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miércoles, 24 abril, 2024
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Discriminación contra niñas, niños y adolescentes

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

A la memoria del
Dr. Eligio Meza Padilla.

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Discriminar en México constituye un acto contrario a la Constitución Política Federal, también refleja un agravio a los Derechos Humanos Fundamentales y una violación flagrante al Artículo primero de la citada Norma Fundamental que a la letra consagra: queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. En mi consideración, un acto discriminatorio refleja la conducta de una persona que absurdamente puede creerse superior respecto a otra, por las razones que expone el texto constitucional y, al respecto, podríamos cuestionarnos el por qué discriminamos. A tal interrogante el Ministerio de Salud de Costa Rica plantea algunas respuestas: tal vez porque descargamos sobre otros, las injusticias que recibimos nosotros mismos, o por qué nos asustamos de los que son diferentes y, en todos los casos, una manera de combatir la discriminación es atraparla cuando es pequeña, cuando está naciendo, mientras es sólo una frase o un chiste o un gesto. Para el citado Ministerio de Salud, también tendremos que desterrarla de las leyes, de las escuelas, de los lugares de trabajo, de los movimientos políticos, de los medios de comunicación, de nuestros hogares y de cada espacio donde haya un Ser Humano cuyas frustraciones internas motiven reacciones que discriminan. Cada persona es el reflejo fiel de la educación que recibió en el seno materno, es el resultado de su entorno y del conjunto de amistades que lo envolvieron en ideologías o de grupos que lo adoctrinaron en la desigualdad y en la nula aceptación de que todos pertenecemos a una misma especie, con distinto color de piel, con distintos rasgos, idiomas, creencias y preferencias sexuales, deportivas o políticas, condiciones todas que nos enriquecen en universalidad de pensamiento. Sin embargo, muchos prefieren ver desequilibrios e inconsistencias sociales que nos dividen en grandes abismos que solo provocan caos, guerra y un cúmulo de adversidades. La discriminación se esconde en muchos rincones y aparece subrepticiamente cuando ha madurado y encuentra un escenario óptimo para enraizarse, afectando los intereses de un tercero. Tal afectación no debiera existir contra nuestros seres más importantes pero también los más desprotegidos: nuestras niñas, nuestros niños y adolescentes, todos ellos depositarios del presente y del futuro de la humanidad y, generadores de las condiciones sociales que nos impactarán en el hoy y en el mañana; los bueno o lo malo que impregnemos en ellos, será la base para consolidar o no, una estructura social armónica, pacífica y justa, por ello, es impostergable la promoción de políticas públicas bien encaminadas a lograr el ejercicio pleno de todos los derechos para todas las personas. En este escenario, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) señala que en México hay cerca de 32.8 millones de niñas, niños y adolescentes menores de 15 años, que representan el 27.4 por ciento de la población y que pese a que la misma Constitución y la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, tutelan el interés superior de la infancia, la situación de discriminación que enfrentan las niñas, niños y adolescentes (NNA) se debe fundamentalmente a cuestiones como sus procesos de formación y desarrollo, así como a la relación de poder que sostienen con otras personas para tener acceso a sus derechos reconocidos, toda vez que no se les considera como titulares de los mismos. En este sentido, la violencia intrafamiliar y la falta de conocimiento, entre otras circunstancias, impiden a la niñez el pleno goce de sus derechos, lo que facilita que éstos sean repetidamente vulnerados. Los citados organismos señalan que la discriminación hacia este sector de la población es estructural ya que por muchos años no fueron reconocidos como titulares de derechos y a que todavía se considera a la niñez como una fase previa a la adultez y, en consecuencia, sus derechos todavía se ponen en tela de juicio cotidianamente. De igual manera, existen nociones y estereotipos que no han permitido que NNA participen en la vida social y gocen plenamente de sus derechos, como los paradigmas de que son una especie de propiedad familiar, la construcción social de la infancia como algo que atañe exclusivamente a la vida privada y la concepción del valor posterior que niega su presente en función de la “esperanza del futuro”. Sin duda, el trecho por garantizar a NNA el conjunto de sus prerrogativas es muy amplio, por lo que sumarnos en conjunto para contribuir en su consolidación es fundamental, seguiremos insistiendo.

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