Pronto habrá un complejo proceso electoral en el que se pondrá en juego el rumbo nacional: se profundiza, se estanca o retrocede. Pero, a nivel estatal no se vive lo mismo. Se puede afirmar, sin equivocarnos, que la cuarta transformación no se vé representada en la figura del jefe del ejecutivo estatal, ni en ninguno de sus colaboradores. El Gobierno del Estado, en su conjunto, no ha sido capaz de pensar, mucho menos de concretar, un profundo plan de transformación local, lo que podríamos llamar “una cuarta transformación para Zacatecas”.
Incluso, muchos de los funcionarios del ahora gobernador David Monreal, no saben en qué consiste la cuarta transformación que impulsa el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es evidente que la clase política que se encuentra encumbrada en el gobierno estatal ni entiende, ni comulga con los ideales de la 4T. La mayoría son chambistas, oportunistas, vividores del presupuesto que piensan y actúan igual que antes de la llamada 4T. Basta ver sus comentarios en redes sociales. Pero, sobre todo, la praxis política de la que participan.
En honor a la verdad, y la mayoría de los zacatecanos lo entendemos, una cuarta transformación para Zacatecas debe empezar por desterrar el nepotismo, no sólo el que contemplan nuestras leyes que prohíben, a quien ostenta un cargo público, la contratación de familiares, pero protegen esa figura política si los familiares son acomodados por otros directivos no familiares. O se intercambian por negociación entre gobiernos. Esa práctica política es legalmente permitida, hasta ahora, pero es moralmente detestable. Como repugnante lo es el concebir como patrimonio familiar las esferas ejecutivas del estado y de los municipios y que, en tal circunstancia, puedan ser heredadas.
Eso ya no es propio de un cacicazgo. Es peor que eso. Se trata de un moderno, y sin embargo anacrónico, sultanato que, para mantenerse como dinastía gobernante, ha de corromperse y corromper. En esa circunstancia, la política es muy pragmática, sin valores, sin principios, sin programa social y hace de los miembros de una familia una marca que venden como “garantía” de “un buen gobernar”.
Si no hay valores, principios ni programa social es porque se niegan a ser una seria corriente política. Por eso, “el monrealismo” es un discurso. Sólo existen los Monreal. Pero, además, porque eso exige criterio y una gran dosis de disciplina moral e intelectual. Salvo las maniobras trepadoras no hay producción programática. No entienden que para ser consecuentes con una cuarta transformación para Zacatecas se ocupa, antes que otra cosa, entender teóricamente la realidad estatal y, a partir de eso, delinear acciones concretas del cambio económico, social, político y cultural.
Y no son capaces de entenderlo porque, además de no ser su fuerte el análisis y la elaboración de estrategia transformadora, representaría autonegarse como clan político y superar esa figura retrógrada. Por eso, está claro: una cuarta transformación para Zacatecas tiene que pasar por sobre las estructuras de corrupción y complicidad política que, coincidentemente, se instalaron localmente con la llegada del neoliberalismo al país. (léase mi artículo, publicado aquí mismo: “Ricardo Monreal y el retorno al neoliberalismo”).
Una cuarta transformación para Zacatecas debe significar un proyecto de crecimiento y desarrollo económico claro, enmarcado en el contexto del rumbo nacional. Además de emblemáticas obras de infraestructura con imponente impacto social debe considerarse las fortalezas de nuestros suelos y la naturaleza, pero también la preparación científica y tecnológica porque sin el desarrollo de las fuerzas productivas no es posible una sólida y desencadenante transformación material, fundamento necesario para elevar los niveles de bienestar de la sociedad.
En las condiciones en que, para desgracia de la sociedad zacatecana, naufraga la llamada “gobernanza”, es urgente pintar la raya y explicar que esa gobernanza no es sinónimo de 4T, sólo la separa de la derecha corrupta la conveniencia y transitoria afiliación legal partidista, no de convicción y praxis política.
Todo lo contrario, lo que localmente llaman la gobernanza es el discurso político e ideológico del conservadurismo más rancio de nuestro estado. Se trata de un séquito político que, como tumor maligno, se ha implantado en el Movimiento de Regeneración Nacional.
Es evidente, quienes en Zacatecas usufructúan personal y familiarmente los beneficios de la cuarta transformación, no darán su brazo a torcer, porque se requiere de honestidad, principios, valores, entereza personal y una gran fortaleza de voluntad política que permitan comprender y asimilar que deben anteponerse los intereses sociales por sobre los familiares.
En consecuencia, y como lógica e históricamente sucede en estos casos, la 4T para Zacatecas deberá ser obra de una aplastante mayoría que, poco a poco, se va construyendo sobre las ruinas de la vieja clase política, que no deja de ser vieja porque los nuevos cachorros empiecen a gatear en la arena pública.