La Gualdra 645 / Arte
No podemos declarar que el cine revolucionó la pintura, sin que tengamos que puntualizar algunos detalles, pero sí podemos afirmar que la pintura ha influido significativamente en el cine; ambos, cine y pintura –en un diálogo permanente– van imprimiendo su huella en el largo y sinuoso camino del arte. Una larga lista de películas se ha realizado a partir de estudiar a los pintores y sus obras en diferentes momentos de la historia. Un buen número de pinturas han tomado su inspiración del cine. En este escenario ubicamos a Yuri Annenkov, pintor, artista teatral, ilustrador de libros y experimentador incansable. Su obra refleja lo turbulento y difícil de la historia rusa en la primera mitad del siglo XX. Mostraremos Portrait of Helena Annenkova (1917), obra en la que ensaya su preocupación por esculpir el movimiento a través de la representación pictórica que elabora de su esposa Helena Annenkova.
En la pintura, Yuri Annenkov representa a una mujer en una contorsión estética, que es un poema en movimiento, de curvas suaves como versos que, colmadas de encanto y emoción, tienen una historia que contar, más allá del vínculo de belleza implantado por el universo en el corazón de la mujer, el artista haciendo un uso magistral del color, la luz y la sombra, agrega profundidad y realismo, creando una atmósfera que envuelve y fascina al espectador, al grado de trasladarlo a otro mundo.
En atractiva pose, los tonos ocres y rosáceos dominan, desde una gruesa línea negra los contornos, –delimitan el cuerpo de la protagonista, excepto su mano y brazo derecho– por medio del trazo un significativo recurso expresivo. El detalle a la hora de describir plásticamente el físico del personaje se centra en el rostro y las piernas, unas piernas que revelan una intencional y encantadora contorsión de cadera, piernas elegantemente vestidas con sugerentes medias que muestran un par de pliegues –muy realistas– a la altura de un par rodillas semiflexionadas que, como bailando la gracia de mil amaneceres, incitan la imaginación. Así en esta pintura, encontramos trazos esquematizados propios del cubismo, convergen en brazos y manos, básicamente en el brazo izquierdo en el que Annenkov procura suministrar cierta dosis de movimiento, cubriendo la cuota que cumple en casi todos sus dibujos y pinturas.
En fin, hemos descubierto que la representación del movimiento se expresa a través de la simple repetición de un contorno determinado. Hemos visto que no se trata de engañar al ojo humano con ráfagas o líneas sucesivas que simulen el movimiento de un brazo o de una pierna, sino de proponer una suerte de montaje intelectual a un espectador previamente seducido y habituado a la sucesión de imágenes cinematográficas. Hemos aprendido que la respuesta al recurrente sueño de los pintores, que, en su afán de representarnos el movimiento, han convocado ya ese aliento de pasión que desvela la intimidad, expresándose en la propia vida.
*UAEH-UAZ.