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domingo, 20 abril, 2025
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Teuchitlán: la verdad también desaparecida

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

No se trata de una mera controversia lingüística, ni sólo de imprecisiones periodísticas inocentes; las palabras con las que se describe lo ocurrido (o lo especulado) en Teuchitlán, construyen narrativas que, deliberadamente o no, sirven a intereses políticos diversos.

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La mayor discusión está en hablar de “campo de exterminio”, como le han llamado algunos, tal es el caso de la periodista María Idalia Gómez quien argumenta que el concepto es válido porque se trata de “un campo de exterminio de la voluntad”, aunque en realidad lo que viene a la mente con tal término es que se trata de un lugar similar a los campos de concentración nazis de la Segunda Guerra mundial.

Tal es así, que en redes surgió la interpolación de la imagen de los zapatos encontrados en el rancho jalisciense con una fotografía del calzado que ahora se exhibe en el Museo de Auschwitz en Polonia.

Pero los cómos y los porqués importan y dan luz a lo sucedido, y con toda responsabilidad tendría que haber conciencia de que usar “campo de exterminio” o “de entrenamiento” hace diferencia y prefigura una interpretación de lo encontrado. 

No hay nada en Teuchitlán que justifique seriamente la comparación con el holocausto, sino únicamente una narrativa basada en una falsa analogía. 

No creo que lo sea, pero si el parangón fuera necesario, con honestidad intelectual suficiente se citarían casos que la evidencia hace sentir más similares, como lo ocurrido en San Fernando en 2010, pero la narrativa no tendría la eficacia que se busca, e incluso podría ser contraproducente para quienes en aquel momento eran inmunes a la sangre porque se consolaban con pensar que “se mataban entre ellos”. 

Lamentablemente parece difícil algún día tener claridad sobre lo sucedido en el rancho Izaguirre porque el desaseo pericial ha sido desastroso. El caso se conoce luego de seis meses de la intervención policiaca inicial a cargo de la Guardia Nacional, fuerza que ingresó al lugar en septiembre pasado, detuvo a diez personas, liberó dos secuestrados y encontró un cuerpo. De entonces a la fecha el sitio quedó a cargo de la Fiscalía de Jalisco, misma que, según parece, no resguardó el predio. 

Por si no fuera suficiente, la semana pasada ingresaron al lugar aproximadamente 400 personas que, con su presencia (en combinación con la ausencia de las autoridades) alteraron evidencia mientras realizaban recorridos “a su aire” y llenaban con su imaginación los huecos que dejó la falta de información.

Así, de acuerdo al testimonio de Marcela Turati (en entrevista con Carmen Aristegui) mientras un equipo periodístico reportaba que en tal lugar había indicios de hornos crematorios (muy improbable de acuerdo a lo que le aprendimos al GEI en el caso Ayotzinapa), otros reportaban en el mismo lugar justo lo contrario, que no había indicios que hicieran pensar en incineraciones de carne humana. 

Por allá algún padre cavaba donde el alma le indicaba, y otro por acá lloraba por no poder revisar los objetos encontrados que, como era obvio, ya no estaban en el lugar, y no podía ser de otra manera si éstos ya habían sido analizados, enlistados y procesados por la fiscalía del estado. 

Tal nivel de desinformación hasta en las personas más directamente interesadas en el asunto es la consecuencia natural del vacío comunicativo que fue llenado con una irresponsable especulación de quiénes creyeron inocuo redondear en 400 zapatos lo que en los reportes policiales aparece como 154 pares; inducir a pensar que se trataba de 1500 víctimas porque se reportan poco más de 1300 objetos; generar clickbait con la carta de amor encontrada en el lugar, sin aclarar que el autor se encuentra con vida y con su familia, omitir que algunas credenciales corresponden a personas con vida y detenidas por actividad delictiva. 

En resumen, limitarse a reportar que unos dicen que llueve, y otros dicen que hace sol sin abrir la ventana para verificar el clima, ha permitido –junto a otros factores- un lucro político que desdibuja la oportunidad de explicar una terrible realidad que la gente podría eludir si tuviera claridad de los cómos y los porqués alguien se acerca a ser parte de la atrocidad. 

En lo inmediato: la lucha por los titulares; en lo profundo: perdemos todos. 

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