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martes, 19 marzo, 2024
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El Jardín de Moneta

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Lo confieso: yo no lo he hecho. Me explico: lo de escribir un prólogo para un determinado libro. Hasta ahora nadie me lo ha pedido y es un gesto que agradezco de la vida y de mis amistades. Supongo que, si sabes escribir y leer, también puedes escribir prólogos. No hay reglas. Por lo regular, en los prólogos se nos presenta al libro como si se tratase de una quinceañera en plena fiesta en el patio de la vecindad. Se habla del autor, pero también del libro. Obvio no se dice de qué trata (no tendría ningún chiste).

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            Este es el inicio del breve camino para tomar de la mano la lectura de “El Jardín de Moneta” (Editorial Verso Destierro, México, 2023) de una muy joven (y no por ello menos inteligente) Araceli Amador (en el apellido lleva su amorosa penitencia). El prólogo lo escribe Kyra Galván, a quien no tengo el gusto ni de conocer ni de leer. Hay en este prólogo unas cuantas líneas con las que me gustaría comenzar a hablar de “El Jardín de Moneta”, tras efectuar su atenta lectura. Dice Kyra Galván al referirse a un libro anterior de Araceli Amador: “Del primer libro de Amador: ‘Sirenas de cuarzo; el lugar privilegiado (Editorial Verso Destierro, México, 2021) a éste (se refiere a ‘El Jardín de Moneta’) hay un salto cuántico…”. Y aquí me detuve porque cuando lees hay palabras que te brincan, que alzan su brazo y piden lista de asistencia, que difícilmente consigues entender. Y fui al Diccionario: “Cuántico”: “Perteneciente o relativo a los cuantos de energía. Física, mecánica, teoría cuántica”.

            E intenté hacer la asociación de la palabra con una obra literaria. Y no lo conseguí. Prosigue Kyra: “Detecto un libro bien estructurado y concebido como una unidad, aunque quizás demasiado conceptual para un espíritu tan joven (quiero creer que se refiere a Araceli Amador). De una voz prometedora (quiero creer que se refiere a Araceli Amador), aunque aún verde y endeble”. Hasta aquí la cita de Kyra Galván: ahora sabemos que se puede escribir un prólogo y que se pueden emplear las palabras “cuántico” y “verde” (como si se tratara de frutas y verduras).

            Sin embargo, lo primero que debe tener en cuenta Araceli Amador es que su poesía se atreve, estructura, concibe, y es capaz, muy capaz, de entregarnos un libro tan redondo como el primer bolillo del día (yo también sé de comparaciones).

            Si a través de este texto le pudiese enviar un mensaje a Araceli, le diría que la edad no es ningún impedimento para desarrollar el talento que se tiene, que no hay que dar ningún salto y que para nada se vaya a considerar “verde”, pues su poesía es demoledoramente exacta, justa y atrevida: “Quisiera ser el reflejo de mi poesía/una hija de la chingada,/ la almeja que en su interior/guarda un sol”.

            Podríamos asegurar que la poesía de Araceli Amador se da en la confrontación con uno mismo. Muchos de los poemas de “El Jardín de Moneta” están estructurados a partir de una primera persona, que seguramente es la autora, y por lo tanto los poemas cumplen su función literaria, pero además edifican una mínima autobiografía íntima de Araceli Amador.

            Y si la poesía tiene una de las características más importantes y trascendentales para el ser humano y para la historia misma, es que a través de ella el autor se puede confesar, deconstruirse y volver a ser en cada verso, en cada imagen, y sobre todo, atreverse y no tener miedo de que no se escriba conforme a lo establecido porque, en uno de los poemas que más me gustó del libro, Araceli habla de las arañas, las configura a través de las palabras, nos da imágenes de una plasticidad asombrosa: “Ellas, las arañas/tejen constelaciones/embellecen el reflejo de los charcos con su seda”. Pero este es un solo nivel de la poesía de Araceli: una vez que nos presenta la imagen, se sostiene de ella para darle vivacidad a lo diminuto que nos parece la araña: “La más joven/desliza sus carnosas piernas/por el suave cordón”.

            Hay en la poesía de Araceli, y propiamente en este libro, atrevimientos que se encuentran muy cercanos a los hechos asombrosos que Julio Cortázar nos presenta, por ejemplo, en “Carta a una señorita en París”, donde repentinamente a uno de los involucrados le empiezan a salir conejos por la boca. Pues bien, ignoro si Araceli conoce el cuento del Gran Cronopio, pero ella va por más, comprende, acaso, que la poesía es imagen y que las imágenes se pueden desarrollar a partir de hechos extraordinarios: “Cuando grité/plumas salieron de mi boca/vomité a la serpiente que tenía por tripa/y pájaros me brotaron del hígado”. No es occioso señalar, además, que uno de los poemas de este libro de Araceli parezca convocar a lo más absurdo del absurdo de “La cantante calva”.

            Hemos llegado al final de esta columna. Muchos indicios parecen prometer que Araceli Amador tiene pasión para más. No sé si esté “verde” o no: yo me quedo con la lectura que hice y si bien “El Jardín de Moneta” no me pareció excelente (hay algunas cosas que siempre se pueden corregir, mejorar, buscar otros horizontes poéticos y semánticos) es una muy buena propuesta literaria de una generación de escritores jóvenes, que dentro de algunos años darán noticias, por lo que también debemos agradecer a la editorial Verso Destierro, y a su directora, también poeta, Adriana Tafoya, a quien está dedicado “El Jardín de Moneta” que dé espacio a jóvenes autores, que se esmere en cuidar las ediciones, el diseño de Roberto Nava es original y da una muy buena carta de presentación al sello editorial, y que los ponga en manos de los lectores a muy buen precio. Por favor, dense la oportunidad y conozcan más del catálogo de Verso Destierro, les aseguro que aún quedan sorpresas en el mundo literario.

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