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viernes, 19 abril, 2024
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Banco famoso en venta

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Por: Mauro González Luna •

Ha llamado mucho la atención la noticia reciente de la próxima venta de viejo Banco mexicano, por parte de su accionista extranjero. Dicha noticia ha sido objeto de abundantes comentarios.

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No me quedo al margen, y escribo sobre ello, aun sabiendo que hay otros temas de mucho mayor trascendencia humana, como erupción del volcán en Tonga y su repercusión en las playas peruanas que ahora empaña el petróleo y no el crepúsculo; tensión en Ucrania y el mundo; exhumación insólita de bebé; Afganistán y sus mujeres traicionadas por Occidente; muerte incesante, desempleo y duelo por una pandemia insensatamente enfrentada; sindicalismo libre en ruinas; violencia aterradora; concentración inaudita de riqueza y ausencia de remedios  recomendados por Thomas Piketty; racismo y atropello antinmigrante pobre. Pero en ocasiones vale la pena hacer una pausa, aligerar la densidad del análisis crítico.

Además, tengo conocimiento de lo esencial en materia de legislación bancaria y de su relevancia en el sistema económico de las naciones, al haber colaborado honrosamente en mi juventud, con el Instituto para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, que asesoraba a países en desarrollo en tal materia, entre otras, por lo que no escribo al tanteo.

La razón estratégica que dan representantes de dicho vendedor para explicar tal operación, es, en palabras llanas: concentrarse en los grandes mercados de capitales, banca de inversión en valores y servicio a grandes empresas, y, por otro lado, deshacerse de la banca de consumo en varias partes del mundo, salvo en Estados Unidos, es decir, de la banca comercial tradicional que recibe depósitos del gran público al que, a la vez, presta dinero y servicios complementarios, a través de una red de sucursales.

Representantes del vendedor señalan, además, que la banca tradicional es un estupendo negocio, y que la venta del Banco mexicano no obedece a cuestión de costos, sino a un cambio de estrategia global. Pero entonces, surge de inmediato una cuestión de lógica elemental, si es tan buen negocio para banqueros, idólatras del dinero según diagnóstico shakesperiano en el Mercader de Venecia, ¿por qué lo venden?

Un filósofo alemán de mente genial, sostuvo que lo que se oculta en un texto es más revelador que lo que se dice, que lo que se externa verbalmente. En contexto análogo, Noam Chomsky ha dicho que las grandes corporaciones manejan secretamente sus estrategias de negocios. Por ello, hay que intentar desvelar, sacar a la luz, lo que pudiera estar escondido en el caso de la venta comentada, para dar una respuesta sensata a la pregunta: ¿por qué entonces lo venden si es tan buen negocio?

Hay que partir de la premisa de que los grandes conglomerados financieros no han dado ni «dan paso sin guarache», según dicho popular famoso y veraz; baste recordar como ejemplo, que bancos ingleses, holandeses y franceses financiaron, a lo largo de tres siglos, el infame y lucrativo comercio de miles y miles de esclavos negros del África, destinados a morir muy jóvenes en las plantaciones caribeñas de caña de azúcar.

Es importante recordar que, en 1933, a raíz de la gran depresión de 1929, la famosa Ley Glass-Steagall de los Estados Unidos, dividió de manera tajante el negocio de la banca en dos sectores como medida prudencial. Por un lado, la banca especulativa, la de inversión en valores, y por el otro, la banca comercial tradicional. Se prohibió a la comercial especular con el fin de proteger el dinero de los ahorradores y depositantes de los graves riesgos y vaivenes de las inversiones en valores.

Pero en 1999, en el apogeo del neoliberalismo, se relajaron las normas protectoras de los clientes de la banca comercial, derogándose la Ley Glass-Steagall. Así, los bancos volvieron a especular con préstamos e inversiones de alto riesgo como los famosos derivados, para aumentar sus ganancias, y al mismo tiempo continuaron con el negocio de banca comercial; así operaron felices los bancos, especulando con las hipotecas «subprime», por ejemplo. A la vuelta de pocos años, vino la crisis devastadora del 2007-2008, y el costosísimo rescate de grandes bancos por el gobierno, entre ellos, Citigroup con más de ¡300 mil millones de dólares!

En 2010, como reacción a tal crisis, se reforzó la supervisión gubernamental de la banca de Estados Unidos, y se instrumentó la «Regla Volcker» que entró en vigor en 2014, para disuadir a los bancos de no asumir demasiados riesgos por medio de ciertas medidas prudenciales, pero a partir de 2020, se relajó dicha regla, permitiéndose a los mismos realizar grandes inversiones en capital de riesgo, y luego apareció la pandemia y sus apocalípticas consecuencias en todos los campos.

No hay duda, la recurrente inestabilidad financiera global es una constante derivada de la matriz de políticas neoliberales diseñadas para defender el privilegio de unos cuantos, cuya riqueza extrema no tiene patria ni corazón. Políticas esas defendidas por los bancos centrales y por economistas al servicio de la desigualdad. Ello, en detrimento del anhelo de justicia social, del solidarismo como remedio a los males del individualismo y comunismo, del Bien Común de una población inerme, anonadada por pandemia, desempleo, violencia, racismo y pobreza en tantos lugares del orbe.

Desde hace décadas la banca comercial en Estados Unidos ha venido en declive, y en la actualidad, el auge de la disruptiva tecnología financiera que avanza como un tsunami con sus innovaciones, está desplazando a la banca tradicional, con frecuencia anquilosada, atrasada, y, por ende, en vías de extinción. Las criptomonedas, la banca «online», los sistemas de pagos agilísimos, las empresas Fintech, son ejemplos ilustrativos de tal tsunami.

Según parece hay varios interesados en su compra. En este mundo hay mercado para todo y para todos. Ojalá corra con suerte el comprador. Es curioso, pero la filosofía y la historia pueden arrojar luz aún en el caso de decisiones de tenderos que, por regla, se entretienen y tienen ganancias astronómicas con el dinero de los demás.

Concluyo. Así como hay un proceso de extinción de las especies animales, lo hay de las instituciones humanas. Tal proceso lleva tiempo, pero tarde o temprano se consuma: es la ley del envejecimiento de las cosas, muy bien estudiado por Max Scheler en su Sociología del Saber. Conforme a los datos duros, hay bases para sostener que la banca tradicional será en un futuro no muy lejano, una especie de animal financiero extinto, un dinosaurio del pasado, como lo fue la carreta a la llegada del automóvil. «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», un decir sabio del rey Salomón.

Dedico este artículo, con simpatía y cordialidad, a mis nuevos alumnos universitarios que cursarán la materia de Filosofía Política, en la carrera de derecho.

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