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jueves, 29 mayo, 2025
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Hay que democratizar el Poder Judicial

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Por: JOSÉ NARRO CÉSPEDES •

El 4 de septiembre de 2024 el pueblo México dio un paso adelante en el proceso democrático frente a las naciones del mundo al decidir que los tres poderes de la Unión, fueran emanados de la decisión de la ciudadanía.

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México está haciendo realidad lo mandatado en el artículo 39 constitucional, ya que establece el fundamento de la soberanía popular y el derecho del pueblo a determinar su forma de gobierno. Es la base para la democracia y la responsabilidad de los poderes públicos con la ciudadanía, el cual dice a la letra: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

Este mandato, es la base del Estado democrático mexicano, pero se convirtió en letra muerta apenas fue publicado en 1917, pues los poderes fueron secuestrados en las luchas postrevolucionarias por el poder. 

El Poder Ejecutivo fue asaltado por los líderes revolucionarios que se sucedían uno a uno con toda la violencia política y militar; luego por la fundación en 1929 encabezada por el General Plutarco Elías Calles del Partido Nacional Revolucionario, que la postre se convirtió en el PRI y que usó todas las artimañas para controlar al país hasta 2018.

El PRI acaparó el Poder Ejecutivo 71 años, hasta su derrota electoral de 2000. Durante todo este tiempo, el partido de Estado controló el Poder Legislativo, sin que hubiera una oposición real. Es en los años 60, que producto de las represiones y un control férreo de la sociedad mexicana, que sectores como el obrero, médico y estudiantil se organizaron para cuestionar y exigir mejores condiciones al omnipotente gobierno federal. 

El carácter autoritario del régimen desencadenó brutales acciones de represión y provocó heridas como las de Tlatelolco de 1968 y 1971, lo cual sembró la semilla de la inconformidad y el hartazgo que más tarde sería la fuerza de las corrientes de izquierda mexicana.

La ambición y la corrupción de un régimen totalitario emanado del PRI propició el terreno para las crisis económicas de las décadas de los 70 y 80, además del desastroso “Error de Diciembre” de 1994, mismas que dejaron a millones de mexicanas y mexicanos en la miseria y en las manos depredadoras del capital.

El campo, las mujeres, las y los jóvenes y las y los trabajadores de México fueron abandonados a su suerte. El clima de violencia empezó a crecer, al tiempo que el régimen priísta seguía controlando a los poderes, pues desde Los Pinos decidía quienes serían los encargados de conformar las cámaras de Diputados y Senadores, al mismo tiempo que se decidía quiénes serían, los miembros del Poder Judicial. 

En los gobiernos del PRI los jueces, ministros y magistrados fueron empleados del poder del partido gobernante.

Mientras el pueblo se estaba organizando. Las y los mexicanos no permanecimos como espectadores, ellos tenían las policías, el ejército y el capital, pero nosotras y nosotros teníamos la fuerza, el corazón, las utopías que nos impulsaban a organizarnos.

Empezamos a ganar elecciones desde el ámbito municipal, luego conseguimos curules en las cámaras locales de diputados y en el congreso general. Pese a la derecha del PRI y el PAN llegamos al senado. Ganamos gubernaturas y nos robaron dos elecciones presidenciales en 1988 y 2006. 

Muchos mexicanos y mexicanas logramos arrebatarle el control al PRI y ellos pactaron en 2000 con el PAN para simular la alternancia. Es así como llega a la presidencia, Vicente Fox (2000-2006), quien impulsó un fraude electoral para imponer a Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). Luego de las desastrosas administraciones panistas, el PRI regresa al poder y tras la gran corrupción, el hartazgo de una sociedad altamente organizada y politizada, construimos el triunfo de la Cuarta Transformación encabezada por el primer presidente de izquierda de México, Andrés Manuel López Obrador. 

En 2018 conquistamos el Poder Ejecutivo y obtuvimos la mayoría del Poder Legislativo, lo cual se repitió cuando el pueblo de México ratificó su apoyo a nuestro movimiento llevando al poder a nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo.

Hoy el Poder Ejecutivo, es decir, la presidencia y el Poder Legislativo responden a la gente, pues son resultado de la participación ciudadana. La presidenta, los diputados y senadores hemos sido elegidos por la mayoría de los mexicanos, sin embargo, el Poder Judicial permanece hasta hoy en la excepción. 

Jueces, ministros y magistrados fueron elegidos por las fuerzas políticas del viejo régimen, pero eso cambiará este primero de junio, pues estamos a unos días de lograr que las personas juzgadoras sean producto de la lucha democrática y que se deban a la gente que lo eligió, de la misma forma que a los otros dos poderes.

Tenemos la obligación y el compromiso con la patria de votar y elegir a las y los juzgadores que nuestro amado país necesita. La democracia ha costado mucho y debemos de honrar a quienes nos precedieron en esta lucha que está lejos de terminar. 

Nos vemos este 1 de junio en las urnas.

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