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jueves, 25 abril, 2024
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La Utopía en el Hogar (31): La Cultura. Entre muros y puentes, de nuevo

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Treinta y una semanas han transcurrido desde que la mayoría de comercios, lugares públicos, instituciones, escuelas y prácticamente todos los lugares debieron cerrar sus instalaciones o al menos, trabajar a un ritmo casi cercano a la inmovilidad total y con todas las visiones de presente y de futuro condicionadas al uso de la computadora, los móviles y el internet. Alrededor de sesenta siglos de exploraciones de formas de convivencia respaldadas por la búsqueda de la civilización, la cual a su vez ha dependido de los acuerdos colectivos de los que dirigen los grupos de poder y que por regla general los justifican con hallazgos en el campo de la ciencia, la educación, la cultura y las artes pero desvirtuadas por el conocimiento que se ha dado a partir de los postulados religiosos y las justificaciones políticas, principalmente aquellas que enmarcan y ensalzan a la monarquía. Doscientos veinte días de vida en medio de la pandemia y todo lo conocido hasta hace poco no tiene forma de sostenerse.

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Dentro de las calamidades derivadas de la adaptación forzada a los tiempos de la nueva normalidad, es que parece que hay que reinventarlo todo y en el terreno de los hechos difícilmente se observa que los individuos estén dispuestos a cambiarse a sí mismos. Parece ser que todo mundo aspira a cambios trascendentales, pero es incapaz de transformarse al menos mínimamente en lo que se refiere a las individualidades. Todo mundo cree(mos) que los principios son inamovibles en lo referente a las convicciones propias y se es incapaz de adaptarse a lo que proponen los demás para obtener cambios. El concepto de empatía no deja de ser un terminajo sin sentido para una población insensible que solo está esperando a que alguna deidad haga el milagrito de matar al bicho y poder regresar a la vieja usanza.

Para mala fortuna, se están enfrentando las consecuencias de la peor de las omisiones que han flagelado a México y al resto del mundo, el abandono del proyecto educativo. Por desgracia no hay formas de evaluar todo lo que se perdió por abandonar la educación como proyecto prioritario, no es posible medir lo que nunca apareció, pero con una mejor educación colectiva, otro gallo cantaría.

Ante estas circunstancias, es hora de enfrentar con decisión e ideas renovadas lo que nos depara el presente inmediato, es hora de rescatar valores adormecidos como son la honestidad, la entrega, la devoción por el trabajo, el respeto al prójimo, la responsabilidad, la eficiencia y otros que han sido abandonados a la buena de Dios, mientras florecían las sandeces desarrollistas que fueron adoptadas en el descarado, despiadado y nada honesto período que impuso malamente lo que hoy día se conoce como período neoliberal.

La tarea es difícil y complicada, pero era aún más difícil, si no imposible, sobrevivir a las condiciones de mala leche que nos impusieron esos piratas suicidas que ejercieron el poder en los últimos treinta y seis años y que rapazmente se dispusieron a saquear todo lo que de valor tuviera el país. No es gratuito que no se tengan argumentos sólidos para fundamentar sus groseras protestas ante la nueva dinámica que plantea el actual gobierno. Y esta coyuntura debe aprovecharse. La mejor forma es tendiendo puentes. Y el puente más importante por reconstruir es el que se refiere al restablecimiento del proyecto educativo nacional, con las columnas que lo soportan, la cultura, la ciencia y las artes.

Es hora de definir perfiles. Durante muchos años los educadores, científicos y artistas han tenido que sobrevivir a contracorriente porque desde el terreno de la institucionalidad se demeritaron los logros de los cerebros mexicanos y se le dio presencia estelar a las, perdón, idioteces que nos han venido regalando los medios de comunicación.

Las instituciones responsables de estos encargos deben redefinirse y plantear sus propios perfiles. Es momento de rediseñar las características ideales de aquellos que se serán responsables de regir la educación, la ciencia y la cultura. El país está enfrentando cambios que hasta apenas hace un par de años eran inconcebibles. Y esto está haciéndose por fuerza a nivel federal. Con esta referencia, el estado de Zacatecas puede plantear sus propios puentes para salir del atolladero en que se encuentra para comprobar el mote de estado interesado en estas disciplinas. Aún permea la distancia entre los que se cuecen con el fuego de la selectividad mal ejercida y aquellos que tienen la cacerola por el mango.

Si se quiere ver avances en estos rubros, habrá que encontrar aquellas personas que cumplan los requisitos para administrar las disciplinas que le dan imagen internacional a un país, en este caso el nuestro. No debe permitirse más el designio digital de quienes sean responsables de estas áreas de conocimiento que son las únicas que le pueden dar sustento al futuro. Eliminando la confrontación entre ciudadanos y Estado, se estará más cerca de construir un futuro ideal. Así, la violencia de cualquier tipo dejará de encontrar su nicho en el desarrollo de una verdadera civilización.

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