En México tenemos una costumbre extraña. Casi todas las personas —me atrevería a decir que en todas las clases sociales–, hemos abierto el congelador de nuestra casa con el objetivo de consumir alguno de nuestros productos favoritos, solo para destaparlo y darnos cuenta de que en realidad había sido rellenado de frijoles con gorgojo, sopa de verduras o cualquier otro comestible.
Hace un par de años las redes sociales explotaron cuando se hizo viral un comercial de CLORALEX de la década de 1960. La razón era que en este spot televisivo una mujer anunciaba que las botellas de ese detergente habían cambiado de vidrio a plástico, y recomendaba ampliamente que una vez que se terminara el cloro, las botellas se utilizaran para depositar otros líquidos, como agua y leche.
Las instituciones sanitarias ya han expresado sus preocupaciones y los riesgos de reciclar una y otra vez contenedores de plástico para almacenar cualquier tipo de alimentos. Las consecuencias, según expertos, pueden variar desde una infección estomacal severa hasta un cáncer mortal.
En nuestro país, durante años, se acuñó el término del destape para señalar el momento en que se revelaba a las y los candidatos de elección popular, desde alcaldes hasta presidentes de la república.
La descripción de este proceso descrita por Wikipedia –una fuente que puede llegar a ser muy útil y a mi parecer subvalorada–, es la siguiente: los aspirantes hacían apariciones públicas antes de que el presidente en turno seleccionara al que sería el candidato priista —dedazo—. Posteriormente, un «funcionario de confianza» anunciaría la decisión —destape—. A partir de ese momento, el partido apoyaría al elegido —destapado— , incluso los rivales, de quienes se esperaba que «afirmaran que el presidente había escogido al mejor hombre para el trabajo».
Ese proceso se repitió durante más de un siglo en México, causando que nadie se sorprendiera cuando el presidente en turno seleccionaba a su sucesor.
Podríamos decir, utilizando una analogía acorde a nuestros tiempos, que el primer mandatario era, en efecto el destapador. Pero al hablar de los sucesores la cuestión se empieza a complicar ¿eran las corcholatas, la botella o el contenido del recipiente?
La primera opción, por la que ha optado el actual presidente AMLO, tiene varios problemas de origen. Todas y todos sabemos que las corcholatas tienen una vida más corta que una mosca una vez que son retiradas de la botella. Piense, por favor, en cuántas ocasiones ha ido usted a una taquería, ordenado una coca-cola y guardado la tapa para conservarla en lugar de desecharla. Nunca.
En otras palabras, las corcholatas son, una vez abierta la botella, irrelevantes. su relevancia radica precisamente en su capacidad de no dejar que se escape el líquido, pero eso nos llevaría a una segunda pregunta: ¿qué es lo que quiere el presidente que no salga de la botella? ¿Qué es lo que quiere seguir tapando? ¿Cuál es la corcholata más apta para utilizarla a su antojo y, en un acto magnánimo, prolongarle sus funciones y con ello la vida útil?
La segunda opción es que las y los posibles candidatos sean la botella completa. Se trata de un escenario similar al de las corcholatas, con la excepción de que su vida es más duradera, y que su diseño sí puede influir en que sea seleccionada por los consumidores. Pensemos, nuevamente, en Coca-Cola. Se dice que parte de su éxito se dio gracias a que la botella tenía la silueta de una mujer, poco importaba el contenido.
La última opción es que los candidatos y candidatas sean el líquido adentro de la botella. Ahí sí se complica la cosa, porque esa es la verdadera sustancia, lo que las personas van a consumir. Pueden variar las corcholatas y botellas pero, al final, una vez que usted elige su bebida preferida difícilmente cambiará de parecer.
El presidente ha dejado claro que para él hay tres posibles personas a sucederlo, las ha llamado corcholatas. Fuera de ese abanico presidencial están otras y otros actores políticos que, o no han sido nombrados por el presidente o se niegan a ser catalogados como corcholatas, quizá por lo que eso representaría.
Finalmente, en lo que realmente nos tenemos que fijar es en el contenido. ¿Cuáles son las propiedades de lo que nos vamos a tomar?, ¿qué es lo que realmente nos hace bien?, ¿cuál es la mejor opción? Las demás son preguntas superficiales, y aunque el actual destapador quiera o busque sorprendernos, debemos tener claro los riesgos de poner líquido viejo en botellas nuevas.