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martes, 29 abril, 2025
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México aprisionado: Inmovilidad y petrificación social

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

México funciona como sociedad estamental. La posibilidad de que las personas que nacieron pobres cambien su condición social es bajísima. Por tanto estamos en una sociedad que ha eliminado la efectiva libertad, ya que el ámbito de la decisión personal en la conformación del propio destino está nulificado, y el destino parece caer encima por el lugar donde hemos nacido. Estamos en un país maldito donde la condición social encadena el futuro de las personas a reproducir su circunstancia, y con ello, seguir dentro de los barrotes de su quintil. Esta situación se le estudia desde la llamada “movilidad social”, la cual podemos definir como la posibilidad que tienen las personas de cambiar su condición socioeconómica. Con ello, se puede observar el nivel de oportunidades que el país ofrece a su población para movilizar sus talentos y poner en práctica sus aspiraciones. Si en el edificio social no hay posibilidad de que las personas se mueven verticalmente en diferentes campos socioeconómicos, significa que no existen oportunidades; y asimismo, que no hay Desarrollo Humano. Recordemos que el Desarrollo Humano se define por el nivel de Capacidades, y estas son las oportunidades-reales que tiene la población de realizar su libertad o ejercer sus aspiraciones. En suma, si un joven quiere ser médico y no lo es —aunque tenga la determinación personal, disciplina y talento para serlo— por una falta social de oportunidades, significa que ahí ocurre una injusticia que le impide a las nuevas generaciones realizarse. Pues bien, esa injusticia es directamente proporcional al nivel de movilidad social que tenga una nación. Porque la movilidad expresa la existencia de mayores oportunidades. Y entre más oportunidad, los destinos de la gente son conducidos por sus decisiones y talentos, y no por destinos sociales que los aprisionan.

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El Centro de Estudios Espinosa Yglesias trabajó durante varios años para sacar una medición de la Movilidad Social Intergeneracional, y finalmente, hace poco ha publicado el Informe de ese estudio. Los resultados son para motivar a la depresión o a la osadía. Los pisos del edificio social lo armaron en quintiles (5 pisos). Y resulta que 48 de cada 100 mexicanos que provienen de hogares del quintil más bajo de la distribución no pueden salir de ahí; y 52 de cada 100 que provienen de hogares del quintil más alto de la distribución no se mueven o permanecen en su estrato sin esfuerzos adicionales. Este alto nivel de inmovilidad conduce a revisar el factor que tradicionalmente consideramos como movilizador: la educación. Resulta que en el estudio de la relación entre ingreso y nivel educativo, se ve con nitidez que el nivel educativo influye en el ingreso, pero sólo después del cursado de licenciatura y postgrado; y esos niveles educativos están muy determinados por el origen de la familia: de los hogares pobres y con padres sin profesión, sólo lograron llegar a educación superior el 5 por ciento de los jóvenes; y de las familias de quintil superior y con padres con profesión, alcanzaron a tener carreras profesionales el 85%. Es decir, 5 contra 85. Lo cual significa que hay una sobre-determinación del origen de la familia en el destino de sus jóvenes. El estudio muestra que sólo 6% de las personas cuyo padre cuenta con una ocupación manual de baja calificación, alcanzó una posición no-manual de alta calificación, y por tanto, el 94 restante quedó atrapado en la condición de origen. Y al revés también es cierto: los chicos que nacen en cuna de seda continúan en su estrato por factores heredados. Es notorio también el carácter de género de estas injustas relaciones sociales: las mujeres tienen mayor certeza que los hombres de quedarse en el quintil pobre. La reproducción de la desigualdad sigue teniendo un sello de género.

En México tenemos no sólo una pobreza persistente, sino una desigualdad que se ha petrificado. Alguien podría pensar que si hay desigualdad pero con alta movilidad, no habría injusticia (como es el caso del famoso sueño americano), porque esa sociedad desigual produciría también las oportunidades para que la libre iniciativa de los osados se vea coronada con el éxito. Sin embargo, no es así. La inmensa mayoría de las personas están reproduciendo la condición de sus padres, incluido Estados Unidos. Y los casos donde ocurren brincos de estrato socioeconómico son meras excepciones.

La clave para enfrentar esta situación desde la política pública es la educación, pero con un par de agregados esenciales. Veamos: (1) como la ampliación en la cobertura en educación básica no está impactando en la movilidad social, significa que el déficit de calidad está perpetuando la desigualdad. Por ello, es esencial lograr la sinergia de calidad-equidad en educación básica. Y (2) en el caso de la educación superior, no basta con pensar en ampliar la cobertura, porque podemos tener egresados que no sean absorbidos por el mercado laboral, lo cual está ocurriendo, y la mayor prueba  es el alto índice de migración calificada que tenemos. Se debe construir un modelo de acción que sincronice mercado laboral con educación superior, para así, conseguir lo que puede ser el gran eje maestro del desarrollo: crear el Mercado Laboral Calificado en todos los sectores. Con este objetivo como eje estratégico, se puede organizar todo una visión sistémica del desarrollo que organice la política educativa, del campo, del empleo, de la seguridad social y de estructura hacendaria; y con ello, de manera simultánea disminuir la desigualdad y pobreza del país.■

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