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martes, 25 junio, 2024
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El tiempo histórico de José Revueltas Entre el amor y el desencanto (Cuarta parte)

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Las décadas de los cuarentas y cincuentas representan para José Revueltas en su vinculación con el Partido Comunista Mexicano (PCM) una especie de relación de amor y desprecio. Se asemeja al amor mal correspondido entre el novio que se entrega con pasión desinteresada y es correspondido con el desdén y desprecio de la amada, en este caso el partido. Las expulsiones y readmisiones que sufrió así lo confirman. Lo expulsaban y como una adicción lo que más deseaba y anhelaba era retornar a su seno. Consideraba, aunque con el tiempo agudizó sus críticas e hizo patentes sus desacuerdos que en la organización con la que inició,  estaban las causas y los principios por los que valía luchar y porque no, vivir. Sus diferencias y críticas las plasmó y reflejó en su obra narrativa. Aparecen los estereotipos de los comunistas de carne y hueso que el trató y con los que convivio; sus prácticas, errores y desviaciones. El desencanto lo combinó con la escritura, siendo él tiempo más productivo como autor de cuentos y novelas y hasta la obra de teatro El Cuadrante de la Soledad que llegaría a quitar de la cartelera tal y como retiro de las librerías su novela Los días terrenales como un acto de expiación y arrepentimiento, debido a la polémica, crítica y cuestionamientos sobre todo por parte de sus camaradas y que le molestaban e incomodaban sobre manera. Su desencanto se incrementaría como en el caso del campesino que no asegunda no es buen labrador, una vez que publicó la novela Los errores y su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza.

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La crisis del comunismo mexicano con los errores y desviaciones en los que incurrió la dirigencia del Partido que serían cuestionados por Revueltas, resultaron más visibles una vez que transcurrido el cardenismo en el que el PCM se volvió un partido legal. Éste por órdenes de Stalin y de la Internacional Comunista apoyó y participó sumándose a la cargada al Frente Amplio que apoyaría acríticamente al régimen del michoacano. Los comunistas siguiendo la línea del Comintern consideraban que el proyecto cardenista y su relación con los movimientos sociales representaba el cumplimiento de las demandas de la Revolución mexicana y con ellas se alcanzaba el socialismo. En el fondo lo que sucedió fue la mediatización de las masas y su cooptación por el sistema como parte de lo que vendría a ser el corporativismo, creatura del cardenismo precisamente.

Los gobiernos posteriores que sucedieron al del michoacano representaron un retroceso al relativo bienestar social de la población y a la consolidación de la burguesía y del capital. La infraestructura que había generado “Tata Lázaro” la aprovecharon los dueños del dinero para el despegue industrial y de crecimiento hacia adentro que caracterizó al milagro mexicano o desarrollo estabilizador. Esto fue posible debido en buena medida al control que el gobierno en alianza con los patrones establecieron sobre la clase trabajadora. Fue en efecto una época de crecimiento sostenido en la que se beneficiaron además de los empresarios la clase media, pero con una desigualdad y marginación creciente de amplias capas de los sectores populares. En este tiempo ocurrió el crecimiento de las ciudades y la explosión demográfica y con ellas el incremento de los marginados sobre los que se ocupó en su escritura Revueltas.

En esta coyuntura que va de 1932 cuando ingresa al PCM hasta 1959 cuando lo abandona finalmente y no vuelve a reingresar, profesó su fe y querencia por este partido.  Durante estos casi treinta años se cruzan en su vida de militante y escritor de los que da testimonio en su praxis y obra escrita el Maximato callista, la guerra cristera, el ascenso y triunfo del fascismo, el totalitarismo estalinista sobre el que Revueltas en su momento desconoció o fingió ignorar, aunque más tarde cuando ocurre la Revolución Húngara lo cuestionara; el cardenismo con su ola nacionalista, la Segunda guerra mundial y el alemanismo pasando por la política de unidad  nacional que buscó atenuar las conquistas cardenistas con la aprobación del amparo agrario y la abrogación de la educación socialista. Todo este fue un tiempo turbulento por demás y en el que la agitación y movilización de las masas con las protestas de los movimientos organizados, maestros ferrocarrileros y médicos no se hizo esperar.

Su primera expulsión ocurrió en 1943, de ahí pasó a ser un promotor y fundador del Partido Popular en 1947, mismo que abandonó por sus diferencias con Lombardo y su marxismo guadalupano. Coqueteando y siempre anhelando regresar al seno en donde se había formado con sus viejos camaradas fue readmitido en el PCM en 1956 solo por un corto periodo, pues en 1959 sería nuevamente expulsado. El rigor marxista hegeliano y sus diferencias con los comunistas a los que cuestionaba no tener un proyecto claro para la clase obrera buscando que esta llegara al poder con su propio programa hacían de la vida del militante y teórico Revueltas un inconforme y disidente.

Su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1962) es una clara muestra de su disenso y cuestionamiento, desencanto finalmente con el Partido Comunista y la izquierda en general por su incapacidad para enarbolar las demandas de la clase trabajadora guiándolas con un proyecto y programa de lucha tendiente a la toma del poder.

No encontraba sosiego y al dejar el PCM ingresó al PCOM por el brevísimo tiempo de un año. Entre 1960 y 1963 fue fundador y dirigente de la Liga Comunista Espartaco en la que también tendría diferencias en las discusiones y concepciones teóricas con algunos de sus miembros como fue el caso de Enrique González Rojo. La última organización política siempre de izquierda en la que participó fue el Grupo Comunista Internacionalista, aquí lo sorprendió la revuelta estudiantil del 68 de la que sería un promotor y organizador  de primera línea. Las tareas de propaganda, organización y la discusión en reuniones en las que participo en esta que fue su última aventura de lucha, hacían que Revueltas se sintiera como pez en el agua.

Durante el periodo de casi tres décadas por su militancia e ideas políticas sufriría a la vez varios encarcelamientos. La primera ocurrió por 1929 cuando apenas contaba 14 años de edad. Posteriormente sería recluido en las Islas Marías (1932 y 1934-35).

Su última cárcel fue la del “Palacio Negro” de Lecumberri junto con los presos del 68, movimiento sobre el que se responsabilizó de su autoría intelectual, buscando con ello liberar a sus compañeros.

No sólo con las prácticas y dirigentes comunistas se vio desencantado, también con el cine, actividad que consideraba como la síntesis de varios géneros literarios como el teatro, la novela y el cuento. Fue guionista de un sinnúmero de películas y entre sus sueños frustrados estuvo el de no haber sido director. El medio y los personajes de la farándula que se movían alrededor del llamado séptimo arte, al lado de la censura de los productores y al carácter enajenante de muchas cintas churros, hicieron que se alejara de ese ambiente y terminara abominándolo. La mayor de las páginas de Las evocaciones requeridas las dedica a su incursión en el cine y experiencias que tuvo en este campo. Para revueltas como para los primeros soviéticos el cine debería tener un carácter educativo y plasmar un mensaje político. En algún sentido las novelas y algunos de sus mejores cuentos tienen un tono y estructura cinematográfica, por lo menos así le parecieron al autor de estas notas. ■

 

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