- El son del corazón
Cansado y abrumado. Así se veía el domingo pasado, sentado en la escalera tubular del improvisado escenario de rock de Chimalhuacán, el famoso Muñeco. Vestido de pants, tenis, sudadera y lente oscuro (pasón seguro), se clavaba con tristeza en el horizonte, mientras dejaba asolear su mollera tomahauk.
Caray, quién lo iba a pensar. Era el último concierto de Lalito, el héroe de Ixtenco, Tlaxcala, en compañía de sus hermanos Chucho (bajo) y Paco (bataca). Callará para siempre su guitarra Fender Stratocaster negra, y también su Gibson blanca; ya no se escucharán sus interludios a lo ZZ Top, ni disfrutaremos el verbo muy gallito de sus célebres intervenciones: “¿Qué creyeron? Va a llegar aquí un rockanrolero blanco, carita, grandote y de ojos azules. Pero no, fíjense, acá está el Muñeco con sus dos carnales, hijos de Xicoténcatl y vecinos de la Nueva Atzacoalco.”
¿Te acuerdas, querido Herón Eduardo Domínguez, cuando descubrimos a Tex Tex, aquel jueves del verano de 1993? El tal Everardo Mújica Sánchez, alias Lalo Tex, nos estremeció los tímpanos durante dos horas, en el teatro de la Ciudadela. Y tú dijiste, azorado: “Cámara, tiene personalidad de taquero y la energía de los músicos más gruesos.”
Y sí, el buen Lalo, vestido con sus botas vaqueras de punteras de plata y un pantalón apretadísimo, que expulsaba sus lonjas mientras se echaba un giro o dos que tres brinquitos, sombrero texano y chaleco de piel de borrego muy finoles, de vendedor de barbacha y de neutle curado, inició un ramillete de rolas movidísimas, a partir de su trabajo depurado de guitarra. Después, nos quedó claro que el canijo Muñeco no sólo le tupía al baile, sino que era un as, un prodigio, un genuino lead guitar.
Un día, en la revista de historietas El Gallito Inglés, que mantuvimos durante más de diez años un grupo de historietistas y el que esto escribe, decidimos que la portada de su número 3, más la contra, y la 2ª y 3ª de forros, fuera ocupada por una video-rola de Tex-Tex, adaptada y dibujada por mi extinto compadre Manuel Ahumada. Uy, el gordo Lalito no cabía de orgullo y contento. Y me dijo un sábado, chela en la diestra y cigarrito en boca, frente al puesto del Trini en el Tianguis del Chopo: “Esto nos hace más carnales, me cae.”
Cómo no iba a estar contento: esa portada reproducía, a todo lujo, la letra de “Barrio pobre”, escrita por el Muñeco. Ahí, el natural barroquismo poético del dibujante, manejó colores cansados y opacos para representar a una prostituta adolescente, falda cortísima y liguero ostensible, que chupaba candorosamente una paleta roja, recargada en una esquina. En ese dibujo, Manolo Ahumada prescindió de la perspectiva y de las proporciones del cuerpo humano; pero a cambio dotó a la imagen, a base de suaves pinceladas, de una atmósfera negra, cargada de pobreza y promiscuidad.
Imagínese los malabares que tuvo que sortear Ahumada, para describir el siguiente escenario: Yo nací en un barrio pobre/ donde la gente es muy ley,/ donde los niños se vuelven hombres/ antes de los dieciséis./ Una mirada indiscreta,/ al fondo del callejón,/ puede ver que todo está lleno de perdición.
Según una nota de La Jornada, firmada por Javier Hernández Chelico, los hermanos Lalo, Paco y Chucho corrieron juntos la legua durante 30 años y sacaron 17 discos LP. Para muchos exquisitos, su discografía es desigual y medio payita. Sin embargo, debe entenderse que, casi siempre, sus grabaciones se realizaban sin facilidades, en condiciones muy precarias y que, finalmente, su música era para aliviar corazones proletarios adoloridos y cuerpos sobreexplotados, de la zona nororiental de la Ciudad de México.
Resulta curioso: por estos días, la clase media snob lloró hasta la saciedad a David Bowie, talento indiscutible y personalidad arrolladora. El público, experto y conocedor, le dedicó hartos poemas y recuerdos. Pero la banda acá, los que le chingan en las fábricas y en la obra, que son vagoneros del metro o ayudantes de cocina, que venden mois o limpian oxxos y sevenelevens, o atracan en las calles, le lloraban al ingenierito y máistro de matemáticas Everardo Mújica Sánchez, quien se despidió cantando la rola de los ninis que, más o menos, dice así: “Oooh mama mama maaa/ yo no quiero estudiar/ quiero ser policía judicial/ igual que mi papá./ Oooh mama mama maa/ yo no quiero marchar/ no le hace que mañana yo mamá/no pueda trabajar.”
Cuando hace años Lalito me platicó por teléfono que Chucho y Paco habían aceptado ir al Festival Cultural de Zacatecas, contentos de abrirle el concierto al Flaco Jiménez, el viejo y célebre acordeonista de, oiga usté, la mítica banda Texas Tornados, pensé de inmediato: “Chido. Esto les va a componer el programa a los organizadores.” Después, un contertulio del café Acrópolis me comentó, entre risa y risa, que cuando subió al escenario el buen Flaco, ya no pudo elevar la calentura, el entusiasmo y el aroma de suadero y moronga, dejada por la banda desmadrosa de los hermanitos Tex.
Usté desmiéntame, pero creo que al gordito le faltaban muchos años más de sonarle a la lira, pero su enfermedad renal se puso de a varo. Cuentan que la Diabólica, agresivísima, le dijo ese día, después del toquín en Chimalhuacán: “Véngase pa´ acá, antes de que se convierta en tlachique.” ■