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martes, 19 marzo, 2024
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Notas sobre los conflictos sociales y las guerras en curso

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Por: Erik Herrera •

En diversas concepciones de la sociedad, así como en las políticas públicas, en distintas materias, sociales, de seguridad, económicas, educativas, de salud, anticorrupción, etc., encontramos una concepción no problematizada de la sociedad, que deberíamos analizar con mayor detenimiento.

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Lo primero que habría que preguntarnos es ¿a qué “sociedad” se hace referencia? Parecería que se trata de un sujeto -o una “cosa”- que el “sentido común” nos presenta como objeto inmediato que se impone como “evidencia” por sí misma. Recurrimos a la identidad de una sociedad y ésta gira en torno a la respuesta a la pregunta: ¿quiénes somos? ¿Cómo nos autodefinimos?, como nación o “comunidad imaginada”, mexicanas/mexicanos, o, en términos de la “matria” (término empleado por el historiador Luis González) como zacatecanas/zacatecanos. Pero esa respuesta que intenta designar al “nosotros” o a la “sociedad que somos”, en cuanto se somete a interrogación, nos muestra líneas problemáticas que nos reenvían en distintas direcciones, donde la significación elegida (X) nos conecta con otras significaciones (Y, o Z, o n…)  y esas “remisiones” a las que nos reenvían sin cesar son parte del universo simbólico, de las representaciones, afectos e intenciones, que forman e informan a la sociedad de que se trate, pero ese universo simbólico no es, para nada, estable, y homogéneo, está dividido, y en permanente conflicto. 

Socialmente, y más aún, si partimos de un tejido social en proceso de descomposición, como el que es propio de la época actual, donde no hay acuerdo (o un consenso claro y distinto) y las significaciones que están en el núcleo del imaginario social dominante (capitalismo financiarizado -neoliberalismo-) enfrascado en producir una guerra sin fin, porque está en juego el poder o la hegemonía a nivel mundial, y eso desembocara en esta “guerra mundial”, que ahora se encuentra en curso, ya sea en el enfrentamiento entre Rusia y la alianza atlántica, y detrás de este primer “teatro de guerra”, cada vez más visible y crucial, el enfrentamiento entre China y la alianza atlántica. Mientras que por otro lado, para nosotros fundamental, porque el imaginario social dominante, arriba señalado, y sus significaciones centrales, se encuentran cuestionadas, o de plano rechazadas, y son creadas (o será necesario crear) otras significaciones que forman parte de otro imaginario social alternativo (u otros) cuya visión entra en conflicto con la visión canónica, situándose, ante ese “bloque”, como su polo antinómico, por ende, el empuje o intención de este proyecto de transformación social, apunto hacia un modo de organización de la sociedad distinto del actual (la apuesta en juego es altísima desde el punto de vista de la humanidad y de la defensa de nuestra casa común: el planeta tierra).

Siguiendo esta teorización, vivimos -entonces- en una sociedad dividida, donde se enfrentan visiones en conflicto, enfrascadas en diferendos persistentes, incluyendo “guerras culturales” o ideológicas, que suelen articularse junto a otros factores, políticos, económicos, tecnológicos, militares, en lógicas de guerra de carácter total (en guerras totales), incluyendo la creciente hibridación de los enfrentamientos (en donde la guerra sería la política conducida por otros medios) enfrentamientos tanto de carácter externo (entre actores a escala transnacional), como en los enfrentamientos de carácter interno (entre actores a escala “local”). 

Para iluminar cómo se desarrolló históricamente la constitución de esas concepciones de las sociedades, y su empleo en las políticas públicas, me parece importante recurrir a la investigación histórica sobre la elaboración teórica de Michel Foucault, en torno a las teorías políticas y sociales del liberalismo en el Siglo XIX, realizada por Maurizio Lazzarato y Eric Alliez*, ellos mencionan ómo Foucault advierte en el curso de su teorización, una distinción sobre lo que sería la sociedad, en el Liberalismo clásico, al basar lo social en la propiedad (el contrato), y en los individuos que la poseen (el individualismo posesivo), vinculando a los individuos por esa vía, en la “sociedad civil”. Pero donde esa “sociedad civil” estará formada por los propietarios, con todas sus consecuencias, división entre quienes tienen derechos políticos y quienes no, y por tanto quienes podrán ocupar un cargo y quienes no, quienes podrán votar y quienes no, etc. Mientras que por otro lado, Foucault, según el estudio de estos dos autores, establecería una segunda vía histórica de explicación sobre qué es la sociedad, basada en el hábito/técnicas disciplinarias, propia de la teoría social, que deriva en la vinculación de los individuos a la “sociedad en su totalidad”. Aquí la consecuencia es que, a partir de esta vía, se borran las divisiones y las pertenencias de clase, en donde (en este pasaje, -de la división social al “todo social”-) la sociología de Durkheim tiene un papel importante.

No obstante, de acuerdo con Lazzarato y Alliez, al continuar con la elaboración de su propia teorización en torno a la gubernamentalidad, Foucault deja atrás esta distinción entre la sociedad de propietarios regida por el contrato, y la sociedad de los no propietarios. Naturalizando a la sociedad, que no tendría ya más esa división de clases. Constituyendo así a la “sociedad” en un “orden natural” y “espontáneo” de los hombres entre sí”. Así, siempre según este estudio, la gubernamentalidad foucaultiana se ejerce sobre esta “naturalidad intrínseca” a la sociedad, que queda en evidencia en una cita señalada por ambos autores, donde Foucault escribe: … “El Estado tiene a su cargo una sociedad, una sociedad civil y debe garantizar su gestión” (p.139).

Así, de acuerdo con Lazzarato y Alliez, en Focucault quedan borradas las distinciones del liberalismo clásico y “con ella todo rastro de gestión de las divisiones sociales, y del intercambio desigual que ellas promueven, (entre terrateniente y jornalero, manufacturero y obrero, entre el comerciante y el público)”. Mientras que, señalan ambos autores, esas divisiones y la gestión correspondiente de los conflictos que las mismas generaron, eran reconocidas “por Adam Smith, cuando distinguía entre el “interés general de la sociedad” y los puros intereses privados de las clases dominantes” (p.139). 

De este modo se plantea una genealogía que desemboca en la concepción de la sociedad de diversas teorías sociales, que entre otras derivaciones, desembocarán en varias de las principales perspectivas con las cuales se elaboran las políticas públicas que borran las divisiones entre clases, los conflictos sociales y propiamente la guerra como dinámica constitutiva del capitalismo desde la acumulación originaria hasta la actualidad.

*Maurizio Lazzarato y Eric Alliez. Guerras y capital. Ed. Traficantes de Sueños y Ed. Tinta Limón. Madrid, 2022.

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