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jueves, 28 marzo, 2024
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Bolivia y evismo de hoz y martillo (primera parte)

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Por: Mauro González Luna •

Abordo el tema boliviano con motivo de un artículo del diputado Pablo Gómez. Y también de uno muy objetivo de Jean Paul Guzmán, publicado en Proceso. Afirma el diputado que lo de Bolivia es una catástrofe política al haberse dado, según él, un golpe de Estado. No hubo tal golpe a la luz de los hechos. Se ejerció el derecho de todo pueblo a resistir la opresión. El golpe lo dio desde 2016 el régimen evista, e incluso mucho antes como se verá. Y ahora se viven sus consecuencias trágicas.

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La sistemática política antidemocrática del evismo de hoz y martillo provoca el incendio en Bolivia y lo atiza desde México. Y luego, simula asumir el papel de apagafuegos, rasgándose las vestiduras por las consecuencias de esa su política. Trama esa digna de una farsa de Molière. Trama y urdimbre propagadas taimadamente a través de los medios en un mundo de aduladores, ilusos, individuos y masas amantes del yugo.

Repasemos primero el marco de los hechos relevantes. El régimen evista estuvo 14 años en el poder presidencial a base de malabares. Éstos, muy propios de una izquierda que accede al poder vía democrática y después hace todo para perpetuarse en el mismo, denostando democracia y libertades. Ya lo había dicho Fiodor Dostoyevski, el socialismo dictatorial ofrece al pueblo la “felicidad” del rebaño rumiante a cambio de la derrota de las libertades. Lo civilizado es luchar siempre para que justicia y libertad vayan de la mano no obstante la dificultad que ello entraña.

Vayamos pues a los hechos. Un primer periodo fue de 2006 a 2010, bajo una Constitución cuyo artículo 87 decía en su parte conducente:

ARTICULO 87.-
“El mandato improrrogable del Presidente de la República es de cinco años. El Presidente puede ser reelecto por una sola vez después de transcurrido cuando menos un periodo Constitucional………”.

Es decir, conforme a tal artículo, al término de los cinco años, el presidente debió dejar el cargo. Sin embargo, al finalizar su mandato alegó que podía postularse otra vez bajo la Nueva Constitución, expedida al poco tiempo de iniciado ese su primer mandato. Adujo el evismo que su primer mandato no contaba para efectos de una nueva postulación. Así se dio fácticamente la primera reelección y segundo mandato presidencial. Pero, según la interpretación evista, no fue ese un segundo mandato sino un primero con posibilidad de reelección.

Luego vino el tercer mandato. Según la Nueva Constitución, al terminar ese tercer mandato, debió dejar el cargo. Pero no ocurrió así. Para reelegirse de nuevo contra lo prescrito expresamente en su Nueva Constitución, el régimen evista convocó al pueblo a un referendo. Pero el pueblo dijo NO a la reelección o cuarto mandato. Y entonces, para imponer su voluntad reeleccionista, acudió a un tribunal a modo. Tribunal a modo, pues para el evismo la división de poderes es ¡invención yanki! Lo que vino después fue la extrema saciedad de poder, provocadora de las consecuencias trágicas de hoy. Esos son los hechos que delimitan lógica, jurídica, histórica y políticamente el horizonte del análisis.

La argumentación del diputado Pablo Gómez carece de veracidad en lo esencial. Lo digo con respeto y afecto a la persona del diputado a quien aprecio. Desconocer el resultado del referendo contra su cuarto mandato significó meramente, según el diputado, un error, una equivocación del evismo. Cuarto mandato, insisto, prohibido por la Nueva Constitución; pero no obstante ello, se recurrió al referendo y luego, ¡se desconoció su resultado al no ser de su agrado!

Se minimiza el que se hayan echado por la borda los principios democráticos consagrados constitucionalmente en Bolivia. No, no fue mero error, significó demoler la democracia para sobre sus escombros, levantar el apetito insaciable de poder que ahora incendia Bolivia.

Y, por otro lado, según el señor diputado, desconocer el resultado de una elección viciada, con caída del sistema electoral, por parte de millones de bolivianos que salieron a las calles durante días a resistir la opresión, es obra de golpistas. La verdad es otra. El drama que se vive hoy, es fruto de la política dictatorial del evismo que viene de años atrás al violentar orden jurídico y voluntad del pueblo expresada en el referendo.

Los vicios de la elección fueron constatados por la OEA y otras organizaciones internacionales a petición del mismo gobierno evista. Los militares y policías se pusieron del lado de civiles que ejercieron el derecho a la resistencia. Derecho ese frente a un gobierno con pretensiones de eternidad. La viciada elección fue una etapa más con la que culminó una larga, añosa y sistemática demolición de la democracia. Ello despertó la ira cívica y provocó la caída del régimen.

Después surgieron exigencias de renuncia y la sugerencia militar de que el evismo dejara el poder ante las irregularidades de la elección y la insurrección cívica. Renunció y se vino a México, alegando un golpe cívico-policial. ¡Y desde aquí, cómodamente, se atiza la crisis con sus banderas de que no hay arrepentimiento de querer gobernar por 20 años y que la división de poderes es invención norteamericana! ¡Qué insolente resulta el evismo y qué exigente para que otros sí respeten democracia, derechos y ley! Actitud esa del evismo propia del Tartufo de Poquelin.
Por cierto, la sistematización de la división de poderes, clave de un régimen republicano, se remonta a Aristóteles, 2400 años atrás.

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