto, que disfrute su lectura.

 

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

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