En México no existe la democracia, concluía un alumno de 11 años en un pequeño escrito que el maestro solicito después de comparar la supuesta “democracia mexicana” con la democracia real, tal y como la concibieron los griegos en la legendaria Atenas. Esa genuina e inocente afirmación encierra toda una proclama y reivindicación política y social, de la que hasta un niño que solo ha vivido 11 años se puede dar cuenta.
Todas las letras y todas las palabras que componen esa frase (en México no existe la democracia) están repletas de una verdad que se nos manifiesta como una bofetada para quienes hemos escogido la dignidad como camino.
Pruebas de esa tajante afirmación desfilan por montones todos los días en cada rincón de este mancillado país, pero tal parece que en los últimos tiempos, nuestra clase político empresarial se ha propuesto de manera descarada, restregarle al pueblo el hecho de que la democracia en México, es sólo un parapeto publicitario, del que sólo se sirven unos cuantos en perjuicio de las mayorías.
Decisiones arbitrarias, leyes anti populares, entrega de los recursos de la nación a intereses extranjeros y toda clase de lindeza por el estilo, son las medidas tomadas por la oligarquía que actualmente gobierna, para terminar de exprimir lo poco que queda de nuestro país.
Pareciera como si se tratara de vender las riquezas naturales a la mayor brevedad posible, en su totalidad o por partes, como un triste carro viejo al que no se le puede sacar mayor provecho que vendiéndolo al mejor postor, como en una subasta. La soberanía nacional, la identidad como nación y el bienestar de los mexicanos, pasa no a un segundo sino a un vigésimo termino, ahora lo mas importante son los intereses extranjeros y las millonarias ganancias que estos le puedan redituar a la burguesía nacional apátrida.
Primero vino una reforma laboral de la que Porfirio Díaz bien podría sentirse orgulloso, luego una caníbal reforma administrativa en materia de educación, posteriormente, permitieron la legalización de comercio con las playas mexicanas a particulares extranjeros, y para continuar con la tarea de arruinar este país, impusieron una reforma fiscal para que los pobres contribuyan como ricos y los ricos lo hagan como pobres; y para colmo de escarnio y culminar la obra del saqueo, aprueban de prisa y escondidos tras una muralla de metal y otras muchas murallas de cascos azules, la Reforma Energética, con lo que, en términos crudos y concretos, se legaliza la venta de nuestros yacimientos petroleros a compañías privadas.
Pemex no se vende, es la cantaleta más socorrida por los políticos, empresarios y medios de comunicación mexicanos; y tal vez tengan razón, ya que con la Reforma Energética recientemente aprobada, no se pone en venta la empresa paraestatal, lo que realmente se pone a merced de los intereses privados es el petróleo que hay en nuestro subsuelo y la libertad para explorarlo, con lo que se deja a Pemex como empresa, en igualdad de condiciones para competir con empresas trasnacionales que tienen mayor tecnología y capital. Ante tal situación, el desenlace resulta por demás predecible, Pemex se debilitará progresivamente y las hienas petroleras, (las compañías norteamericanas), se llevaran este recurso crudo, dejando sólo saqueo y pobreza, como sucedió y sucede en el caso de la minería, con la venta de los yacimientos a capitales privados.
México podría estar orgulloso, si ello no resultara ridículo, de desmantelar en tiempo record una constitución que fue producto de la lucha, sacrificio y sangre derramada de muchas generaciones anteriores. Menos de un año se tardaron los neoliberales que detentan el poder en “remodelar” la Constitución, para que quedara simpática y agradable a los ojos de los gobiernos y empresarios imperialistas.
Ante tal devastación, naturalmente, como sucede en todos los rincones del mundo, hay quienes no están de acuerdo y no comparten esa misma visión y ambición, ellos se organizan, luchan y resisten desde todas las trincheras a su alcance; y naturalmente también, ellos son perseguidos, golpeados, calumniados y encarcelados, sin lograr con ello acallar el clamor popular que exige una patria digna para todos.
A los que luchan los mueve la ilusión y los sueños de que algún día, mas temprano que tarde, de las cenizas que dejarán a su paso los neoliberales, surja una nueva nación libre y soberana; y sus ruinas existan diciendo: “De mil héroes la patria aquí fue”. ■