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lunes, 6 mayo, 2024
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El correo, la forma de comunicación más humana, pese a la tecnología: Raygoza

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

■ Empleado postal desde hace 29 años, sostiene que con una carta se acerca a las personas

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■ Nos tocó repartir cartas de amor y de parejas distanciadas; también hay canciones al cartero, dijo

Aunque la tecnología ha hecho que se utilice menos el servicio postal, éste sigue siendo un medio de comunicación que acerca a las personas de forma humana a pesar de las distancias, a comparación del uso de mensajes de texto o del uso de teléfono y correos electrónicos, opina Ignacio Raygosa López, quien desde hace 29 años es cartero del Servicio Postal Mexicano en el municipio de Zacatecas.

“A nosotros nos tocó repartir cartas de amor, de parejas que estaban alejadas. Antes las amas de casa eran quienes esperaban al cartero; incluso, hasta hay canciones dedicadas al cartero que hablan de la espera de una carta de amor. Pero ya se terminó eso, ahora la mujer trabaja y pocas parejas se escriben cartas. Yo le diría a la gente que el correo sigue vigente, y que lo usen como ese medio de comunicación entre las personas y se olviden un poco de los celulares y la computadora”, expone el cartero.

A la fecha, solamente conoce la historia de una pareja de novios. La dama vive en Guadalupe y el varón en Zacatecas, y aunque están a casi 10 minutos de distancia, ambos aún se comunican a través de cartas.

“Yo creo que es un noviazgo por correo, porque ponen corazones en la carta y frases diciendo que se aman, y uno le pone más ánimo para entregarla a tiempo y que estén comunicados”, dice Ignacio.

En sus inicios, también le tocaba repartir estados de cuenta a migrantes zacatecanos que trabajaron de braceros en Estados Unidos o revistas de Selecciones. Ahora la mayoría de la correspondencia que entrega consiste en cuentas bancarias, de teléfono o recibos de pagos de servicios.

Sin embargo, Ignacio lamenta que la tecnología le ha quitado algo de trabajo, pues con el uso del correo electrónico, mensajes de texto o Whatsapp, así como las redes sociales como Facebook, el correo ha dejado de ser indispensable para algunos.

En sus años de cartero también ha observado como la zona del centro donde entregaba cartas, conformada anteriormente por hogares, ahora tiene muchas de esas casas ocupadas por bares y tiendas de conveniencia.

Lamenta que el Centro Histórico haya quedado despoblado y que se haya llenado de bares. Ahí conoció a muchas familias y a personas honorables, como los Reyes Reymers o los Borrego.

Muchos de los integrantes de familias vivieron en la zona, pero dejaron de habitarlo. Dice que esta situación influyó para que el ambiente turístico y nocturno del centro cambiara radicalmente en los últimos años.

Su abuelo fue el primero de la familia en ser cartero y siguieron el ejemplo sus hijos. Los tíos y un hermano de Ignacio comenzaron a trabajar en la oficina de correos, y años después, cuando cumplió la mayoría de edad siguió sus pasos. Desde hace 29 años se dedica a este oficio. “Somos una familia postal que ha trabajado en esto de generación en generación”, expresa el cartero.

Se levanta desde las 6 de la mañana, llega a la oficina antes de las 7 y checa su número de rumbo. Para esa hora la correspondencia ya se encuentra en sacos, de manera que registra la que le toca y antes de las 10 ya anda por las calles, barrios y colonias del Centro Histórico.

Explica que cada cartero toma su rumbo. Se les da la salida y comienzan a repartir. Los que deben cubrir la zona conurbada lo hacen en motocicleta y quienes lo hacen en el centro, lo recorren a pie, como Ignacio y otros 4 compañeros.

Al salir se encomienda ante el altar de la Virgen de Guadalupe que hay en el área de carteros, y menciona que el día 12 de diciembre se festeja a la patrona de los carteros con reliquia. También celebra el Día del cartero.

“Ese día lo tomamos casi como semana del estudiante; hacemos desayunos, juegos, hacemos una cena baila con las familias y paseos, o vamos a la playa”, comenta el cartero.

Antes de ser cartero, Ignacio trabajó en un taller de soldadura como herrero. A los 21 años, ingresó a las oficinas de correo porque su hermano mayor le comentó que había vacantes. Llevó su documentación y esperó cerca de 5 meses para que le mandaran hablar.

Recuerda que ingresó como auxiliar en la sección de registrados internacionales. Posteriormente se le avisó que cambiaría de departamento, pasando al área de carteros. Aunque parecía fácil, lo primero que le pareció complicado fue aprenderse los nombres de las calles y luego identificar los números, pues algunos domicilios no lo tienen.

Su primer rumbo fue la zona 8, que iniciaba en la calle de Los Bolos, y seguía caminando hasta llegar a la colonia Pedro Ruiz González. Su recorrido concluía cerca de las 2 de la tarde en la calle Genaro Codina.

Después de tomar un rol de vacaciones, al regresar cambiaba de rumbo. Recuerda que en aquel entonces llegaba a repartir cerca de 300 cartas diarias, pues el servicio postal mantenía un acuerdo con una institución bancaria.

En el centro de la ciudad, Ignacio era muy conocido por los médicos que tienen su consultorio en la avenida Guerrero. Incluso, recuerda que el doctor Heladio Verver, a quien le llevaba sus cartas y documentos, le ayudó para que su hijo se curara de un soplo en el corazón.

Dice que con lo que batalla día a día es con los perros callejeros. Todos los carteros tienen en su carrera una o dos mordidas de perros. “No sé por qué a los carteros los perros nos atacan más. Cuando llegamos nos comienzan a ladrar, aunque los dueños dicen que nos hacen nada; como no nos reconocen, nos atacan”, dice entre risas.

Dice orgulloso que conoce la mayor parte del Centro Histórico; durante este tiempo ha recorrido sus calles y colonias llevando buenas y malas noticias, acercando a las personas a través de una carta.

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