Luego de una rigurosa investigación que a propósito de su jefe le ordenó su jefe, en la que fueron interrogados decenas y aun cientos de subordinados diversos llegaría, el secretario de la función pública, a la conclusión de que al adquirir sus respectivas mansiones ni la esposa de su jefe, ni el secretario de hacienda de su jefe, ni por supuesto su jefe, incurrieron en conflicto alguno, y mucho menos de interés; dictamen que debido probablemente a una filtración mucho antes de formularse era de sobra conocido, y que por alguna arcana razón nadie en absoluto creyó; circunstancias éstas que detectadas una vez por el licenciado Peña lo llevaron, no sin antes protestar su más absoluto apego a derecho en todas y cada una de sus múltiples y cotidianas adquisiciones, a pedir disculpas a los que por alguna desconocida razón pudieran sentirse ofendidos; ya que, según dijo, hoy más que nunca debiera entre los mexicanos prevalecer la unidad, misma que se ve obstaculizada, y aun anulada, por una desconfianza generalizada en las instituciones.
No resta, ante mensaje tan oportuno, sino felicitarnos por la aguda sensibilidad de quien toma las decisiones que tanto nos benefician, aplaudirle sin ambages y encomendarlo a Dios en nuestras oraciones; empero también, así sea sólo por matar el tiempo, plantear algunas incógnitas, verbigracia: si de acuerdo con la reiterada narrativa del lic. P.N. vivimos en un estado de derecho; elegimos de manera impecablemente democrática a nuestras autoridades, surgidas de partidos intachables; en nuestro venturoso territorio el ejército y la armada, diseñados para exterminar seres humanos, respetan los “derechos humanos”, y nuestros precisos y sus secretarios, a los que habrá que añadir a lo góberes preciosos y sus casi siempre numerosas familias, et al, se hacen obscenamente ricos “conforme a derecho”. ¿Por qué será que siente, la ciudadanía, hacia las instituciones públicas, tal resquemor?
Como solía decirse, ante enigmas tan inescrutables, en la vieja corte de Castilla: Averígüelo Vargas o, mejor aún, el secretario de la función pública.■