Las lluvias en México, relacionadas con las actividades de los dos océanos que envuelven el territorio nacional, han ido desplazándose temporalmente desde los meses de verano hasta finales de septiembre y octubre, indica Luis Felipe Pineda Martínez, docente investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ) especializado en cambio climático, modelación numérica y dinámica de la atmósfera.
El académico, que es parte de una red de estudio sobre riesgos meteorológicos, explica que este año se espera más humedad con respecto al 2023, con huracanes proveniente del Océano Atlántico, mientras que otros años la actividad ciclónica proviene principalmente del Pacífico, esta es una oscilación anual natural, comenta Pineda Martínez, lo que resulta atípico es el retraso en la temporada de ciclones, agrega.
También en términos espaciales se está desplazando la lluvia, y aunque no todas las variaciones en el clima pueden atribuirse al cambio climático, los científicos que estudian este fenómeno consideran que México será una de las regiones más afectadas por el cambio climático en las próximas décadas, apunta el universitario.
“Estamos en la transición del Caribe hacia el norte, entonces en México puede ser que tengamos años muy húmedos en el sureste y sequía extrema en el norte, y luego al revés”, y si bien esto es parte de una oscilación natural, lo que es atribuible al cambio climático son las olas de calor, lluvias y sequías más intensas; pero para verificar que estos efectos sean consecuencia del cambio climático “se requiere estudios de años”, puntualiza el doctor en Geociencias.
Ante los ciclones tropicales que pueden causar destrozos en las costas y favorecen en nuestro estado al campo, a la recarga de acuíferos y el almacenamiento en presas, Luis Felipe Pineda señala el problema de que la infraestructura no es apta para recibir durante dos o tres días seguidos, “el 30, 40 o 50 por ciento de la lluvia total del año”.
Derivado de lo anterior, resulta beneficiosa la captación de agua de lluvia por medio de “techos azules”, o las que hacen empresas y personas por iniciativa propia, logrando con esto disminuir el volumen de agua que escurre en las calles y almacenándola para regar plantas y otros usos; sin embargo, mucha gente se desanima de armar o adquirir estos sistemas de captación de lluvia, por la escasez de las precipitaciones, indica el investigador.