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jueves, 28 marzo, 2024
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Algunos besos de 10 en la memoria

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Por: LUCÍA RIVADENEYRA* •

La Gualdra 482 / Décimo Aniversario

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Todos los seres humanos conservan el recuerdo de pocos o muchos besos memorables. Hay ósculos, ¡vaya sinónimo!, en la historia del mundo que han perdurado en los lienzos, las esculturas, la música, la literatura, el cine, la danza, la arquitectura porque alcanzaron la calificación de ¡10! Y merecen ser evocados eternamente. Por ejemplo, El beso de Francisco Hayes, El beso de Auguste Rodin, El beso de Gustav Klimt, Los amantes de René Magritte, los besos de la película Cinema paradiso de Giuseppe Tornatore…

Otros pasaron al abismo del olvido. Una vez desechados algunos cientos o miles de besos en la vida personal, los sobrevivientes -para bien o para mal- podrían organizarse en alguna capa del cerebro de acuerdo a las intensidades o las decepciones. He aquí una lista tentativa, para calificarlos en la memoria remota o reciente:

El primer beso, que dimos o nos dieron, no se olvida nunca.

El segundo osciló entre el deseo, la zozobra y la sorpresa.

El tercero fue decepcionante y por eso se recuerda.

El cuarto generó inquietudes.

En el ruedo (¿de la vida?) dicen que no hay quinto malo.

El sexto debió ser marino y dejar una sed perenne.

El séptimo golpea en el recuerdo porque fue en la montaña y tuvo un aroma que osciló entre la tierra húmeda y la niebla.

El octavo, verdad de Perogrullo, ratificó que nunca hay un beso igual a otro.

El noveno dio confianza.

El décimo, el beso más reciente, no quiere decir que el último, ¡fue de 10!, él lo dijo y agregó: con un beso así, me puede subir la presión a 200.

 

* Morelia / CDMX.

 

 

 

 

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