Desde la reflexión del reciente proceso, para muchos en la Universidad Autónoma de Zacatecas debe haber quedado claro que en una institución educativa no puede apostarse a un proceso de huelga que se repetía año tras año, ante la revisión del contrato colectivo de trabajo entre el Sindicato de Personal Académico (Spauaz) y la autoridad universitaria en turno.
Si nos quedamos en las causales del estallamiento, podemos afirmar que el mismo tiene lugar ante la manifiesta incapacidad del equipo administrativo; y del Rector mismo, en la gestión de los recursos necesarios al fin de cubrir las dos demandas básicas del sindicato de los maestros y las más amplias y estructurales de la institución misma en su conjunto, más allá de las justificadas críticas al Rector actual (y con sus diferencias; a varios de los anteriores también ) ante la decisión administrativa de no cubrir los adeudos ante el ISSSTE.
Pero ciertamente, no es lo único que una administración eficiente y abierta debiera estar haciendo a lo largo del año y todos los años. El aparato administrativo que el presupuesto de esta Universidad sostiene, cuenta con las condiciones necesarias y hasta sobradas en materia económica, para dedicarse de lleno a la tarea de buscar los recursos económicos que la actividad sustantiva ( investigación, creación de conocimientos, tecnología y procedimientos nuevos; docencia y extensión) de esta universidad demanda: ¿Qué hace falta entonces?
Desde mi punto de vista hace falta entrega, capacidad profesional, creatividad y honestidad, y en el trajinar cotidiano de los administradores, hace falta asimismo un proyecto guía de universidad que responda a los requerimientos educativos, científicos y productivos globales; aunado todo ello a la pertinente intervención en la superación de problemáticas sociales, productivas y específicamente culturales del entorno estatal y nacional, en el entendido de que la universidad no puede ser una torre de marfil desde la que deba pregonarse el cómo hacer, sino que debe predicarse con el ejemplo.
El ‘desarrollo’ de las sociedades y de la propia educación universitaria en el país, tiende a implementar campos de estudio nuevos, currículas y ‘carreras’ novedosas. Esta transformación de la oferta educativa puede quedarse al nivel de atender la demanda del aparato productivo capitalista de expoliación de la mano de obra y de los ‘productos’ del trabajo intelectual o llevar a cabo una inflexión práctica e intelectual crítica y propositiva que alcance con eficacia a la esfera productiva, política y cultural tradicional, pero que también abone a la transformación y el desarrollo de los más amplios espacios sociales de México, a donde ni la ‘revolución’ ni la modernidad y el confort de las nuevas tecnologías y procesos se aparecen; si dejamos de lado la inútil parafernalia electoral que sólo podemos ‘presumir’ más allá de nuestras fronteras.
Esa es la tarea de la comunidad universitaria toda: con sus diferencias y contradicciones, que tienen que abordarse con franqueza y con audacia. Llegó el momento de poner a salvo al Prometeo y dejar de arrancarnos (nosotros mismos) las entrañas. Para ello, primero tenemos que arrancar o intervenir órganos que se han atrofiado y sanar en nuestro cuerpo las heridas que una necesaria reestructuración estructural universitaria pudiera implicar: ¿Qué hace un administrador universitario que ‘administra’? ¿Fondos raquíticos que aparte ya están etiquetados? ¿Por ello debe ganar millones y tener la facultad de auto asignarse bonos y compensaciones sin freno y sin consideraciones éticas básicas? Y más: ¿Qué cáncer se padece en la UAZ que directores de unidad y administradores menores tienen la facultad de disponer de fondos universitarios como si fuesen propios? ¿Y qué hace el contralor? ¿A quién le rinden cuentas estos actores? Al conjunto de los universitarios no.
El proceso de huelga y la problemática económica y financiera universitaria, han mostrado inoperantes a casi todas las instancias académicas, administrativas y de jerarquía organizacional y decisión universitaria: quizá llegó el momento de cambiar las cosas y detallar sin dejar lugar a dudas, perfiles, funciones, alcances, límites y obligaciones de la diversidad de instancias y puestos universitarios; de establecer instancias colectivas de vigilancia, control e información enraizadas y comunicantes rutinarias a la comunidad. El Rector, su aparato administrativo y sus cuates; los directores, sus aparatitos y sus cuates; el Consejo Universitario, sus protocolos petrificantes y sus cortesanos, han dado lo que podían dar; es momento de recrearlos.
Pero no se malentienda, ésa es una tarea de los universitarios; sólo de ellos y de un proceso de diálogo con los actores de la vida (todos de ser posible) exterior a las aulas universitarias y de las instancias educativas, gubernamentales y legislativas correspondientes. Sólo así, con trabajo, perspicacia, acuerdos; mucha disciplina y creatividad, podremos llevar a la UAZ al nivel de las responsabilidades que debe enfrentar, incluida la crítica de eso que se llama ciencia, que ha configurado los instrumentos de depredación del planeta y de sobreexplotación del hombre
Una última cuestión; por ahora. Una estrategia como la esbozada, esperaría; además, del desprendimiento coyuntural al corto y mediano plazos de las pretensiones de grupo y de la participación apasionada de los universitarios en la discusión de candidaturas comunes (la de Rectoría por principio) a las diversas instancias, con el horizonte de un plan de desarrollo a largo plazo. ■