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jueves, 28 marzo, 2024
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Permisos y límites de la disidencia

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La controversia que provocó el nombramiento de la escritora Brenda Lozano como agregada cultural de México en España, es elocuente ejemplo de las contradicciones y disputas al interior de la llamada Cuarta Transformación.

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El rechazo a ese nombramiento provino de personajes identificados con ese movimiento político que veían en ella a una discípula de un grupo intelectual que activamente, con la operación Berlín, intentó evitar el triunfo en las urnas de López Obrador.

En un principio la cercanía de Brenda Lozano con Enrique y León Krauze, había sido minimizada por el presidente, quien dijo que era muy difícil encontrar servidores públicos que no mantuvieran relación con los intelectuales del viejo régimen. No obstante, un día después, hizo declaraciones que políticamente clausuraron toda posibilidad de que Lozano llegara a la embajada de México en España.

Sin profundizar demasiado sobre si la escritora tenía o no los méritos suficientes para el cargo que se le proponía, el presidente declaró que no podía “representarnos” si no creía en el proyecto; y, por el contrario, planteó que tal honor recayera en una mujer indígena y poeta.

Más allá de las virtudes o defectos de Lozano, indiscutiblemente esta propuesta es más acorde con lo que el gobierno de López Obrador quisiera proyectar en España, sobre todo en el contexto del desencuentro que suscitó la carta en la que el presidente mexicano solicitaba una disculpa por lo hecho por la monarquía española a los pueblos originarios, particularmente durante la conquista.

La polémica sobre Brenda Lozano, al parecer cerrada ya, puso en la mesa la discusión sobre los márgenes del disentimiento que puede haber en el servicio público, toda vez que mientras algunos piensan que se reprimió a la escritora por sus ideas, otros consideran, como el presidente, que no había posibilidades de permanencia dado el nivel de sus diferencias.

Quizá el hecho de que este caso se diera en el marco de la diplomacia -ámbito mucho más complejo que casi cualquier otro del servicio público- hizo la diferencia. Porque contrasta con el de otras figuras en algún momento lejanas al lopezobradorismo que han logrado no sólo sortear los diferendos, sino crecer en este gobierno.

Tal es el caso de Esteban Moctezuma, actual embajador de México en Estados Unidos, y ex secretario de Educación Pública; ex secretario también en el gobierno de Ernesto Zedillo, y hombre cercano a Ricardo Salinas Pliego, quien ha estado más presente en los altos cargos de este gobierno que sus hermanos, antiguos y reconocidos militantes de izquierda.

Este no es el único caso. La Secretaría De Agricultura Ganadería Desarrollo Rural Pesca Y Alimentación está encabezada por una figura que se considera aliada a Monsanto, en tanto que su segundo de abordo, es un luchador social contra los transgénico más afín al proyecto de transformación que convenció de llevar a AMLO a la presidencia.

De igual manera ocurrió inicialmente en la Secretaría de Hacienda, donde fue nombrado Carlos Urzúa, a pesar de haber otros expertos en la materia más cercanos a las ideas que López Obrador ha difundido a lo largo de los años. En este caso las diferencias terminaron por agotar al secretario, quien presentó su renuncia de forma intempestiva.

La pregunta natural será por qué se da cabida a quien piensa distinto en estos temas, pero la respuesta la da la propia complejidad de la política, que pudiera ser descrita como el “terreno de lo posible”, en la que se genera fuerza necesariamente a partir del acuerdo y la conciliación de quienes piensan distinto.

La gran dificultad que esto conlleva, es el límite de la concesión. ¿Dónde está la raya que distingue la prudencia de la debilidad?

Muy difícil respuesta porque donde quiera que esa raya se dibuje, tendrá que borrarse más adelante, o más atrás, de acuerdo a los tiempos políticos que se vivan.

Se está por cumplir tres años del inicio del gobierno federal actual, y se acercan los tiempos de reconsiderar con más rigor la ubicación de esa línea, porque el liderazgo articulador de López Obrador no podrá durar toda la vida.

Vendrán pronto los tiempos en los que el proyecto por sí mismo requerirá más definición y esa línea necesitará de más claridad porque difícilmente habrá entonces un juez cuya autoridad moral alcance a establecer los límites y alcances de los diferendos, como los hay hoy en la cuarta transformación. ■

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